Sin azúcar. Jaime González Crispín

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Foto Mague Alcaraz

Sin azúcar

 

 

Por Jaime González Crispín

 

 

El hombre se incorporó del camastro, tan viejo como él. La poca luz del espacio, impedida por lienzos negros y morados que tapiaban las ventanas, le permitió ver la nada. Por eso habló.

—Leonor… Leonor.

La mujer estaba sentada a orillas de la chimenea.

—¡Leonor! —volvió a llamarla.

Al fin la otra respondió.

—Qué.

—Es tarde y no has puesto el agua para el café.

—Ey. No hay azúcar, acuérdate.

—Lo tomaremos sin dulce, pero hazlo.

—Na, no quiero.

—Pero yo sí

—Pues entonces hazlo tú.

La mujer, entre socarrona y dormida, le preguntó al hombre por qué a esa hora todavía no encendía su cigarro, el que tanto daño les había hecho por largo tiempo a ambos.

El otro se puso de pie. Fue a la mesita donde ubicaba la cajetilla de cigarrillos y sacó a tientas uno. Luego, tembloroso pasó sus dedos sobre la tarima del pequeño mueble buscando cerillos, pero no encontró nada.

—No hallo los cerillos —dijo molesto.

—Por eso mismo no he puesto lumbre, ni agua, ni café, ¿me crees tonta?

—Estás rara desde que… Desde que los vecinos colgaron esos lienzos, desde que moriste, pues.

—Te recuerdo que los dos, los dos estamos muertos, y que ya no necesitamos azúcar…

ni cerillos

ni cigarros

ni café.

 

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Jaime González Crispín es profesor, por la Escuela Normal de Durango, con grado de Iicenciatura. También estudió en el Taller de Escritura Narrativa, en la Universidad Juárez del Estado de Durango y en el Taller Levriano de Escritura, Querétaro. Ha publicado los libros de cuentos Matemos al cura, Alambre de Púas y Trece veces por minuto. Están inéditos sus novelas Eva Gorrión, o la monja que mató a su hermana y Casi quince, además de su libro de cuentos El mal samaritano.

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