Porque corremos como locos sin manos a la caza de algo trascendente. Guadalupe Ángeles

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Porque corremos como locos sin manos a la caza de algo trascendente

 

 

Por Guadalupe Ángeles

 

 

I

Nos sentamos todos a comer ¿hay algo más ridículo que seis personas compartiendo café y un guiso apenas visitado por la carne, pensando cada uno en otras horas, otros días, otra forma de vivir?

 

II

Era un hombre joven y se casaría con ella. Sin embargo, el mar tuvo otros planes y devolvió su cuerpo sin vida un 23 de abril.

 

III

Está de acuerdo en que es un buen ejercicio, lo practica, es lo único que puede hacer con el cuerpo deformado por la tristeza.

 

IV

Bajo el agua todo sonido queda eclipsado por la música que hace a los peces mostrar esa mirada alucinante, alucinada hacia ningún sitio.

 

V

Jamás aprendió a comportarse con la necesaria mesura en su jardín. Cuando salía de viaje, las plantas suspiraban aliviadas y a su regreso ella procuraba entender.

 

VI

No es que le costara trabajo no dormir, es solo que una rabia más grande que su sensatez la obligó a tomar seis litros de agua para mantenerse despierta.

 

VII

Ver salir al sol frente al ventanal. Esa mañana su cuerpo no necesitaba más.

 

 VIII

Toma las precauciones del caso, sin embargo, una serie de besos sin sentido tuvo la virtud de lanzarla de cabeza a una euforia, inesperada, feliz.

 

IX

Fueron 17 zanahorias y 23 cebolla, ¿o los 16 jitomates? Contabilizaba verduras aquella mañana como antes amantes, solo por el placer de imaginar momentos por vivirse; ¿antes o después? ¡Qué más da!

 

X

Breve, fugaz, casi imperceptible pasó la idea por su cabeza: ¿Vivir o dejarse matar?

 

XI

Empeñada en empequeñecerse hacía la apología de tardes desastrosas llamándolas, sin ironía, su época más feliz.

 

XII

Templos a dioses hechos de palabras resultaban sus días. ¿Dónde poner entonces, luego, la normal desilusión?

 

XIII

Autonombrarse dejó de ser atractivo cuando fue más importante cuidar el dinero que la virtud.

 

XIV

¿Dónde acomodar una pregunta que en realidad es un reproche casi podrido?

 

XV

Mismo traje, distinta edad. Acaso una ligera variación en el color pretendía disolver la insensatez de tal decisión.

 

XVI

Cuando dijo yo, no supo que, dentro, un ejército empujaba hacia afuera.

 

XVII

Por más que lanzara piedras al estanque no lograba entender la similitud del círculo dibujado en el agua con su afán de eternidad.

 

XVIII

Tomó esa mano, pero en realidad estaba haciendo un puente entre su miedo de morir y la más anodina cotidianidad.

 

XIX

Caminó varias horas, entró a su antigua escuela sin ser vista, salió de la misma manera. No hubo forma de hacerse ver. ¿En serio la muerte debe ser tan radical?

 

XX

Por más que se esforzó en recordar sus vidas, o fingir que ella era su padre, no pudo hacer lugar en su vida a la estupidez de ese amor que se negaba a aceptar tal nombre.

 

XXI

No dijo sí. Tampoco no. Nunca es tarde para aprender a contestar.

 

 

 

Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

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