La neurona inmortal. Jaime Chavira Ornelas

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La neurona inmortal

 

 

Por Jaime Chavira Ornelas

 

 

Es temprano por la mañana y los hombres del servicio de limpieza trabajan arduamente, tal parece que se les hizo tarde por algún contratiempo; es raro que los vea pasar pues por lo general pasan muy de madrugada, me fijo en sus rostros y son jóvenes, pero con el rostro duro y cierta amargura es claro que ese tipo de trabajo no es del todo el mejor del mundo, aunque en mi opinión existen peores como: político, líder sindicalista, jefe de línea, escritor o poeta.

Se alejan rápido y con ellos se aleja también el ruido, la calle queda de nuevo en silencio y se siente como los habitantes duermen plácidamente.

Es lunes y en esta ciudad los viernes y sábados, inclusive los domingos son de fiesta hasta que el cuerpo aguante, por mi parte ya pasaron esos días y mi vida ahora es tranquila, mis tres hijas ya casadas, así que estamos mi esposa y yo con el nido vacío, aunque ya no le damos importancia; por lo pronto hay que regar los árboles y hacer esto y lo otro. Este año las lluvias han tardado y este desierto no da segundas oportunidades, tenemos que aprovechar las horas de agua en la tubería, racionarla y cuidar cada gota. Luego leer un poco a Cortázar y su tenaz juego de la gran incógnita y los misterios de la palabra escrita y todos los demás de la agridulce literatura.

El día pasa lento, mi cuerpo con su mente y sus sistemas trata de sentirse y ser de la mejor manera para que el día sea productivo, o mejor que ayer, mejor es una bella palabra. Sentado en mi confortable sillón pienso en la bellas palabras que existen y no las digo muy seguido, creo que sería una mejor persona si lo hiciera, mas por naturaleza soy un ser a la defensiva, no quiero ser presa ni depredador y en ese sentido lo bello es para los débiles y las minorías, hay tanto depredador y quedan pocas presas después a comerse lo que se mueva no se ve muy bello el panorama. Pienso en la felicidad y las fuerzas del pensamiento me dicen que sin duda el sentido de tener vence al de ser, así que si tienes, eres. En fin, un día más para identificar si lo malo es a veces bueno o viceversa. Transcurre el día con esta tranquilidad y mi masa carnosa produce necesidades, que la sed, el hambre, ¿es esto el excesivo consumo? y ¿a qué se debe tanto consumo? ¿Por qué nunca es suficiente?

Tal vez se debe a que ya no hay oxigeno por tanta ventana cerrada y tanto cielo gris, y por lo tanto requerimos estar consumiendo lo que sea y lo que se pueda comprar. Sigo sentado sin producir algo, los minutos pasan lento y los años rápido, de nuevo en esta continua paradoja siento que solo tengo control de respirar, lo demás es misterio.

Está cerca el otoño y pronto los días serán fríos. Trascender hacia la confianza en el prójimo es complicado cuando hace frío pues se requiere calor para la trascendencia; esta sociedad actual, reflejo de la anterior, siempre busca oportunidad para oprimir al débil, y el débil solo es eso y no tiene más opción o salida que tratar de trascender a toda costa, pero en todo caso se requiere de calor, calor humano.

Llegó la noche y con ella el cambio de perspectiva; mis huesos y órganos requieren de eso que llamamos última alerta”, que sirve para programarnos y tener sueños reveladores, esto da la oportunidad de conversar con el subconsciente y conocer nuestra realidad impuesta, ese mundo maravilloso de misteriosas verdades. Ya veremos mañana.

El nuevo día. Dormí tan profundo que no recuerdo qué soñé, preparo un delicioso té, respiro, me estiro, tomo té y vivo de nuevo; esta vida mía tan sencilla y simple, hoy no quiero criticarme ni llegar a conclusiones. Tal vez no aporto a la sociedad algo que valga la pena, mas llevando esta vida a un nivel de tranquilidad social, algo debe quedar para compartir de la mejor manera posible y mermar la rapiña, la voraz codicia y tanta acción malévola que describe al ser que llevamos dentro.

Tomo mi té y recuerdo cuando tenía ocho años de edad, estaba muy frío el día, pero en el barrio de la calle Victoria y Doce toda la palomilla no dejamos de jugar aunque hiciera frío o calor, nos divertíamos pobres pero felices.

Un día jugábamos a la rayuela, mis manos partidas por el frío y la tierra, las sentía tiesas pero respirando sobre ellas se calentaban un poco y preparé el tiro con mi ágata favorita: hice un excelente tiro que pego con fuerza en el centro del montón de canicas, salieron varias fuera de la rayuela y mi hermoso agate se quedó dentro de la rayuela, en un lugar estratégico, ese día gané el juego y mis bolsas del pantalón estaban a reventar por tanta canica. Mario Bailón me dio un abrazo con una gran sonrisa y me dijo “ahora si, Chavira, me vas a pagar las caliches que me debes”, con gusto se las pagué.

La vida es buena si la tratamos bien. Como en un juego de niños acto se repite una y otra vez, pero en la mayoría de los casos vamos a perder, solo hay que gozar y ser agradecidos cuando ganemos y persistentes cuando perdamos y eso sí, siempre pagar las deudas, aunque sean de caliches.

Tomo el té y lavo los platos. Al celular llegan tres whatsap y son de mi colega Mr. Rich y dos de mis hijas, uno de Nini y otro de Gina. Mr. Rich es un amigo de hace mucho y no le fallan los buenos días, mis hijas lo mismo, para desearme un día excelente. Las relaciones humanas son difíciles pues la razón es relativa y creemos que siempre está de nuestro lado, así que, nos arreglamos para que la dichosa razón sea buena compañera. En este sentido es arduo llegar a un acuerdo cuando todos defendemos una razonable postura. La información está en la palma de la mano, ya sea alterada o degradada, pero está, y como se presenta la tomamos. Hay verdades a medias que parecen razonables.

Pasan los minutos y con ellos las horas, prendo la tv y las noticias con muertos por aquí y por allá, los pobres y los ricos y los ni pobres ni ricos sino todo lo contrario, que robaron las arcas o algún banco o supermercado. El presidente dijo pero no dijo, los artistas o los magnates del empleo no cumplieron, los empleados están molestos, ganaron las Chivas o el América, el rarámuri quedo en quinto lugar en la carrera de las cien millas, pero sus paisanos están viviendo en cuevas en pleno siglo veintiuno, en fin, cosas de todos los días.

Salgo al patio y los perros de los vecinos no dejan de ladrar, parece que su único fin en esta vida es ladrar o morir, claro comer y mover la cola en el inter, mañas de los humanos tener mascotas para sentir que aun somos superiores.

Regresa la noche y después de leer un poco preparo la cena, vemos una serie española y después a dormir. De madrugada despierto, la luna llena en un cielo despajado, observo que las sombras, la existencia es pausada, el sentimiento de vivir en las sombras nos convierte en seres reflexivos.

De nuevo amanece y me levanto temprano, la mañana es fresca y tranquila, voy directo a darme un baño, luego la rutina del té. Suspiro, cuando llegué a los Estados Unidos en el verano de 1966 tenía once años. Cuando salí del carro y vi la metrópoli de Los Ángeles fue casi un trauma, pues parecía que había llegado a otro planeta como en las películas, nunca imagine que vería dichos escenarios, algo impresionante. Fue el inicio de mi vida como adolescente de idas y venidas, así paso una década donde pasaron tantas cosas que marcaron la vida.

Años que pasé junto a gente bondadosa, otra cruel, envidiosa. Mi adolescencia ya en Chihuahua fue dura, un chavo solo y sin límites, viví en parques, casas de amigos, vecindades y por supuesto en la calle; me toco la época del make love not war y todo el alucine de ese tiempo. Logré estudiar y un día de 1980, ya casado con el amor de mi vida y con nuestras dos primeras nenas las más hermosas que tengo el honor de llamar mis hijas, catorce años después nació la tercera, puro amor las tres hermosuras. Recibí mi degree por los créditos acumulados de Business Administration en el Colegio de Maricopa en Phoenix Arizona USA y esto, mi tenacidad y decisión de ser una persona productiva y profesional me ayudó para trabajar para grandes empresas a nivel gerencial, tuve tres mentores de quienes estoy agradecido.

Ahora que estoy pensionado, cada vez que paso por la zona industrial siento nostalgia por tantos años de trabajo que fueron tan productivos, puedo percibir como emana de los edificios ese sentimiento de profesionalismo que lleva a dar un excelente resultado en el trabajo. Recuerdo cómo me esforzaba en mejorar los procesos y animaba a mis colegas para trabajar juntos y dar buenos resultados. Todo eso quedo atrás, quedan los recuerdos.

Llega la hora de comer y Yazmina me llama diciendo que ya está lista la comida: chiles rellenos, fideos y frijoles de la holla. Nos servimos y empezamos como de costumbre a satirizar las noticias del radio. Nuestra vida juntos ha tenido altas y bajas, nos conocimos el verano de 1972 en el Parque 25 de Marzo de la calle Bolívar y Segunda, fue como todas las historias de amor, pura casualidad. Ella hija de familia y yo hijo de la calle tratando de sobrevivir.

Nos casamos muy jóvenes y sorteamos infinidad de problemas: salimos avante. Hoy la razón de estar juntos es simple: el amor perdura. Creo que seguiremos estando juntos hasta después de la carne, pues no me veo en espíritu sin ella.

Ahora la siesta para recuperar energías, después a escribir sobre temas sencillos para no complicarme la existencia. Así pasan los días y aprendo que los síntomas de desgaste corporal me dejan ver cómo las nuevas generaciones inventan sistemas más sofisticados con la globalización y las tecnologías avanzadas, sistemas que convierten a los humanos en súper dotados pero al mismo tiempo fríos y solitarios. No dejan de existir las injusticias y crueldades de muchos, pero siempre hay voces que defienden ideales y proclaman justicia.

Paso mis días, noches, meses y años observando cómo la sociedad cada día progresa más, pero ama menos. La lucha es intensa y arrasa selvas, desiertos; nos hemos convertido en depredadores rapaces del planeta.

Guerras, vicios y un sinnúmero de actitudes perversas han cubierto con un manto negro la divinidad y perfección de la existencia. La esperanza paradójicamente somos nosotros mismos, un espíritu fuerte y piadoso. Limpiaremos nuestra escoria, renovaremos nuestros actos, pues vivimos en una inmensa y cósmica neurona inmortal.

 

 

 

Jaime Chavira Ornelas es un sobreviviente de la desintegración familiar; estudió comunicación y manejo de negocios en el Colegio Comunitario de Maricopa en Phx. Az USA; tiene diplomados en exportación, importación y manejo de aranceles por Bancomext, también varios cursos de inteligencia emocional y lingüística. Trabajo para empresas a nivel gerencial. Actualmente es pensionado por el IMSS. Escribe cuentos cortos y poemas ácidos.

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