La danza. Karly S. Aguirre y Jesús Chávez Marín

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Foto Pedro Chacón

La danza

 

Por Karly S. Aguirre y Jesús Chávez Marín

 

Durante una limpieza profunda en su departamento, Guillermina encontró una mochila donde guardaba las revistas de chismes que compraba durante su juventud. Ahora, a sus cuarenta años, sintió nostalgia de aquella época, de cuando leía su publicación mensual acompañada de un té verde helado, y el mundo desaparecía.

Una revista en especial logró transportarla en el tiempo. En la portada aparecía Ricky Martín. Tiempo atrás, Guillermina, que había ido a verlo a uno de sus conciertos, le aventó al escenario un sobre con su anillo de graduación de la secundaria y una carta donde le confesaba su amor.

Ahora, años después, recordaba con fruición aquel momento, uno de los más intensos y alegres de su vida. En aquel entonces había visto el anuncio del concierto que Ricky daría en El Paso, así que tuvo forma de comprar su boleto para una butaca situada en la tercera fila del foro. Gastó sus ahorros completos, pero valió la pena. Todavía le alcanzó para el transporte y dos días de hotel. Apenas había empezado a trabajar en la empresa llantera de su papá, y él todo se lo concedía, así que no habría problema para ausentarse unos cuantos días de la oficina.

Cuando llegó al estadio donde sería el concierto, su cuerpo empezó a sentir sensaciones muy parecidas a la excitación sexual. Un momento. No eran parecidas, sino eran plenamente eso, la sensualidad de quien se acerca a una promesa de amor. Vamos, no es para tanto ‒trataba de pensar‒ está bien que estoy emocionada por venir a verlo, a oírlo cantar, pero cálmate. Sin embargo, la humedad en su pantaleta, el inequívoco olor que subía rumbo al cielo y sus pezones duritos la contradecían rotundamente.

Había ido sola, procuró que no la acompañara ni su prima, que vivía en aquella ciudad, y mucho menos su novio, y esta fue buena precaución para que no le fuera a estropear estos momentos gloriosos. Quería a Ricky para ella solita, solo compartido con la multitud que estaba en el concierto.

Desde la primera canción empezó a bailar con él, como si fuera la más consagrada de sus coristas. Se sabía las letras y frente a él cantaba junto con él todas las canciones. Le causaba una placentera sorpresa las reacciones de su cuerpo, que poco a poco se preparaba para ser penetrada por el artista de su vida, él sin saberlo. O tal vez sabiendo muy buen que en su show no solo a ella sino también a muchas otras hacía suyas con su danza y su voz.

Como a la mitad del concierto estaba empapada de sudor, entre sus piernas había un dulce manantial. Su corazón latía con un ritmo marcado con el que subía la temperatura de su cuerpo. Ya no pensaba, solo sentía ver a Ricky tan cerca, sus músculos definidos y el agua de su cuerpo que bajaba lentamente acariciando su piel. Guillermina lanzó el sobre cuando los fuegos artificiales salieron disparados de su cuerpo, emitiendo un gemido que no alcanzó a ser escuchado por nadie, en el ruido celestial de la multitud con Ricky en el centro de Guillermina, fluyendo juntos en muchos instantes gloriosos.

 

 

 

 

Karla Ivonne Sánchez Aguirre estudió en el bachillerato de artes y humanidades Cedart David Alfaro Siqueiros, donde estuvo en el especifico de literatura. Actualmente estudia letras españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH y publica cuentos en redes sociales.

Jesús Chávez Marín es editor de Estilo Mápula revista de literatura.

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