Sencillez. Marco Benavides

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Sencillez

 

 

Por Marco Benavides

 

 

El jardín de la casa estaba rodeado por muros de piedra, testigos de años pasados y de historias que seguramente nadie recordaba. En su interior, un silencio armonioso envolvía todo, interrumpido solo por el canto de algunos pájaros y el sonido del viento que jugaba con las hojas de los árboles. Era un refugio en el que se podía respirar una paz casi palpable, como si el tiempo se hubiera detenido en ese pequeño rincón del mundo.

Una paloma caminaba por el césped, su andar sereno en contraste con el bullicio exterior. Sus plumas desprendían destellos que reflejaban una luz cálida. El movimiento de su pico, que de vez en cuando tocaba la tierra en busca de algo invisible a mis ojos, me hizo detenerme en mis pensamientos. ¿Qué buscaba? ¿Una semilla? ¿Un insecto minúsculo? Tal vez no importaba tanto qué era lo que encontraba, sino el acto mismo de buscar, de estar presente en ese preciso instante, sin prisas ni preocupaciones.

Mientras observaba a la paloma, tuve una sensación de calma que curiosamente parecía emanar de su sencilla existencia. No había nada más allá del presente para ella, ni pensamientos del pasado ni preocupaciones del futuro. Solo el aquí y el ahora, algo tan simple y, al mismo tiempo, tan difícil de alcanzar en la vida humana.

Me senté en un banco de piedra, a la sombra de un roble, y continué observando a la paloma. Su presencia se sentía como un recordatorio de que la vida no tiene que ser tan complicada como a veces la hacemos. Los muros de piedra que rodeaban el jardín también me recordaban la importancia de establecer límites, de crear espacios de tranquilidad en los que podamos reconectar con lo esencial.

¿Por qué es tan difícil abrazar la simplicidad? Nos hemos acostumbrado tanto a la complejidad de nuestras vidas que, en cierto sentido, hemos olvidado cómo estar presentes. Nos preocupamos por lo que vendrá mañana, por lo que dejamos de hacer ayer, pero rara vez nos detenemos a apreciar el momento que estamos viviendo. Observando a la paloma me di cuenta de que quizá nuestra búsqueda de felicidad y satisfacción debería ser más parecida a la suya: no un frenesí desesperado y constante, sino una presencia tranquila y serena.

Mientras pensaba, la miraba con curiosidad. Su mirada parecía no fijarse en algo particular. La paloma continuaba su caminata por el jardín, picoteando aquí y allá, completamente absorta en lo que hacía. La imagen de su calma contrastaba con la rapidez y el estrés de la vida moderna, donde todo parece tener que hacerse de inmediato, donde las personas corren de un lado a otro en busca de algo, sin detenerse a disfrutar de lo que ya tienen frente a ellos.

Ese contraste me llevó a pensar en la paradoja de nuestra existencia. Vivimos en una era de avances tecnológicos sin precedentes, donde el conocimiento y la información están al alcance, pero, al mismo tiempo, nos encontramos más desconectados de nosotros mismos y de lo que realmente importa. La paloma, en su sencillez, parecía tener una comprensión más profunda de la vida: no se trata de acumular ni de apresurarse, sino de estar presentes, de sentir el sol en la piel y el viento en las plumas.

La naturaleza tiene una forma única de enseñarnos lecciones que a menudo olvidamos. En su aparente sencillez, nos muestra lo que es verdaderamente importante: estar presentes, apreciar los momentos, y encontrar la belleza en lo cotidiano. La paloma con su andar despreocupado me enseñó más sobre la vida en esos minutos de observación que muchas lecturas o experiencias anteriores. Se convirtió en un símbolo de la sencillez que tanto anhelamos. Y el jardín, con sus muros de piedra que parecían protegerlo del caos exterior, se transformó en un santuario, un espacio donde las preocupaciones del mundo exterior no tenían cabida.

De pronto la paloma levantó el vuelo, y mientras la miraba perderse en el cielo de otoño me di cuenta de que el jardín y la paloma no eran solo un paisaje agradable o una simple distracción. Eran, en realidad, una metáfora. Un recordatorio de que, incluso en un mundo tan complejo y a veces abrumador, siempre podemos encontrar momentos de paz si nos permitimos detenernos, respirar y observar. Quizás, la verdadera sabiduría radique en aprender de esos momentos, en recordar que la vida, a pesar de todas sus complicaciones, puede ser tan simple y hermosa como el andar tranquilo de una paloma gris en un jardín lleno de sol.

 

Con amor para Lupita, mi memoria.

 

30 septiembre 2024

 

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drbenavides@medmultilingua.com

 

 

 

Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

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