Vaticinio
Por Jaime González Crispín
Rebeca:
Ayer, desde muy temprano estuve metido en mis clases en la Universidad. Cuando llegué a mi departamento, al filo de las cuatro, mi sorpresa fue mayúscula.
Alguien había ordenado el tiradero en el que vivo. Lavó el baño. Una mano caritativa entró a mi estudio y ordenó, uno por uno, todos mis libros. Los de Saramago, de Piglia, Borges y García Márquez, los de mi hermano Gabriel Vega, todo, todo en orden. Tanto que hasta me asusta.
Sé que no fuiste tú, porque no tienes llave.
Tal vez fue la abuela.
O tal vez fue Cayena, a quien no he vuelto a ver, por más que se me anuncia por todos lados. Ayer, por ejemplo, en el tablero de avisos de mi cátedra estaba escrito Cayena, con lápices de colores. Cuando abordé mi auto para el regreso, en el cristal del frente, otro igual, Cayena, con marcador para cristales, esos que se usan para anunciar que se vende el auto.
Hace días la saludé, fue el sábado en la vieja estación del tren, convertida ahora en Centro Cultural. Su nombre, Cayena, estaba escrito en el patio con gises de colores, letras grandes, casi de a metro. Ese día, cuando me iluminó con su mirada, me dijo, sonriendo, “En verdad que es lindo mi nombre”.
—Son más bellos tus ojos —le dije.
Ella me contestó, otra vez bajando las cortinas de sus párpados:
—Estás loco.
Se sacudió el gis de los restos de arcoíris de sus dedos y nos fuimos caminando hacia Avenida Universidad, buscando dónde tomar café.
—Roberto te llamará para citarte en la biblioteca del Gómez Morín, pero tampoco irá —me anticipó.
—Debemos revisar unos textos —me justifiqué.
—Tú morirás en diciembre, Roberto en mayo.
—Cállate los ojos —le dije.
Ella me tomó la mano.
—Estás loco —me dijo de nuevo.
Jaime
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Jaime González Crispín es profesor, por la Escuela Normal de Durango, con grado de Iicenciatura. También estudió en el Taller de Escritura Narrativa, en la Universidad Juárez del Estado de Durango y en el Taller Levriano de Escritura, Querétaro. Ha publicado los libros de cuentos Matemos al cura, Alambre de Púas y Trece veces por minuto. Están inéditos sus novelas Eva Gorrión, o la monja que mató a su hermana y Casi quince, además de su libro de cuentos El mal samaritano.