1.B Cadena de lágrimas. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

1.B Cadena de lágrimas

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

¿Nos ayudarías a salvar el mundo?

 

*

 

Diez minutos más tarde, Paola paso sus manos entre su cabello a manera de peinarlo. Se detuvo al ver su reflejo en el espejo, sus labios curvean una sonrisa. Sale del baño de chicas llena de ilusiones.

Parece ridículo pensar que aquellas palabras de su imaginación la llenaran de ilusión.

¿Se volvería temeraria?

Probablemente no, pero en su interior se había encendido algo.

Por fin llegó a la entrada del aula. Ahí tuvo que apretujarse entre un grupo de jóvenes para poder ingresar. Busco rápidamente en dónde sentarse.

Dos guardias de seguridad entraron por la puerta y el silencio invadió el aula. Vestían uniforme completo y portaban ostentosamente sus armas. Inusual en una escuela preparatoria.

Una pequeña maestra se abrió camino entre los oficiales y con voz muy aguda llamo la atención de los alumnos.

—¡Buenos días, jóvenes! En sus caras veo sorpresa, pero no se asusten que los oficiales han venido por…

—Jóvenes hemos venido como parte del operativo de escuela segura, por lo que vamos a pedirles que de manera ordenada tomen sus pertenencias y hagan una fila —ordenó uno de los guardias, interrumpiendo a la maestra.

—¡No se detengan! —gritó el otro.

Paola sintió una corriente de aire helado bajar por su espalda cuando se percató de que tendría que pasar por un detector de metales.

Una especie de ensoñación la envolvió. Y sintió que alguien la tomaba de la mano, pero cuando se volvió para mirar, había una cara borrosa, como una cámara que se desenfoca e impide distinguir los rasgos. La calidez de su tacto hace que el corazón lata de forma irregular; un vuelco a corazón.

Una voz la vuelve a la realidad de manera abrupta.

—¡Vacíen sus bolsillos! —gritó con brusquedad uno de los oficiales. —Sus mochilas deben ir por delante de la charola.

Paola notó cómo todos vaciaban el contenido de los bolsillos y los depositaban en charolas de plástico. Imitó de inmediato a sus compañeros y en una bandeja puso su celular, el monedero y las llaves.

Mientras trataba de no pensar más, Paola atravesó el arco detector y una alarma comienza a sonar.

—¡Tú! —le gritó un guardia—. ¡Colócate a un lado!

Paola asiste con la cabeza y una mujer se acerca, mientras todos se le quedan viendo.

«¿Porque tenía que pasarme a mí?

—Levanta los brazos y separa las piernas —dice la oficial acercando a Paola una paleta detectora, que pasa a lo largo de todo su cuerpo. —¿Traes algún collar?

—Solo mi cadena de lágrimas. —respondió Paola, sacando un elegante colgante de lágrima. La piedra era de un hermoso color azul.

—¡Quítatela! —le dijo la guardia groseramente.

Paola se disponía a obedecer cuando una voy resonó en su cabeza.

La más mortal de todos los mortales.

¡Maldito viejo, lo consiguió de verdad!

Vino una noche, se sentó en mi lecho y bebió de mi aliento. Una promesa y una amenaza oscura. Una pesada mano fría como el mármol se puso sobre mi corazón.

El destino quedo sellado….

Sacó la cadena de su blusa, pero no se la quitó.

—Preferiría no hacerlo. Era de mi abuela y no me gustaría perderlo —respondió.

La guardia la miró un momento antes de dejarla ir.

Paola comenzó a contar los días que faltaban para graduación. ¿Estaré a salvo y libre de dolor?

 

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

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