Foto Pedro Chacón
Mis pies
Por Jaime González Crispín
Rebeca:
Tu abuela Patricia vino a mi departamento alertada, según dijo, por su nieta, por ti, Rebeca.
Llegó como hacía tiempo no lo hacía, como cuando ella y yo nos fumábamos la tarde con vino tinto y fichas de dominó.
La abuela se dio tiempo para limpiar el tiradero que dejaste con tus trampas y torturas, Rebeca. Barrió el pasillo, mi vía dolorosa; colocó un afelpado tapete sobre el piso que dejé lleno de la sangre de pies y rodillas. Luego de limpiar aquí y allá, extrajo de una pequeña bolsa roja mertiolate, alcohol, sulfas, etcétera, previsora.
Vino a ver mis pies, sí, a curarme. Con paciencia de monja y enfermera doméstica, tu abuela lavó los restos de sangre seca en mis amados pies, con cuidado y amor. Mientras lo hacía, estuvimos sentados, yo tendido con los pies aun morados por las heridas de tanta cortada, puestos sobre un taburete. En lo que ella se afanaba en algodones impregnados con alcohol yo, doliente, leía a Neruda y poemas de Gastón, el loco de Tampico que es bueno escribiendo poesía y cantando trova, como sedante eficaz.
Mientras aplicaba sus conocimientos de enfermera de casa, abuela Patricia me hizo varias recomendaciones, insistentes:
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Que cambie los cerrojos de las puertas.
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Que me fije a quién invito a pasar a casa.
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Y que me vacune contra el tétanos, por tanta herida de clavos y vidrios en mis pies.
Por estos días, tu abuela se ha convertido en mi enfermera y mi consejera.
Como ya te dije: con ella no todo es sexo.
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Jaime González Crispín es profesor, por la Escuela Normal de Durango, con grado de Iicenciatura. También estudió en el Taller de Escritura Narrativa, en la Universidad Juárez del Estado de Durango y en el Taller Levriano de Escritura, Querétaro. Ha publicado los libros de cuentos Matemos al cura, Alambre de Púas y Trece veces por minuto. Están inéditos sus novelas Eva Gorrión, o la monja que mató a su hermana y Casi quince, además de su libro de cuentos El mal samaritano.