Enjambre poético. Martha Estela Torres Torres

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Enjambre poético

 

 

Por Martha Estela Torres Torres

 

 

Las abejas y las flores brotan de las manos del universo,

así germinan estos poemas

en el corazón de los autores.

 

Miradas en el ocaso presenta un enjambre de poemas: germinan, crecen y maduran en diversas estéticas que conocerán como lectores de este libro cuyo título abarca una intención retórica planeada con anticipación por María Mercedes Nájera y por mí a inicios del 2022. Ambas estuvimos seleccionando autores para esta antología, a quienes se les hizo una invitación personal y después, con ayuda de integrantes del consejo editorial, se les dio difusión señalando el título y el tema específico en la convocatoria, quedando gratamente concluido, con la participación de 26 autores nacionales e internacionales donde sobresalen diez chihuahuenses cuya trayectoria lleva muchos años.

Los trabajos presentan una riqueza versátil, pues cada autor se enfoca de distinta manera construyendo con originalidad sus propuestas: cantos, aliteraciones, reflexiones únicas y profundas: unas alentadoras, otras singulares con cierta visión filosófica o psicológica atribuible al pensamiento crítico e innovador de cada escritor.

Adquirir, leer o analizar una antología como esta es útil para descubrir calidad y nuevos autores, también para disfrutar otros senderos literarios. Es establecer posteriormente algunas directrices en cuanto al gusto personal de cada lector. La mayoría de los integrantes se suscribieron a la palabra: ´ocaso´ relacionada con el otoño, el crepúsculo, la declinación vital o la sustracción del tiempo; refiriéndose, tal vez, a un atardecer en el que cada autor pudiera inspirarse para edificar su microuniverso a través de la imaginación, la reflexión, el manejo de imágenes y metáforas, resaltando el género de poesía como el más intenso.

Son muchos los poemas que sobresalen, pero por cuestiones de espacio y tiempo mencionaré los que más me impactaron en la tercera lectura para imbuirme en su profundidad para asimilar y nutrirme de los recursos del poema. Lo intento en trabajos destacados como el de Sylvia Vergara: su poema de largo aliento muestra una unidad importante en el “Reino de las nubes:” poema estructurado en cuatro apartados, donde sobresale el primero, por su evocación a la naturaleza y al universo, y el tercero, donde se enfoca más a una dramatización poética extensa y lograda: “El último encuentro entre el amanecer y el atardecer” la cual se refiere a los animales como la fuerza vivencial de la naturaleza. Expresa: “Las flores florecen, las semillas rompen su hechizo latente, el sol, faro perpetuo de luz, se sumerge lentamente en un adagio atrás de las montañas.” (p.102)

Este libro es fuente de luces y sombras, pétalos y espinas, escarcha y fuego que cimbrará al lector al encontrar poemas sutiles y fragosos, líricos y románticos, pero también realistas como los de Miriam Soubran Ortega. Transcribo: “Siento que traigo la luna muy pegada a la cabeza, es de espuma no me pesa, reflejo de lunas nuevas. Su luz nos orienta. No hay amaneceres sin ocaso, sin reposar la mirada en el atardecer.” Miriam va directa al objeto poético describiendo en forma original el traspaso de la oscuridad a la luz. (P.50)

Otros autores perfilan igualmente al misterio del crespúsculo, solo que comparten textos herméticos y místicos refiriéndose a la invisible, a la siempre fiel. A ella, con mayúscula, siempre próxima, nunca desentendida, sombra de nuestra sombra quien con mirada penetrante resulta el centro y clave recurrente en el texto de María Salas Portillo, quien en “Alzar lo invisible” exclama en sus versos: “Es misteriosa la muerte, ya pensamos en ella, y bendita juventud ni la vislumbra.” (155) Aquí remarca la indiferencia de los jóvenes desafiando a la muerte con su evasión, y seguramente no solo de ellos, sino también de personas mayores que no desean pensar ni aceptar que el efecto de la muerte es lo más certero e impredecible como lo es la vida en juego de ruleta.

Jesús Chávez Marín, poeta chihuahuense, enfoca también su creatividad hacia la muerte, pero desde otro vértice y distinta filosofía. “Cuando alguien se va o cuando muere, el tiempo de quienes le amaron queda suspendido. En la intimidad se escucha un tren que pasa, flotando. Desde algún día del futuro que parece imposible, llega un rumor de voces”. (P. 23) Aquí nos permite confrontar a la singular parca desde el sentimiento de la persona que sufre por la ausencia definitiva de un ser amado.

Hermila Pizaña, también toca el mismo tema: “Dolor de muerte temprana, de niñas que su nombre flota en el aire, de madre que en un marasmo se ven envueltas en la niebla oscura, fantasma cruel de aguerridas hazañas que acecha la búsqueda solitaria de sus hijas muertas.” (P.83) Estos versos tocan un punto neurálgico de la realidad actual al presentarnos la angustia atroz de las madres que han perdido lamentablemente a un miembro de su familia. En este verso se transparenta una impronta denuncia.

En mi participación también abordo a este singular personaje. Pienso que no existe como ente externo que se encuentra por separado. Para mí resulta intrínseco. Vive en nosotros. Cada ser humano lleva ya en sí el germen de su propia muerte que se activará en el instante supremo como afirmaba el pintor francés Paul Guauguin, pues la muerte ha sido predestinada desde las orillas del nacimiento hasta lo remoto-reciente concretando en tiempo, su finitud. “Muerte, abrázame al filo del invierno cuando se extinga la lluvia en la rueca invertebrada del tiempo. Muerte abre tus cofres de ébano, guárdame en la espuma portentosa de tu corazón perpetuo”. (P.74)

El subtema del tiempo sobresale también en esta colección, y precisamente Margarita Etchetchury cavila sobre su devenir imperecedero en un recorrido sustancialmente bello y sencillo, en una empática reflexión al dar tratamiento a la fragilidad de la vida, la fugacidad del instante como decía Kahlil Gibrán. Aquí capturo una estrofa de la autora: “Luciérnagas áureas, idílicas viajan al espacio, una a una vuelan suaves, con ligereza”. Estos sus versos nos remiten inmediatamente al veloz transcurrir de cada día que se evapora en el aire, en la brisa nocturna o en las tinieblas.” (p.170)

Miguel Herrera, recurre al mismo tema en su poema “Ecos del tiempo” y entrelaza su breve permanencia con el pilar del recuerdo, dejando en la memoria huellas imborrables ya sean de dicha o de dolor. Sin embargo, gracias a la mágica evocación (nos refiere) volvemos a sentir la presencia invertebrada de aquel ser: su esencia, su voz, la dulzura del encuentro o el odio que aún florece a distancia, el rencor que destila hiel, o la tiranía precoz que muerde las manos bondadosas y devora a hurtadillas, nuestra confianza. Ejemplo: “Flores marchitas en libros viejos, retratos en sepia, vivencias al momento. Sustentarse del recuerdo. Tinta indeleble y tatuajes invisibles. Corazón, mente.” (p. 158)

Así mismo la poeta Juana María Naranjo comparte un poema con un corte trasversal sobre el tiempo, refiriéndose a la brevedad temporal, pero en natura. “Cautiva del tiempo, se ha postrado la bugambilia desde el rejedo viento en el tiempo de la lluvia, pálida desmejorada entre la bruma ¿dónde ha quedado su tersura?, ¿Dónde su testuz acostumbrada. (p. 145)

Otros autores enfocan el tema desde el ángulo del azar y la enfermedad, como Yolanda Duque, chilena canadiense que trata en su quehacer poético el trasfondo filosófico en uno de sus poemas titulado “Carcinoma”. “A veces la enfermedad hunde sus garras, nos rasguña como gato enjaulado. Agitados latidos en las sienes exigen temple. Habituada a callar dolores del alma los físicos hacen soltar quejido. No le temo a la muerte, temo a la invalidez, a la falta de autonomía.” (p. 35)

Menciono a María de la Cruz Patino en cuyo trabajo se identifica un excelente recurso para escribir, apoyándose en la parte inicial de un verso de José Gorostiza, escritor del famoso y magistral poema de largo aliento Muerte sin fin. De esta manera ella puede crear versos propios: “Lleno de mí, sitiada en mi epidermis, mi cuerpo vive en un perpetuo estado de sitio, territorio sin límites. Ya ha pasado el viento magnético, el aire imantado que trae fecundidad cargado de semillas letales. Todo ha pasado, ahora las aguas mansas entran de nuevo en un letargo, mientras me estoy secando.” (p. 139) Este poema contiene intertextualidad: relación de un texto que se establece con o en otro. Partiendo de la idea de Bajtín, quien afirma que ningún texto es original ni único, sino que a menudo descansa sobre otros para revelar su estructura y significado. (Tomando un verso, un fragmento o tal vez parte de un enunciado para disparar la creación).

Además de la predominante temática que cubre las expectativas del título aparecen algunos trabajos que se alejan del tema principal y sus ramificaciones. Aún así, resultan interesantes remembranzas de nostalgia, incertidumbre y dolor.

Concluiré este análisis añadiendo que la propuesta se consolidó de manera fehaciente, pues destaca, en el recorrido poético, la significación del término denotativo y connotativo ocaso en primera línea, y consecuente en el de tiempo y muerte. Para señalar esto trascribimos el siguiente poema del escritor y editor Federico Corral Vallejo, quien centra su inspiración en ambos: “Crecer duele por eso al nacer lloramos y al morir nos lloran. Llanto de amor, y lágrimas de tristeza es lo que nos hace ser un mar de duelos. Y duele dejar las canicas, las escondidas y la rayuela, pero así es la vida, un continuo crecimiento de cósmicos dolores casi imperceptibles que te preparan para el mito de la muerte. Y en ese crecer y en ese dolor de abandonar nuestras pequeñas cosas uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia.” (p. 117)

Por los puntos antes descritos catalizamos que el contenido del libro reúne poemas con alto grado de dificultad, fraguados a través del aprendizaje, la experiencia y la admiración a este género poético interdisciplinario que toca varias ramas del arte humanístico.

 

Nájera Migoni, María Merced, compiladora: Miradas en el ocaso, antología poética. Arde Editorial Chihuahua, México, 2022.

 

 

 

 

Martha Estela Torres Torres tiene licenciatura en letras españolas y maestría en humanidades. Entre sus libros publicados están: Hojas de magnolia, La ciudad de los siete puentes, Arrecifes de sal, Cinco damas y un alfilPasión literaria Árboles en mi memoriaSeis lustros de letrasLa cólera del aire, Caleidoscopio y Exilio de sombras. De 2009 a 2018 fue profesora de literatura en la Facultad de Filosofía y Letras y actualmente es editora en la Universidad Autónoma de Chihuahua.

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