Navidad en el cuerpo. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

Navidad en el cuerpo

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

El grupo de amigas, unidas por lazos más fuertes que la mera amistad, continuó su travesía a través del velo de la noche. Andrea, con sus ojos resplandeciendo como faros, caminaba al frente. Su mirada se volvió un faro de esperanza y misterio, cortaba la oscuridad revelando el camino que se extendía ante ellas.

Tras haber salido del portal, se encontraron el abrazo de la noche. El latido volvió a sus cuerpos al sentirse en casa y una sonrisa se dibujó en sus rostros al ver a lo lejos el resplandor. Pero la alegría no duró, la ciudad, antes familiar, ahora parecía haberse sumergido en un halo mágico, transformada por la víspera de Navidad. Las luces multicolores, antes meros adornos, ahora parpadeaban con intensidad. Cada destello parecía responder al fulgor en los ojos de Andrea, como si estuvieran en una danza sincronizada.

Cada luz, cada sombra, cada rincón de la ciudad parecía estar imbuido de un misterio profundo, esperando ser descubierto. Y así, con cada paso que daban, el grupo de amigas se adentraba más en el corazón del misterio navideño, guiadas por la luz en los ojos de Andrea.

A medida que avanzaban por las calles empedradas, un fenómeno inusual comenzó a desplegarse ante sus ojos. Los escaparates de las tiendas, antes inertes, cobraban vida de una manera fascinante. Los maniquíes, antes rígidos y sin vida, titilaban con destellos dorados, como estrellas fugaces atrapadas en cuerpos de plástico.

Los juguetes danzaban en un encanto silencioso, moviéndose al ritmo de una melodía que solo ellos podían escuchar. Rosa, la más sensible del grupo, no pudo evitar emitir un grito de espanto cuando una muñeca de porcelana le guiñó un ojo con una sonrisa traviesa.

El mundo que conocían, su hogar, parecía haberse desvanecido, reemplazado por este escenario abigarrado. ¿Qué era todo aquello? ¿Dónde había quedado su hogar? ¿Habían sido transportadas a otro lugar, a otra dimensión tal vez?

Estas preguntas llenaban sus mentes mientras continuaban su travesía. Aunque el miedo se agazapaba en las sombras, una parte de ellas no podía evitar sentir una chispa de emoción. Tal vez este viaje inesperado no sería del todo malo. Después de todo, estaban juntas, y eso era lo que realmente importaba. ¿No es así?

La magia de la Navidad se manifestaba de manera tangible a su alrededor. Cada copo de nieve que caía, cada luz que parpadeaba, cada risa que resonaba en el aire, parecía estar imbuido de un encanto especial, un encanto que solo podía ser atribuido al espíritu navideño.

Esta magia, sin embargo, no era un fenómeno aleatorio. Estaba guiada por las emociones y experiencias de las cuatro amigas. La misteriosa conexión de Andrea con el Espíritu de la Navidad, el miedo palpable de Rosa ante lo desconocido, la curiosidad insaciable de Itatí que la llevaba a explorar cada rincón, y la incertidumbre de Almu, que a pesar de sus dudas seguía adelante.

Cada emoción, cada pensamiento, parecía alimentar la magia, haciéndola más fuerte, más brillante. Y a medida que avanzaban, se daban cuenta de que no eran meras espectadoras de este fenómeno, sino que eran parte integral de lo que sucedía.

Y así, mientras la noche se desplegaba a su alrededor, este capítulo llegaba a su fin. Pero este final no era más que el comienzo de algo nuevo, algo maravilloso. El misterio, que antes era solo fue un sueño, ahora se volvía en una aventura.

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

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