Invitar a la consagración
Por Lilvia Soto
Como la mayoría de los poetas, escribo para sobrevivir, para rescatar la porción de libertad que un ser humano necesita para justificar su tiempo en esta tierra. Mis palabras son una cuerda de salvamento contra los impulsos tanáticos de invasores, dictadores, matones y predadores que destruyen y profanan la vida por su sentido de separación, por su temor a ser abandonados.
En mis diálogos con otros artistas, recuerdo nuestra desnudez, nuestra compartida fragilidad, nuestra necesidad de asilo en esta tierra. Nuestras palabras son una vindicación del espíritu humano que nos mantiene vagando y creando, una llamada a la solidaridad, una invitación a honrar la fuerza vital que crece el cedro, flota el colibrí, poliniza la calabaza, perfuma la madreselva, da sabor al maracuyá y derrama el alma del ruiseñor (John Keats), la fuerza erótica que necesitamos consagrar juntos, pues con cada palabra que hablamos, cantamos, bailamos, pintamos, esculpimos, tejemos, abrimos una ventana a la empatía, la imaginación moral y la sacralización de la vida.
An invitation to consecration
As most poets, I write for survival, for rescuing the sliver of freedom a human needs to justify her time on this earth. My words are a lifeline of defense against the thanatic impulses of dictators, invaders, bullies, and predators who destroy and desecrate life out of their sense of separateness, out of their fear of being forsaken. In my dialogue with other artists, I am reminded of our common nakedness, our shared fragility, our need for asylum on this earth. Our words are a vindication of the human spirit that keeps us wandering and creating, a call to solidarity, an invitation to honor the life force that grows the redbud, hovers the hummingbird, pollinates the zucchini, perfumes the freesia, savors the raspberry, and pours forth the soul of the nightingale (John Keats), the erotic force we need to consecrate together, for with each word we speak, sing, dance, paint, sculpt, weave, we open a window into empathy, moral imagination, and the sacralization of life.