nomiciela.com/ Karly S. Aguirre y Jesús Chávez Marín

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Foto Pedro Chacón

Al alimón

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Por Karly S. Aguirre y Jesús Chávez Marín

 

 

Me di cuenta de que soy mala persona. No lo digo de modo lastimero, pero tampoco me siento orgullosa. Me puse a divulgar secretos que algunos conocidos me habían confiado. En mí dominaba la inercia de ver siempre el lado malo y las situaciones que me agredían, y luego me quejaba al respecto con cualquiera que se pusiera enfrente. Créanlo o no, un día me empezó a doler el alma, hasta visité al cardiólogo porque pensé que sufría de taquicardias o alguna cosa fea, pero la fea era yo.

El doctor me mandó a hacer análisis y radiografías y quince días después me dijo que estaba perfecta de todo, más fuerte que un caballo, o sea, que una yegua, pero eso último no me lo dijo porque le pareció algo atrevido, supongo. En cuanto supe que estaba bien de salud, lo de sentirme mala persona se me borró de inmediato y seguí siendo yo, nomás, sin adjetivos. Regresé a ver el lado oscuro de medio mundo y me di cuenta de que era divertido, me gustaba y tenía un talento especial para eso. Podrían contratarme en cualquier empresa para olfatear a las personas que causarían polémica, a los desleales, los flojos. También podría trabajar de crítica literaria o de arte, para hacer llorar a uno que otro impostor que creen que ser artista y ser famoso de las cadenas de tv abiertas son sinónimos.

Fue entonces cuando abrí mi blog llamado nomiciela.com/ Lo firmé con el nombre de Susan Sontag y el apellido de mi primer novio, Edgar Magallanes, a quien mandé al demonio luego de tres años esperando a que diera señales de vida (económica), cosa que nunca sucedió. Fue así como compuse mi seudónimo Susan Magallanes, con el que muy pronto empecé a recibir todo tipo de injurias y maldiciones, así como también expresiones de agradecimiento y admiración de otros, y sobre todo de otras, a quienes les abrí los ojos a la realidad y los salvé de seguir avanzando a oscuras, a tontas y a locas.

En mi primera publicación conté con pelos y señales las correrías de mi vecino, quien ya ni se preocupaba en guardar las apariencias de su vicio por la infidelidad. Usé los nombres reales, así que no faltó quién le fuera con el chisme a la bendita vecina quién, para mi sorpresa, vivía engañada por completo, ignoraba lo que todo el vecindario ya sabía. Al día siguiente puso una demanda de divorcio tan agresiva que ni La Bruja Ágata hubiera sido capaz de tanto.

Luego del divorcio, Martita, la vecina, se fue a vivir a Querétaro con una de sus hijas. El pelado de su exmarido se quedó en la casa. Un lunes por la mañana, cuando saqué la basura, él estaba afuera. Yo salí en camisón y el muy atrevido no tuvo pudor en barrerme con la mirada.

—Buenos días, vecina.

—Buenas —respondí a secas.

—Le queda muy bien ese vestido.

—No es un vestido, es mi baby doll, por si no se había dado cuenta —y regresé adentro muy digna, antes de que siguiera con su pendejo donjuanismo.

A partir de entonces me sentí la Juana de Arco de las redes, me propuse abrirles los ojos a tantas ingenuas que vivían engañadas y también a denunciar a los golpeadores y a los acosadores de este mundo, que, la verdad, eran más numerosos de los que yo pensaba, se creían muy astutos por vivir en la sombra, en lo oculto, en lo impune. También me di cuenta de que muchas mujeres no es que vivan engañadas, sino que tratan de no darse cuenta de nada para no perder maridos, hijos, patrimonio; prefieren fingir que todo es perfecto, hogar dulce hogar. Aunque las muy despistadas no tomaban en cuenta la cantidad de enfermedades de transmisión sexual a las que se exponían al seguir recibiendo a sus maridos con brazos y piernas abiertas aun sabiéndoles libertinos.

Uno de mis casos más célebres fue el de Reynaldo, el novio de Luly. El tipo estudiaba medicina, pero le gustaba la vida bohemia y por eso andaba con ella para allá y para acá, porque ella estudiaba derecho, pero tenía una revista literaria y se juntaba con artistas, se emborrachaban, tocaban la guitarra y platicaban de Nietzsche, Sartre, Simone de Beavoir, y así pasaron años. Todo mundo los veía como una pareja, hasta que, una semana antes, llegó a casa una señora muy adusta, tocó la puerta. Cuando Luly abrió, la señora le dijo:

—¿Es usted la señorita Lourdes Portillo?

—Sí, yo soy. ¿En qué le puedo servir? —contestó ella, invitándola a pasar.

—No, gracias. Lo que vine a decirle es muy rápido. Soy la mamá de Reynaldo Cinco. Yo sé que él es amigo de usted. Vine a pedirle que ya no lo busque, porque él se va a casar el próximo sábado con su novia de toda la vida. Quiero pedirle el favor de no lo moleste ni le cause dificultades en su nueva vida, hágalo en honor de la amistad que se tuvieron.

—Pero ¿cómo? Reynaldo es mi novio desde hace cuatro años.

—Entiendo que esto puede ser difícil de digerir para una mujer cómo usted, pero le digo la verdad.

—Pero si Reynaldo tuviera que andarse cuidando de ser descubierto no andaría conmigo tan abiertamente, de arriba abajo, por toda la ciudad.

—Lo que pasa es que su novia es lo que llaman una niña de casa, a ella no le gusta salir, tampoco tiene muchos amigos y la familia vive en Baja California. Por eso me imagino que Reynaldo no guardaba las apariencias.

—Pues yo a usted no le creo nada, tendrá que decírmelo él. Yo a usted ni la conozco.

—Haga lo que crea conveniente, muchacha. Pero no diga que no se lo advertí.

Luly me escribió esta carta:

Querida Susan Magallanes: Soy lectora fiel de su blog nomiciela.com/ Quiero decirle que la admiro, porque además de sus notas tan entretenidas, he aprendido mucho de cómo somos los seres humanos. Ahora le escribo porque estoy desesperada, y quisiera contarle mi caso. Mi novio Reynaldo Cinco se va a casar con otra, a pesar de que tenemos cuatro años de andar. Una mujer bien maldita, a quien yo no conocía, quien dijo que era su mamá, vino a decírmelo a mi propia casa, dándose aires de gran señora y mirándome como si yo fuera una advenediza, o peor, la puta de su hijito. Y para acabarla de fregar, estoy embarazada. Hace un mes que se lo dije a Reynaldo y desde entonces no se ha aparecido. A estas alturas de mi vida no le pido a usted consejos, estoy a punto de recibirme de abogada y se supone que ya estoy grandecita para resolver mis problemas. Por otro lado, usted hasta es más chica que yo. O sea, de edad. Lo que le pido es que publique esta carta en su blog, que es tan leído. Soy Lourdes Portillo.

 

 

 

 

Karla Ivonne Sánchez Aguirre estudió en el bachillerato de artes y humanidades Cedart David Alfaro Siqueiros, donde estuvo en el especifico de literatura. Actualmente estudia letras españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH y publica cuentos en redes sociales.

Jesús Chávez Marín es editor de Estilo Mápula revista de literatura.

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