Foto Pedro Chacón
El mundo gira y gira. Bajo el sol, tú y yo seguimos dando vueltas en un pedazo de tierra al que llamamos nuestro
Por Sergio Torres
El mundo gira y gira. Bajo el sol, tú y yo seguimos dando vueltas en un pedazo de tierra al que llamamos nuestro, nuestra ciudad, nuestro rancho, nuestra casa.
Nos movemos linealmente de un punto preciso a otro, desentendidos del resto, a medio despertar. El mundo sigue girando.
Yo me enamoro de la luz y de los colores, las formas, los perfumes, la textura de una rosa y el rozar de los labios y el perderme en otro respirar, en otro latir que reconozco como el mío.
Los ojos que me miran son los míos en tu cara.
Las manos que te acarician son las tuyas en mi cuerpo, que se reencuentran con las caricias que dejaste sembradas en mi piel, antes de todos los siglos.
Nací en un mundo fragmentado al que nuestra acción va dando sentido, un mundo que percibo caótico y que no me deja ordenarlo como quiero. Un mundo que te incluye, salvaje y voluntariosa, interactuando con brío y dejadez, como un río de corrientes cambiantes, como un mar de imprevisibles tempestades.
Nací en un mundo en el que recibir comida era recibir amor, en el que los regalos eran para ocasiones especiales. Luego me di cuenta de que la conciencia sobre la vida era el mayor regalo que podemos atesorar.
Amo compartir los minutos contigo, que platiquemos, que riamos y comamos y bebamos, que nos abracemos, que nuestros latidos se entrelacen.
Amo que seas mi hermana, mi compañera, mi enseñante, en estos días de andar andando los caminos. Cualquiera que sea tu papel en mi vida, amo que estés aquí, amo que estemos juntos en este instante.