¡Viva Pancho Villa! Aracely Sánchez Ruiz

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Collage de Aracely Sánchez Ruiz

Yo opino/ la columna de Aracely

¡Viva Pancho Villa!

 

 

Por Aracely Sánchez Ruiz

 

 

Cuando ¡Viva Villa! es la muerte es el título de una película mexicana de 1958, dirigida por Ismael Rodríguez y estelarizada por Pedro Armendáriz, que narra los últimos días del general revolucionario antes de su asesinato ocurrido el 20 de julio de 1923.

Este jueves se cumplen cien años de aquel fatal acontecimiento y aprovecho el momento histórico para revelar uno de los trabajos que escribí en 2016 y que por capricho no vio la luz.

El sábado 19 de marzo se había inaugurado el Museo de Sitio Centauro del Norte en Hidalgo del Parral (hoy Pueblo Mágico, por cierto) y el siguiente miércoles viajé allá con mi compañero fotógrafo Alberto Hierro (¡Oye, Beto!), con la encomienda de hacer un reportaje.

Al día siguiente escribí la dichosa nota, que fue vetada porque la subí a la red interna antes de entregarla a la Dirección. Excuso decir que jamás volví a cometer el mismo pecado, perdón, error.

Pero como en esta columna tengo libertad de expresión, me sacaré la espina publicando la versión corregida de lo que escribí hace siete años y aquí se las dejo:

Hidalgo del Parral, Chihuahua. “Parral me gusta hasta pa’ morirme”, es la frase con la que se dice que Pancho Villa solía expresar su apego a la Capital del Mundo, donde efectivamente el general perdió la vida la mañana del viernes 20 de julio de 1923.

En el antiguo Hotel Hidalgo, en la esquina de las calles Mercaderes y Pedro Teódulo Gómez, se inauguró el 19 de marzo el Museo de Sitio Centauro del Norte, donde se recrean dos momentos del trágico final del general Francisco Villa: el trayecto en automóvil rumbo a la muerte y la velación en una de sus habitaciones.

“Este museo de sitio está instalado en un edificio histórico aquí en Parral, que data de 1904 y fue construido por el arquitecto cubano Federico Gabriel Amérigo Rouvier, quien también construyó el Palacio Alvarado”, cuenta Martín Márquez, director del Centro Cultural Palacio Alvarado.

El hotel fue construido por orden del rico minero Pedro Alvarado, quien con su esposa Virginia Griensen formó una sociedad conyugal de la que surgieron varias empresas más.

Doña Virginia falleció en 1905 y sus propiedades pasaron a manos de sus hijos Francisco, Rodolfo y Pablo, quienes el 1 de julio de 1921 vendieron el hotel a Juan Almanzán en 10 mil pesos. Y en febrero de 1922, Villa lo compró por 15 mil pesos en oro.

Casi un año y medio después, una fatídica mañana de viernes, el general fue asesinado en las calles de Gabino Barreda y Benito Juárez, cuando se dirigía a una fiesta familiar. Sus restos y los de sus acompañantes fueron llevados al Hotel Hidalgo, donde fueron velados.

El hotel pasó a ser propiedad de la viuda, doña Luz Corral, quien lo vendió en 1930 a Rafael Viyao y unos años después este lo heredó a su hijo.

Rodolfo Viyao y su esposa Elisa de la Prida lo vendieron en marzo de 1938 a la Sección 9ª del Sindicato Minero, que lo convirtió en cine y oficinas. Al desaparecer el sindicato, un particular lo adquirió en 1974.

Finalmente, el Gobierno del Estado lo compró en 2011, con la intención de rehabilitarlo como museo de sitio, como parte del proyecto Centro Cultural Parral.

En la recepción del museo una gran imagen del Centauro del Norte recibe al visitante y en la primera sala una línea del tiempo cuenta quién fue Francisco Villa, desde el nacimiento de Doroteo Arango (su nombre real) en San Juan del Río, Durango el 5 de junio de 1878, hasta el día de su muerte en una de las pintorescas calles de Hidalgo del Parral.

Una foto panorámica de la ciudad en 1923 adorna el salón de pared a pared, con una fuente de luz por detrás que la hace lucir espectacular.

En la siguiente pieza se escenifica el recorrido, con las figuras de cera de tamaño real del general Francisco Villa conduciendo el automóvil Dodge Brothers Touring modelo 1922 de color negro, en el que también iban los coroneles Ramón Contreras, Rafael Medrano, Rosalío Rosales y Miguel Trillo, su asistente Claro Hurtado y el escolta Daniel Tamayo.

Las efigies fueron hechas por el escultor Víctor Hugo Yáñez Piña, quien ha trabajado para el Museo de Cera de CdMx.

En el centro, las siluetas de acrílico de los acompañantes de Villa aquel nefasto día de julio forman una mampara que divide el salón; mientras que en una pantalla una animación en blanco y negro reproduce el momento del atentado.

Enseguida hay una pequeña sala donde se habla del complot, el cual se dice que fue fraguado desde la ciudad de México.

Luego viene el velatorio, en el salón principal, donde se encuentran los cuerpos de Miguel Trillo al lado derecho, Claro Hurtado a la izquierda y el general en el centro, tendidos en sendas camas, rodeados de los mirones (cinco hombres de pie tras las cabeceras).

En esta pieza se puede apreciar la fotografía de la escena real en la que se basa la representación, tomada minutos después del asesinato.

La sala está ambientada con el espejo original que el Gobierno del Estado adquirió por medio del Instituto Chihuahuense de la Cultura de un coleccionista de antigüedades, también se reinstalaron los cortineros que habían permanecido guardados en el Palacio Alvarado.

“Cuando empecé a trabajar en el Palacio Alvarado, en abril de 2011, me encontré en la bodega con muchos cortineros de madera. Era una incógnita por qué había tanto cortinero, si los del Centro Cultural estaban completos. Hablando con la señora que vendió el lugar, me indicó que cuando su abuelo vendió el hotel se llevó algunas cosas al Palacio Alvarado”, comenta Márquez.

“Nace la oportunidad de que se compre el edificio para hacer ese museo y se reintegran esos elementos que son originales del lugar, debidamente restaurados”, añade. El resto del mobiliario son réplicas que se mandaron a hacer ex profeso.

En la última sala se exhiben ejemplares de La voz de Chihuahua, El correo de Parral y otros periódicos que difundieron la noticia del asesinato, junto a algunos elementos de la época, como un telégrafo, cornetas, armas, una funda que perteneció al general Villa, además de una maqueta que indica el camino que siguió hasta su muerte y otra más pequeña que marca el punto exacto donde cayó acribillado.

El último recorrido del general Villa inició en la calle Ignacio Zaragoza, partiendo de la casa de Manuela Casas, donde vivía con Soledad Seáñez; pasó por la Benito Juárez a un costado de la plaza del mismo nombre y llegó hasta Gabino Barreda, donde fue emboscado al grito de “¡Viva Villa!”, irónico, ¿no?

 

 

 

Aracely Sánchez Ruiz es licenciada en relaciones industriales egresada del Instituto Tecnológico de Chihuahua, trabajó 18 años en El Heraldo de Chihuahua, donde inició como correctora y los últimos doce años como reportera de la sección de espectáculos y cultura. Actualmente escribe notas y comentarios en Facebook.

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