Columna de Acuña
La feliz vejez
Por Leoncio Acuña Herrera
Cuando tenía 40 años me despertaba de pronto y me decía “yo tengo 18, a lo máximo 25, seguro esto es una pesadilla, ¡no puedo estar tan viejo!”
Si bien la frase “lo importante es ser joven por dentro”, que es en esencia una frase hipócrita, algo tiene de verdad, aunque el alma envejece y muere con el cuerpo, de hecho. Todo esto viene a cuento porque ya en el tercer piso estoy en condiciones de hablar del tema.
Tiene razón Joan Manuel Serrat en Llegar a viejo, donde comenta todas los desprecios y barreras a las que se enfrentan los viejos, llamados ahora, por corrección política “de la tercera edad” o “adultos mayores”.
En efecto, si uno se retrotrae a los recuerdos con honestidad, de niños vemos a los abuelos o bisabuelos como a fantasmas, a veces cariñosos, pero casi siempre rezongones y tristes.
Pero ahora he comprendido que hay muchos mitos sobre el tema, y me pongo como ejemplo.
Hasta hace dos años yo trabajaba como loco, de sol a sombra. Ciertamente tenía mejores ingresos, podíamos salir de vacaciones, sacar un carro a crédito, pagar un departamento, pagar la colegiatura de la hija, correr cuatro kilómetros diarios.
Ahora casi nada de eso es posible: gano cerca de la cuarta parte de entonces, padezco de varios achaques permanentes, y sin embargo… estoy más tranquilo y feliz que nunca. Me explico:
Al fin tengo casa propia, modesta, pero sin el agobio de una hipotecaria esclavizante.
No tengo carro propio aun, mi hija nos ha prestado el suyo, pero tampoco tenemos problemas ‒mi esposa y yo‒ para alquilar un Uber.
No estoy pegado a la computadora ni con miles de chats oficiales o de trabajo para atender. Solamente unos cuantos, y me conecto sobre todo para enterarme de las noticias, para bajar libros digitales o para hacer las tareas de mi Maestría… ¡Sobre todo ¡tengo tiempo para leer!
Hablando de la escuela, por cierto, ahora entiendo sueños recurrentes de la primaria y secundaria, que voy a llegar tarde, que falté varios días, que no hice la tarea. Pero me veo con la edad actual.
Cualquier psicólogo que se respete me diría que son sueños reprimidos y es verdad, porque siempre me esmeré en ser puntual y en obtener los primeros lugares.
Y ahora que me metí a la maestría en periodismo soy el más nerd entre los nerds, pero lo disfruto a más no poder, porque ahora estudio por gusto más que por obligación.
Lo digo como una conclusión y reflexión personal: no es cierto que al ser más joven se es más feliz, tampoco por tener más dinero, aunque cómo ayuda. Lo que sí importa muchísimo es la salud, si falta esta, ni con el amor es suficiente.
Dice el escritor de moda Yuval Noah Harari que el hombre busca, sempiternamente, dos cosas: ser eternos y ser felices. Lo segundo sí se puede alcanzar y no es necesario esforzarse mucho, simplemente dejar que llegue. ¿Pero todo esto no debería ser exactamente al revés?
Pero seamos sinceros, no podemos ser felices de jóvenes porque el sistema nos presiona a ser “productivos”, siempre infelices y apurados… de viejos el sistema, a veces para bien, tiende a olvidarnos, a dejarnos al fin vivir en paz los últimos años, y hacer reflexiones tontas como esta.
Concluyo con Lennon: “la vida es lo que pasa mientras haces otras cosas”.
1 diciembre 2023
Leoncio Acuña Herrera, periodista y escritor, es licenciado en ciencias de la comunicación. Ha sido reportero en Novedades de Chihuahua, subdirector editorial de Norte de Chihuahua y jefe de información de El Heraldo de Chihuahua. Actualmente cursa la maestría en periodismo en la UACH.