Dintel de Almudena
Rosa
Por Almudena Cosgaya
Miré al cielo en busca de estrellas y encontré la realidad que me atrapa y me sofoca. Anhelo abandonar el vacío de mi pecho y no pensar en lo que tal vez nunca llegue a suceder.
Rosa, su corazón lleno de un vacío insondable, miró al cielo estrellado. Las luces parpadeantes parecían burlarse de su soledad, el brillo intensificaba la oscuridad. La realidad la sofocaba como una serpiente a su presa. Anhelaba liberarse de las cadenas la existencia, la monotonía de su vida sin sueños.
Aquel precioso ensueño que una vez tuvo se había roto. Y ahora caminaba sola, enfrentándose a destinos atroces o tal vez a un jardín de flores. El hueco en su interior crecía con cada día, todos a su alrededor minimizaban sus sentimientos diciendo que era normal, que pronto se acostumbraría. Le sugirieron tener una mascota, hacer videos en redes sociales, pero nada llenaba el vacío.
Una mañana, Rosa despertó con una idea: decidió que iba a salir, que iba a llenar el hueco en su pecho. Se miró en el espejo y pensó, se miró a los ojos y vio la belleza en ellos. ¿Podría volar? ¿Podría alcanzar las estrellas?
En el universo infinito somos seres insignificantes frente a fuerzas sobrenaturales y milenarias, pero aun así persistimos, exploramos la inmensidad de lo desconocido y la profundidad del alma. En cada palabra se crea una atmósfera inquietante, un enigma que envuelve y cautiva: en medio de todo seguimos soñando, seguimos sonriendo, seguimos caminando.
Rosa decidió que no sería pequeña, no sería víctima, exploraría la inmensidad de lo desconocido y la profundidad de su alma, crearía su atmósfera, su propio enigma. Seguiría soñando, seguiría sonriendo, seguiría luchando.
Decidida, comenzó a trazar su camino: cada día se levantaba con el sol, su rostro bañado en la luz dorada de la mañana. Se miraba en el espejo y veía a una mujer fuerte, una mujer lista para enfrentar cualquier desafío.
Comenzó a llenar el hueco en su pecho con pequeñas victorias, pequeños momentos de felicidad. Un libro que le gustaba, una canción que la hacía bailar y transformarse, la sonrisa de un extraño en la calle. Cada uno de estos momentos era un paso hacia su sueño.
El camino no era fácil. Había días en los que la oscuridad parecía abrumadora, días en los que el vacío en su pecho se abría de nuevo. Pero Rosa persistía. Sabía que cada noche oscura era seguida por un amanecer, que después de cada tormenta llega la calma.
Y entonces, un día, sucedió: Rosa despertó y se dio cuenta de que el hueco en su pecho se había ido. Se miró en el espejo y vio a una mujer completa, una mujer que había salido victoriosa.
Y en medio de este universo infinito, Rosa seguía soñando, seguía sonriendo. Porque sabía que, sin importar lo que viniera, siempre tendría la fuerza para pensar.
Excelente escrito. Muchas gracias por compartir. Felicidades
Me quede intrigado como se llena el vacío ajjajaja muy buen relato