Ino. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

Ino

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

Existen personas que transitan por la vida en espera de que algo llegue, algo lo suficientemente extraordinario para cambiarlo todo. Al final del día terminan frente al televisor esperando que la pantalla les quite el pesar de lo que ha sido la jornada. Esperaban la magia y al no llegar cayeron en la rutina de siempre, olvidando que todo en la vida es un dar y recibir.

Paco tenía un buen empleo, no era difícil y le dejaba tiempo libre; pero en lugar de verlo como una oportunidad, decidió entregarse al vicio del celular. Prestaba más atención a lo que podía ver en la pantalla que en mejorar sus habilidades, en destacar y así obtener un mejor puesto. Optó por el camino fácil. Con el tiempo comenzó a olvidar la importancia de dar un buen servicio, se molestaba cuando lo interrumpían de su maratón de videos, los cuales escuchaba a un volumen que molestaba a los demás. Poco a poco, se fue victimizando, pues en su mente él nunca tenía la culpa, siempre era culpa de los demás.

En un abrir y cerrar de ojos la oficina en la que pasaba sus días se volvió cada vez más asfixiante. Su carácter retraído y distante le había jugado malas pasadas. Llegó a tal punto de sentir una rivalidad y envidia por su compañero, que siempre lograba más por siempre llevar una sonrisa.

Rápidamente se convirtió en una de las personas que peor ambiente creaban, con mirada de comadreja y de igual malicia. Comenzó a quedarse solo, era más fácil culpar de aquello a sus compañeros.

Una tarde, cuando no lo habían dejado salir temprano, comenzó a reflexionar sobre lo que ocurría, su celular reclamó su atención una vez más aquel día. Chascó la lengua intranquilo, no le hizo falta mirar la pantalla para saber de quién se trataba. Decidió no prestarle más atención de la que ya le había dedicado, y tras volver a guardarlo en el bolsillo de su chamarra, vio frente a él la sonrisa que nunca fallaba.

“Ino”, pensó.

—Intenta sonreír más, que no te hace más pobre —bromeó Ino, elevando las cejas—. Ya estamos todos cansados de tu actitud, no pareces uno de nosotros, sino el enemigo.

Ino era exactamente lo que todo hombre desearía tener a su lado. Era alegre, divertida y siempre decía lo que pensaba. Para rematar, sus atrapantes ojos amielados.

“Ese Rubén, tiene mucha suerte”, pensó Paco.

—Te diré el motivo: He venido todo el camino haciendo una reflexión sobre mi situación actual. Te aseguro que verte es lo mejor que puedo esperar de un día como hoy.

—Me lo tomaré como un cumplido. ¿Entramos ya o prefieres seguir adulándome?

Paco se quedó en silencio, observando a Ino mientras se alejaba. En ese momento, se dio cuenta de que había estado buscando en el lugar equivocado. No era la magia lo que necesitaba, sino el amor propio y la autoestima para cambiar su vida. Decidió que era hora de dejar de culpar a los demás y empezar a trabajar en sí mismo. Después de todo, la verdadera magia estaba en él.

Desde aquel día Paco comenzó a cambiar. Dejó de lado su celular y comenzó a prestar más atención a su alrededor. Comenzó a sonreír más, a interactuar con los compañeros de trabajo. Se dio cuenta de que la vida no era tan mala como él pensaba, solo necesitaba cambiar su perspectiva.

Ino notó el cambio en Paco. Al principio, pensó que era una broma o una estrategia para conseguir algo, pero con el tiempo se dio cuenta de que el cambio era genuino. Paco ya no era el hombre gruñón y retraído que solía ser. Ahora era amable, atento y siempre tenía una sonrisa en su rostro.

Un día Ino se acercó a Paco y le preguntó qué había causado el cambio. Paco le sonrió y le dijo que había estado reflexionando sobre la vida y se dio cuenta de que necesitaba cambiar. Le dijo que había aprendido a valorarse a sí mismo y a respetar a los demás.

Ino quedó impresionada con la transformación de Paco. Le dijo que estaba orgullosa de él y que esperaba que continuara por ese camino. Paco le agradeció y le prometió que seguiría trabajando en sí mismo.

Con el tiempo, Paco se convirtió en una inspiración para sus compañeros de trabajo. Demostró que es posible cambiar y mejorar. Su historia sirvió como un recordatorio de que todos tenemos la capacidad de cambiar nuestras vidas si estamos dispuestos a hacer el esfuerzo.

Y así, Paco aprendió que la verdadera magia no está en esperar que algo extraordinario suceda, sino en tomar la iniciativa para cambiar nuestra propia vida. Aprendió a valorarse a sí mismo y a respetar a los demás. Y lo más importante, aprendió que la felicidad no se encuentra en un celular o en una pantalla de televisión, sino en uno mismo.

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

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