8.- El encuentro… parte 3. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

8.- El encuentro… parte 3

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

—Siempre supe que eras como yo, puede verlo aquella vez en el callejón —dijo Erick—.  La esencia no se puede esconder, aunque no deberías estar aquí, Paola.

El tono de Erick era grave:

—Este lugar no es para ti.

Paola frunció el ceño, sin entender lo que estaba sucediendo. ¿Por qué Erik estaba allí? ¿Qué significaba todo esto? Intrigada y un poquito asustada, dijo:

—No entiendo. Dices que no debo estar aquí, pero tú estás aquí. ¿Qué es este sitio?

Erik se detuvo frente a ella, la miró a los ojos con intensidad.

—Este lugar es el reino del caos, del más allá de todo lo imaginable. Todo en lo que centres tu atención se materializa aquí.

Paola sintió un escalofrío. Todo esto era demasiado para ella. Y como sacados de la mente, comenzaron a aparecer imágenes terribles: monstruos, demonios, seres sobrenaturales que parecían salidos de sus peores pesadillas.

—¿Qué tengo que hacer para irme de aquí? —preguntó Paola con voz temblorosa.

Erik sonrió, como si supiera algo que ella no sabía.

—Para salir tendrás que enfrentarte a tus miedos, Paola —dijo Erick con una sonrisa siniestra—. Quiero que veas lo que realmente eres, y que aceptes tu verdadera naturaleza. Porque solo así podrás liberarte de la oscuridad que te rodea.

Paola retrocedió. Sentía cómo su cuerpo temblaba de terror, pero sabía que no podía rendirse, debía luchar, aunque fuera contra su propia mente.

Mientras Erick hablaba, una neblina espesa y fría empezó a cubrir la habitación. Los muebles se transformaron en figuras retorcidas y los retratos en las paredes empezaron a cambiar de expresión, mirando a Paola con ojos hambrientos. Las imágenes que antes había visto comenzaron a materializarse, un frío intenso se apoderó del ambiente y un viento aullante comenzó a soplar, haciendo que las cortinas se agitaran como si fueran brazos extendidos, deseosos de atraparla.

Paola se giró para mirar a Erick, pero este había desaparecido. En su lugar, un hombre alto y delgado, vestido de negro, se encontraba frente a ella. Su rostro estaba cubierto por una máscara de cuero que parecía fusionarse con su piel. Una risa fría y cruel brotó de sus labios y se extendió por toda la habitación, haciendo que el suelo temblara. Entonces sintió una presencia a su espalda y se giró para encontrarse con una figura monstruosa y grotesca, que parecía estar hecha de oscuridad. Su corazón latía con fuerza en su pecho, la mente luchaba por mantenerse cuerda y enfocada. Estaba atrapada.

«No puedes huir de ti misma, Paola», dijo la voz de Erick en un susurro. «Tienes que enfrentarte a tus demonios, o serás consumida por ellos».

Paola cerró los ojos con fuerza, tratando de apartar de su mente la imagen del hombre enmascarado y del monstruo a su espalda. Pero cuando los abrió de nuevo, se encontró en un lugar completamente distinto. Estaba en un bosque oscuro donde las ramas de los árboles se entrelazaban formando arcos retorcidos, el suelo estaba cubierto de hojas muertas.

—En verdad se manifiesta todo lo que pienso…

De repente, un aullido resonó en la distancia. Paola trató de correr, pero las piernas parecían estar ancladas al suelo. El aullido se acercaba y podía sentir la presencia de algo acechándola en las sombras. Unos ojos rojos brillaron entre los árboles y un ser monstruoso, con garras afiladas y piel escamosa, emergió de la oscuridad.

No había escapatoria. Paola se recostó sobre las hojas de otoño y respiro profundamente, esperando el ataque. Todo se tornó oscuro frente a ella, a excepción de dos grandes ojos rojos.

—No tengo intención de morir aquí —dijo Paola a la bestia—. Tu fuerza me recuerda a mí y en tus ojos puedo ver el mismo dolor que en los míos. Si has de destruirme, te ofrezco una alianza… y déjame el miedo.

Extendió las manos hacia la criatura, pero esta no la atacó. Sintió una extraña conexión con la criatura. Podía ver a través de sus ojos, sentir su fuerza y su furia. En ese momento supo que no tenía que luchar contra ella, sino aceptarla como parte de sí misma.

Paola se puso de pie. ¿Había desaparecido la criatura? No. Se habían vuelto una misma esencia.

Siguió avanzando por la oscuridad, hasta llegar al centro del bosque, donde encontró una especie de habitación en ruinas. Todo estaba cubierto de polvo y telarañas, los muebles estaban desmoronándose, pero lo que llamó su atención fue una figura humana sentada en el centro de la habitación, con la cabeza entre las manos.

Se acercó lentamente, intentando no hacer ruido; cuando estuvo a unos metros de la figura, esta levantó la cabeza y la miró directamente a los ojos. Paola dio un salto hacia atrás, horrorizada. La cara de la figura estaba descompuesta, con la piel podrida y los ojos vacíos.

—¿Quién eres? —preguntó Paola, tratando de mantener la calma.

La figura se carcajeó, su risa ronca y desagradable que hizo que Paola sintiera náuseas.

—Soy el espíritu que habita en este lugar maldito —dijo con voz gutural— Eres mi próxima víctima.

—No soy tu víctima, ni de nadie—. Paola saco la espada que le había dado Airam.

—¿Crees que con ese juguete podrás acabar conmigo?

—Tal vez no, pero no tengo miedo a darte batalla —dijo Paola con una creciente valentía.

—No podrás… eres débil.

Paola blandió su espada contra la figura descompuesta, lista para luchar hasta el final. La criatura aulló y se retorció, su cuerpo desintegrándose bajo el peso de los golpes de la joven, pero aun así, no se rindió. Se transformó en una nube negra y amenazadora, y se lanzó hacia Paola con una ferocidad despiadada. La joven luchó con todas las fuerzas, pero la nube la envolvió y la arrastró hacia la oscuridad.

Paola vio frente a ella sus miedos más profundos y oscuros, mientras luchaba contra las sombras que la acechaban, perdiéndose poco a poco en el miedo. Entonces recordó lo que le había dicho su tía Paulina.

«No estás sola, siempre has tenido a tus padres contigo y ahora me tienes a mí… jamás dejes que el miedo te domine.

Paola se aferró a su espada y comenzó atacar mientras sus ojos tomaban otra tonalidad y sus uñas se hacían fieras garras.

—No perderé… —gritó Paola.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Paola emergió de la oscuridad y se encontró en un prado soleado y hermoso, rodeada de flores y colores brillantes. Sabía que había ganado esta batalla contra la oscuridad, pero también sabía que jamás la dejaría.

Una sonrisa se dibujó en su rostro. Y acto seguido se desplomó sobre el suelo.

 

Continuará.

 

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

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