Dintel de Almudena
2.B. El resto se perdió en una palabra
Por Almudena Cosgaya
Paola salió de la casa. El aire acaricio su rostro como solía hacerlo su mamá, aspiro profundamente, inhalado la frescura y cargándose de buenas energías.
Caminaba sola a la parada de autobuses y no puedo evitar un recuerdo. Cuando sus padres estaban, solían hacer todo un lío para evitar que se fuera sola. La había protegido demasiado y ahora todo dependía de sí misma.
—No es una niña y puede que hasta más peligrosa de lo que creemos, no es así Paola. Seguramente serás capaz de caminar un poco y tomar el autobús.
Paola se propuso demostrarle a Marcela que podía hacerlo por su cuenta. Dio vuelta en una calle luego en otra, cuando se percató de que nunca había caminado por ahí; su mente se puso en blanco y permaneció de pie, desorientada. Saco de su bolso su celular para buscar el camino.
Repentinamente, sintió frío.
—¡Hola, amiga!
Paola volteó y se dio cuenta de que se trataba de un hombre con mala pinta y no estaba solo, dos sujetos estaban con él. En sus rostros pudo ver lo oscuro de sus intenciones; la sonrisa que tenían helo su cuerpo.
—¡Ven, nena! Te vamos a ayudar… —le gritó otro de ellos.
Sin emitir sonido alguno, se giró con rapidez y comenzó a caminar velozmente. Su corazón latía con fuerza. Tras varios minutos que le había parecido eternos, se detuvo cerca de una iglesia. Miró hacia atrás y respiró con alivio al comprobar que nadie la había seguido.
Observó a su alrededor; vio autos pasar, gente caminando a toda prisa, tiendas aun cerradas y la iglesia abierta. De pronto se sintió muy sola y con mucho miedo.
¡Mamá! ¡Papá!
Deseó con tus fuerzas que fuera pesadilla, incluso una broma y que ellos llegarán y la abrazaran fuertemente. Y al final acepto que aquello no pasaría.
Un pensamiento cruzó por su mente, no asistir a la escuela, pero pronto lo descartó. Aquello sería demostrar que era una niña. Por otro lado, no quería decepcionar a su madrina.
La escuela era un tormento, pero se apañó para hacerlo soportable. Aquellos ojos verdes la hacían sentir tranquila y cómoda.
A la hora del almuerzo, Paola sintió un sobresalto cuando alguien colocó una charola frente a la suya.
—¿Todo bien? —dijo Erik sentandose—. Te noté ausente durante las clases.
—Estoy bien —respondió Paola con timidez.
—Me alegra escucharlo —dijo Erik regalándole una sonrisa.
¿Tienes novia? ¿Por qué eres tan amable? ¿Por qué siento que te había conocido antes?
Paola deseó hacerle aquellas preguntas, pero apretó los labios y se quedó callada.
—Sabes, el estar contigo me trae paz. Ayer cuando vi que te alejabas sentí algo extraño justo aquí —señaló su pecho.
—¿Lo dices en serio?
—Si… siento que puedes leer mi alma oscura.
Lo sintió. Lo vio en la imagen de sus ojos, lo cual la distrajo momentáneamente, mientras experimentaba un torrente de emociones.
Continuará.
Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.
Felicidades Almudena, admiro tu trabajo y me siento orgullosa de ser tu amiga!
Genial!!
Me encantan tu forma de escribir
Cómo siempre está muy bueno, pero me dejas con ganas de leer más……
Uyyyy mass.