Los tarahumares. Fructuoso Irigoyen Rascón

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Foto Pedro Chacón

Los tarahumares

 

 

Por Fructuoso Irigoyen Rascón

 

 

Este miércoles tengo para los lectores de Estilo Mápula algo especial y diferente. Como ustedes saben, he dedicado parte de mi vida a los tarahumares como su médico en Cerocahui, Norogachi, Samachique y Guachochi, lugares en que residí por largo tiempo y luego estudiando y escribiendo sobre ellos.[1] El artículo que sigue es producto de esa dedicación. Quien haya leído mis libros advertirá inmediatamente que este escrito es prácticamente idéntico al que aparece como introducción a Rarajípari, La carrera de bola y a Historia de la Tarahumara. Sin embargo, para esta ocasión lo he revisado, quitado alguna información superflua y corregido algunas erratas. De cualquier forma, no deja de ser el mismo texto. Por no dejar, debo decir que este ha sido reproducido en otras partes por diversas personas, con o sin mi permiso. No se sorprendan de encontrar aquí algo que ya se había publicado. Creo que la versión que ahora les ofrezco es la mejor de cuantas -como diría un tarahumar- “andan por ahí”.

 

 

 

Los tarahumares

 

Los tarahumares[2] o rarámuri son, en número, alrededor de entre 75,000 y 150,000 y viven en el suroeste del Estado de Chihuahua diseminados entre las agrestes montañas y las profundas barrancas de la Sierra Madre Occidental que ahí toma de ellos el nombre de Sierra Tarahumara. Son el grupo indígena más numeroso del estado. ​Actualmente se les localiza en los municipios de Guachochi, Urique, Bocoyna, Guerrero, Guadalupe y Calvo, Uruachi, Balleza, Carichí, Chínipas, Guazapares y Temósachi. A la Baja Tarahumara corresponden terrenos de baja altitud sobre el nivel del mar con clima subtropical y, en general están situados en regiones colindantes con los estados de Sonora y Sinaloa; los municipios de Chínipas, Guazapares, Uruachi y Urique pertenecen a esta subregión. Dentro de la Alta Tarahumara están comprendidos el resto de los municipios mencionados. Esta es la zona montañosa donde el clima es templado en verano y frío con frecuentes nevadas en invierno.[3] Resulta innecesario decir que durante los últimos 75 años una intensa migración del campo a la ciudad ha derivado en miles de familias tarahumaras residiendo tanto en la ciudad de Chihuahua como en otras ciudades del centro del estado.[4] La anfractuosa topografía de su sierra hace que sus tierras laborables se encuentren desparramadas a lo largo de las corrientes de agua que la cruzan, lo que al tiempo propicia que sus moradas se distribuyan azarosamente con un patrón de suma dispersión. Son los tarahumares hombres y mujeres pacíficos y bondadosos que han conservado muchas de sus antiguas tradiciones y costumbres desde tiempos inmemoriales hasta la actualidad. Por otra parte, los individuos que forman el pueblo tarahumar no son tan homogéneos como algunos piensan: los hay desde el rubio de ojos azules (Kwechi, algunos ranchos de Nonoava) y cabellos rizados (Santa Cruz-Colalechi), hasta aquellos cuyos rasgos recuerdan aquellos de los pueblos africanos. El aislamiento, que apenas en fechas muy recientes ha comenzado a ceder ante los modernos métodos de comunicación, ha limitado en gran parte la influencia cultural mexicana que ha condicionado en otras partes del país la total o casi total integración de los pueblos originarios a la corriente cultural dominante.

 

El vocablo tarahumar puede analizarse directamente: ra-rára; tá-tára,

significa pie, pata; umama, jumama es un verbo plural, que quiere decir

correr. Queriendo todo entonces decir los pies corredores, lo cual es una

referencia indudable a la capacidad físico-atlética de que el grupo esta

orgulloso y a su deporte predilecto: la rarajípari (carrera de bola.[5] Sin

embargo, la mayoría de los tarahumares prefieren llamarse a sí mismos

rarámuri (palabra definida por la misma etimología salvo que en este

caso se deriva del verbo singular; mientras que jumama es correr varios,

mama es correr uno).[6] Hay otra forma: rarámari, que se usa poco pero

que al padre Brambila -máximo lingüista del tarahumar- Ie parecía

la forma original primitiva, ya que no modifica la primera vocal del verbo.

Los tarahumares de Cerocahui prefieren muchas veces decir: rarómuri.

Los otros, los de zapeta que viven en la sierra, son los weri (habitantes

de las tierras altas). Todavía hay dos formas más que extrañamente no

cataloga el padre Brambila: tajúmari, forma popular en los antiguos

documentos sobre la tarahumara y aun esporádicamente en uso en

las regiones de Samachique y Wawachique; el tarumari que se escucha

de vez en cuando en el municipio de Urique (mo ‘ochi okorare tarumari,

al tarahumar Ie dolió la cabeza). El padre Brambila en cambio sí registra

la voz: tarúmare, que es como los tepehuanes llaman a los tarahumares,

los cuales a su vez llaman a los primeros seeró o seeló (campamocha, chapulin).[7] También es necesario referir que, en tiempos antiguos, como veremos más adelante, los misioneros jesuitas llamaban a grupos de tarahumares con los nombres de sus pueblos; cerocahuis, cuitecos, guazaparis, témoris. Considerándolos como naciones distintas y diferentes, lo que ha ocasionado grandes confusiones entre los historiadores, ya que también hubo tribus diferentes, por ejemplo, los tubares, en sitios en que hoy solo se encuentran tarahumares. ​

 

En la época prehispánica los tarahumares ocupaban una extensión territorial mayor, ya que se les encontraba poblando regiones tan al norte como Yepómera y Temósachi; hacia el este, formando los pueblos de Chuvíscar, Santa Isabel y Satevó en el centro del estado.[8] Mientras que por el oeste colindaban con los grupos indígenas de Sonora y Sinaloa; por el sur tenían como vecinos a los tepehuanes (municipio de Guadalupe y Calvo).[9]

El lenguaje tarahumar, pariente lejano del náhuatl y más cercano del varojío, el ópata y las lenguas cahitas, es muy rico en verbos que expresan posición, movimiento e ideal para describir situaciones geográficas muy intrincadas como las que se presentan en la sierra. Así mismo, posee infinidad de palabras para nombrar los diversos animales y plantas de su medio ambiente.

 

​Los tarahumares tienen una organización política que en algunos aspectos recuerda la de las ciudades de la Grecia clásica. Cada pueblo (rancherías que rodean el lugar donde se encuentra el templo Teyópachi, el cementerio Camposántochi y la casa de comunidad Komerachi) goza de autonomía respecto del resto de los pueblos. Su autoridad máxima es el siríame (gobernador) quien es electo por el pueblo por medio de voto abierto y directo. El siríame es el depositario de la tradición, la cual recuerda a su pueblo mediante la ceremonia del nawésari. Con una impresionante habilidad oratoria, el siríame predica a su pueblo normas morales: les informa sobre los eventos que se aproximan y, de cuando en cuando, les transmite mensajes procedentes del cielo o de lugares lejanos. El siríame toma todas aquellas decisiones que conciernen al gobierno, pero siempre escucha el consejo de la comunidad para hacerlo. También preside los juicios e impone sanciones a los infractores de la tradición y las costumbres.

En la región de Norogachi, el siríame es auxiliado por un general que comanda a los capitanes, verdadero poder ejecutivo de la tribu. Otros funcionarios menores con papeles específicos son los fiscales y alguaciles, quienes cuidan a los presos, los bastones de mando de los gobernadores, y evitan que los perros penetren al templo; los chapeyó, responsables de la danza de matachines; y los mayora, que arreglan los matrimonios y conducen por el buen camino a niños y jóvenes.

 

La familia es la célula primordial de la organización social tarahumara, y de ella emanan los grandes valores morales de la etnia: respeto por la personalidad del otro (no importando que éste sea una mujer, un niño, anciano o una persona de otra raza), su honradez, su fidelidad a la familia y otros muchos factores que hacen que quien conviva con ellos les considere amigos excepcionales y personas de confianza absoluta. ​

El grupo indígena tarahumara subsiste apoyado en una precaria economía consiste en el complejo agricultura-pastoreo. La función fundamental de sus ganados es la de fertilizar la tierra, aunque también obtienen de ellos alguna cantidad de lana, leche para fabricar quesos y, muy ocasionalmente, carne para sus celebraciones religiosas. Durante su prehistoria, la economía tarahumara no se basaba en la agricultura-pastoreo, sino que parecen haber sido en aquel tiempo cazadores y recolectores. Las artes de esa anterior etapa no han sido olvidadas del todo y por ello la recolección de hierbas, pesca y cacería son todavía importantes sobre todo en los malos años agrícolas. Sus siembras son fundamentalmente de maíz, llamado sunú, y frijol, conocido como muní. Aunque también siembran calabaza, bachí; una especie de verdolaga, mekuásari; tabaco wipaka. En las barrancas recolectan frutas tropicales y mediterráneas. Si bien estas siembras, en los años en que se presentan lluvias adecuadas, bastan para asegurar la alimentación de la tribu, cuando hay sequía, o bien llueve en demasía, los tarahumares pasan hambre. Además, la actividad de algunos comerciantes inmorales que se enriquecen a costillas de los tarahumares también contribuye a la perpetuación de su pobreza.

​Volviendo a la alimentación, ésta se complementa con algunos productos animales como el pescado, llamado rochí; la lagartija, ro’chá, ardillas, chipawí, que los tarahumares cazan mediante ingeniosas trampas y, en el caso del pescado, utilizan venenos herbarios que no hacen daño al ser humano.[10] Al venado, chumarí, lo cazan echándolo a correr y cortándole el paso, ultimándolo luego a pedradas y palos.​[11]

Una de las costumbres tarahumaras más notables es la de la carrera de bola, rarajípari, ya que no hay ningún pueblo sobre la tierra que tenga instituida una carrera de tan larga duración. Puede llegar a durar una semana y cuenta con una longitud de hasta 700 Km. La competencia se establece entre dos individuos o equipos apoyados por sus respectivas comunidades que les procuran comida, iluminación durante la noche y sobre todo estímulo moral, ya que corren las últimas vueltas de la carrera acompañando y animando a los corredores. Por si fuera poco, los corredores van boleando con el pie una pelota de madera del tamaño de una naranja y deben conducirla a lo largo de una ruta previamente acordada. Las mujeres, por su parte, corren lanzando con un palillo curveado, un aro de trapo y hierba -ariweta o rowera-. Existen competencias para todas las edades. Incluso las mujeres embarazadas, los niños y los ancianos participan.[12] Por supuesto estas competencias son mucho más cortas que la de los corredores profesionales.[13] Practican además los tarahumares otros juegos y deportes, como el palillo, que es una especie de hockey; el quince, que es parecido al pachisi de la India; el cuatro, como nuestra rayuela y otros de menos populares.

 

​ Aunque muchos tarahumares visten igual que el resto de los campesinos mexicanos, un gran número conserva su atuendo tradicional que consiste en una coyera, una banda de tela cuidadosamente doblada sobre la cabeza, una camisa de amplias mangas llamada napatza, una faja de lana tejida conocida como pura y una cubre-camisa de manta llamada cotense. Los hombres utilizan un taparrabos llamado tagora, mientras que las mujeres visten amplias y múltiples faldas conocidas como sipucha. Finalmente, unos huaraches de hule de llanta, llamados aká, complementan su vestuario.

Los arqueólogos e historiadores, como veremos después, se inclinan a pensar que el pueblo rarámuri procede de los grupos canasteros o basket-makers, que alguna vez vivieron en el suroeste de los actuales Estados Unidos de América.[14] Aunque tal teoría se basa en algunos sólidos hallazgos arqueológicos, la presencia de miles de rasgos comunes con los grupos indígenas del altiplano y la costa del Pacífico, el hecho de que su lengua sea uto-náhuatl, más similar al náhuatl que al shoshoni, así como otros muchos detalles (usos funerarios, culto del peyote, etc.), nos hace pensar más bien en que los tarahumares sean primos de los grupos nahuas del centro del país. Por otra parte, la presencia de Paquimé –un centro ceremonial y de comercio con una decidida influencia mesoamericana, según lo ha demostrado Charles Di Peso[15] – en la proximidad de la Tarahumara y sobre todo, un detalle: el hallazgo en las ruinas de Paquimé de conchas marinas y otros artefactos procedentes de la costa, que indican que los abastecedores de la ciudad cruzaban frecuentemente la sierra al norte de la Tarahumara,[16] me hacen aventurar una hipótesis diferente respecto al origen de los tarahumares. Toda cultura urbana, en este caso Paquimé, requiere de una cultura rural que la sustente, los proto-tarahumares probablemente formaban parte de este complejo rural. Por otra parte la arqueología demuestra que los tarahumares han ocupado parte de su territorio actual desde tiempos remotos, lo que descarta que pudieran haberse originado de la mezcla de varias tribus nómadas contemporáneas de ellos como postulan algunos autores.[17] ​ Dejando de lado esta digresión sobre sobre el origen de los tarahumares, toca ahora señalar la decisiva influencia que sobre ellos tuvieron los misioneros jesuitas de los siglos XVI y XVII; de ellos proceden el calendario de sus fiestas, el uso de los ganados bovino, ovino y caprino, el arado y, en fin, muchas de las cosas que ahora se contemplan entre sus costumbres y tradiciones. Los antiguos faldas negras lograron transformar a los tarahumares probablemente más que todos los intentos, oficiales y eclesiásticos posteriores.​ El otro contacto con el blanco, a través de la historia, ha sido nefasto para la nación tarahumara: la cultura del dinero, la especulación y la explotación del hombre por el hombre. Primero fueron el oro y la plata, después los bosques; ya nos vamos interesando en sus yerbitas medicinales y probablemente después iremos por sus piedras.[18] En realidad, ya las estamos explotando, mostrándolas y vendiéndoselas a los turistas. ¿Qué les ha quedado a ellos de todo lo que les hemos despojado además de sus montes talados y huecos? por lo menos, los tarahumares han logrado conservar su libertad y su modo de vida. La interrogante que lógicamente surge en este punto es: ¿cómo ha logrado el tarahumar conservar gran parte de su cultura original a pesar de los embates constantes de una cultura técnica y económicamente más poderosa? El doctor Alfonso Paredes, de la Universidad de Oklahoma, con colaboración del que esto escribe, ha pretendido aislar una serie de puntos de estrategia o principios equísticos que parecen explicar la situación y que con las debidas modificaciones que cada caso particular imponga, pudieran ser aplicados en otros lugares y con otros pueblos.

 

 

El primero de los principios mencionados señala que los sistemas de

cohesión social adaptados al medio ambiente deben ser activa-

mente conservados porque en última instancia es de ellos de donde

proceden los reguladores y normas de comportamiento tanto sociales

como individuales; el segundo principio, señala la necesidad de

promover las aptitudes y condición físicas como elementos primor-

diales de supervivencia; el tercer principio destaca la importancia

del control de la población y la disciplina en materias reproductivas.[19]

Sin embargo, tal vez el principio equístico más importante es aquel

que se refiere al respeto al medio ambiente y la frugalidad en el uso

de los recursos naturales. El quinto principio señala: «Deberán respetarse

los mecanismos naturales de defense contra la enfermedad”;

finalmente, el sexto principio, que es hasta cierto punto resumen,

extensión y consecuencia de los anteriores expone que las estrategias

sociales no violentas son las más efectivas para defenderse ante el

acoso de una cultura extraña, independientemente de que la

cultura agresora se presente a sí misma como tecnológica y

económicamente superior.[20]

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Una civilización aparentemente primitiva como la tarahumara, puede aportar en un caso dado soluciones adaptables a los problemas que presentan otros pueblos, sobre todo cuando se trata de sociedades humanas amenazadas en sus valores más preciados por el advenimiento de elementos culturales procedentes de culturas cuya idiosincrasia les impulsa a la conquista y asimilación de otras culturas consideradas más débiles por ellas. ​

La literatura antropológica usa frecuentemente el término seminómadas para describir a los tarahumares, exceptuando a los que viven a la orilla de las grandes barrancas y que mueven su residencia de la cumbre al fondo de los cañones según la estación propicia para la agricultura, es inadecuado. La sociedad tarahumara gira en torno al hogar familiar, al contrario de lo que el concepto seminómada supone, es perfectamente estable y fijo. Con solo mirar un buen mapa de la Tarahumara nos daremos cuenta de que, los tarahumares que practican la migración estacional son la minoría; la migración a la barranca durante el invierno no ha sido todavía bien estudiada, prácticamente nadie fuera de los propios tarahumares conoce como es que éstos viven cuando se encuentran en sus moradas invernales.

 

 

Psicología Tarahumara

 

Casi todo lo que el tarahumar hace se caracteriza por ser largo y sostenido. Sus danzas -matachines, pascoles, tutuguri, pariseo, jíkuri- duran horas y horas: muchas veces se danza ininterrumpidamente por días enteros, como sucede en las fiestas de semana santa y durante el ciclo de fin de año. ​La música tarahumara toma un tema y lo repite una y otra vez sin variaciones hasta que llega el final de la pieza. Es pues este su ritmo. Tanto las ceremonias cívicas como las religiosas se caracterizan también por este ritmo lento en sus canciones, que da la ilusión que nunca va a terminar. Observar una carrera de bola, una fiesta del peyote, conocido como jíkuri o un tutuguri requiere de grandes cantidades de paciencia para una persona acostumbrada a las prisas y a la esclavitud determinada por el reloj en la cultura occidental. ​ El concepto de un ritmo cultural diferente es netamente psicológico y ha sido muy incomprendido. Decía David Brambila SJ respecto a la peculiar psicología de los rarámuris: “Su tipo psicológico de reacciones lentas hace que den a veces la impresión de ser caprichudos e inertes. Tienen sus rebeldías como las tenemos también nosotros. Pero, muchas veces no es que no quieran, sino que tardan en querer y luego, que su querer tarda en poner en movimiento el mecanismo de la acción”. [21] ​ Quien conozca la Sierra de Chihuahua, consentirá con nosotros en que la rudeza y precariedad de su medio ambiente exigen del hombre un temperamento paciente, lento y unidireccional. Así el tarahumar, no solo ha sobrevivido en su sierra sino que la ha domado hasta el punto de utilizar la más insignificante hierbecilla de las que crecen en sus cerros para alguna función específica: ora para remedio, ora para matar peces, ora para alimento de sus animales, ora para el suyo propio.

 

Filosofía y Religión

 

 En general, son los tarahumares uno de los grupos humanos que conservan mejor su propia cultura de todos cuantos habitan la América del Norte. Su filosofía destaca valores fundamentales como el respeto al otro, la honradez a toda prueba y el amor al prójimo y a la familia. Su religión, aunque alguna duda pueda surgir respecto a dioses menores, es básicamente monoteísta: onorúame –el que es Padre- hizo todas las cosas y las dio a los tarahumares para que trabajando con ellas pudieran ellos vivir. Mientras que, en las comunidades más aculturadas, onorúame,  ha pasado sin dificultad a identificarse con el dios padre de la trinidad católica, en las menos aculturadas continúa siendo rayénari, el sol. [22] Algún residuo queda de un culto a Eyerúame, la que es Madre, y que los tarahumares cristianos brindan a la virgen María, mientras que los paganos a Mechá, la luna. Es imposible determinar a ciencia cierta el grado de sincretismo cristiano-astral que se da en un cierto núcleo tarahumar, puesto que a los mismos tarahumares les es difícil definirse al respecto llegando a afirmar que algunas de sus prácticas y creencias paganas les fueron enseñadas por los misioneros en tiempos anteriores. Por otra parte, para muchos María santísima y Eyerúame son una y la misma persona. Algunos han atribuido a Jesucristo el ser hijo del sol. Los tarahumares celebran innumerables fiestas, entre las que destacan las de fin de año el 12 de octubre, conocida como pirárochi,[23] 8 de diciembre[24] a 12 de diciembre, warúpachi,[25] 6 de enero,Réyechi,[26] 2 de febrero,Katelachi, [27] y las de semana santa, noríruachi[28], además de las fiestas de tutuguri para ofrecer a Dios sus cosechas y pedir su ayuda; nutéa, para alimentar y conducir el alma de los muertos al cielo y jíkuri, para honrar al peyote.[29]

Dentro de otro orden de cosas, los tarahumares son un pueblo sometido por algunos de sus vecinos mexicanos que los explotan y mantienen marginados. Hasta la fecha sus estrategias defensivas han logrado preservar sus valores culturales, pero no han sido capaces de liberarlos de la explotación de que son objeto. A pesar de su medicina tradicional [30]y del auxilio del gobierno y de la iglesia, su situación social se caracteriza por pobreza, hambrunas periódicas y altos índices de mortalidad infantil y enfermedades como la tuberculosis.

 

[1]  Todos mis libros (con excepción de Nace Chihuahua) son accesibles hoy en día en ediciones electrónicas Kindle. Se pueden encontrar en Amazon que también los tiene en ediciones impresas (paper backs).

 

[2]   Algunos prefieren llamarles tarahumaras. Yo prefiero usar tarahumar para el masculino singular, tarahumara para el femenino singular, tarahumares para el masculino plural y tarahumaras para el femenino plural. Por supuesto también utilizo indistintamente el término rarámuri que es el que usan los tarahumares para referirse ellos mismos (vide infra).

[3]  Es importante aclarar que los términos alta y baja tarahumara se usan aquí como se hace hoy en día. En tiempos coloniales la baja tarahumara correspondía a aquellas áreas en el Chihuahua central que en la actualidad ya no son tarahumaras.

[4]   Ver los trabajos de Iturbide, M y Ramos, ML. Migración de indígenas tarahumaras a la ciudad de Chihuahua. Universidad Iberoamericana 1983.

[5]  Y en el pasado probablemente referente a los correos militares, que fueran tan importantes durante las rebeliones tarahumaras del siglo XVII especialmente la tercera rebelión capitaneada por Gabriel Teórame o Teporaka. Vd. Irigoyen, F, Nace Chihuahua, Gabriel Tepórame y Diego Guajardo Fajardo, sus forjadores. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez 2019; Terrazas Curiosidades históricas, Chihuahua 1913.

[6]  La forma ralámuli ha ganado popularidad recientemente. Recuérdese que la letra r en tarahumar clásico se pronuncia como entre nuesras ere y ele.

[7]  Irigoyen, F. Cerocahui, una comunidad en la tarahumara. Centro Librero la Prensa (varias ediciones) y Amazon Kindle (varias ediciones).

[8] Lumholtz, C. Unknown Mexico. C.Scribner 1902 (Dover, Nueva York 1987). IRIGOYEN, F 2019.

[9] Pennington, CW. The Tepehuan of Chihuahua. University of Utah Press, Salt Lake City 1969.

[10]  Pennington, CW. Tarahumar fish stupefactiom plants. Economic Botany 12:1:95-102 1958; y The Tarahumar of Mexico. University of Utah Press, 1963. También Irigoyen, Carrillo y León. Pesca tradicional en la Tarahumara. Memorias del Primer Simposio Internacional sobre Pesca y Educación. Can Cún 1979.

[11] Irigoyen F. y Palma J. M. Rarajípari, la carrera de bola tarahumara. Centro Librero la Prensa (varias ediciones) Amazon Kindle (varias ediciones).

[12] Para una descripción detallada ver Irigoyen F. y Palma JM. Rarajípari, la carrera de bola tarahumara.

[13] Irigoyen F. Y Palma JM. Rarajípari, la carrera de bola tarahumara. 1995 y ediciones posteriores.

[14]  Bennett y Zingg 1935.

[15]  Di Peso C. Casaas Grandes, a fallen trading center of the Gran Chichimeca. The Amerind Foundation/Northland Press. Dragoon and Flagstaff, Arizona 1974.

[16]  Probablemente los abastecedores de productos marinos destinados a Paquimé cruzaban la Sierra a través del Cañón del Púlpito, paso que aún en la actualidad comunica Sonora con el Valle de Casas Grandes. DI PESO 1974,

[17]  Ver al respecto las especulaciones de Almada. Considérese también que el territorio ocupado per las tarahumares al tiempo de la llegada de los españoles se extendía mucho más al este y al norte de lo que lo hace en la actualidad. V. Pennington 1963: 1-13 e Irigoyen 2015: 6-41.

[18]  Esta declaración proviene literalmente de un informante rarámuri de la región de Bocoyna.

[19]  Debo confesar que discutí enérgicamente este principio con el doctor Paredes ya que yo veía que el principal factor que controlaba la población tarahumara, es decir su número, más que la disciplina era y sigue siendo la elevada mortalidad infantil.

[20] Paredes A. e Irigoyen F. Biosocial adaptation in the tarahumara ecosystem, the ekistic principles of the tarahumara. (manuscript) 1977

[21]  Brambila D. Psicología y educación del tarahumar. América Indígena vol XIX no 3:198-208, 1959.

[22]  Aunque existe otra curiosa version: el sol, por dar calor y vida, es lógicamente un ente femenino como la gallina da calor a sus polluelos. Por ello entonces Onorúame sería la luna y Eyerúame el sol. Si bien esta teoría proviene de un solo informante (recontada por Erasmo Palma) pudiera tener importancia en la dilucidación de la cosmovidión tarahumara, especialmente si esta aparente confusión fuera unvestigio de una antigua deidad dual. Lo cual sería otro punto de contacto con Mesoamerica.

[23]  Día de Nuestra Señora del Pilar, patrona de Norogachi.

[24] Día de la Inmaculada Concepción, patrona de Sisoguichi (y de la Misión Tarahumara)

[25]  Warupa= Guadalupe.  Día de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México.

[26]  Día de los Santos Reyes.

[27]  Día de la Candelaria. En algunos lugares esta fiesta cierra la Pascua de Navidad, en otros lo hace el Día de Reyes.

[28] Noríruachi quiere decir las vueltas. Lo que puede referirse a las procesiones típicas de la Semana Santa o a las evoluciones de las danzas de Pintos y Pariseo (fariseos)

[29]  Desde que presenté Jíkuri, piedra angular de la medicina tarahumara en el Primer Seminario Sobre Medicinas Tradicionales en Oaxaca en 1976 he publicado varios articulos y capítulos de liibros sobre la fiesta del peyote de los tarahumares y las creencias que rodean tanto al peyote mismo como a su  fiesta. Las principales han sido (con Paredes A.) Jíkuri, the Tarahumara Peyote Cult: An Interpretation; en The Mosaic of Contemporary Psychiatry in Perspective. (Kales, Pierce and Greenblatt, editors) Springer-Verlag, New York, London, Heidelberg 1992 y el capítulo que trata sobre el jíkuri en Tarahumara Medicine, ethnobotany and healing among the Rarámuri of Mexico. University of Oklahoma Press/Andrew W. Mellon Foundation, Norman Oklahoma 2018.

[30]  Estudiada por mí en detalle en el libro Tarahumara Medicine, ethnobotany and healing among the Rarámuri of Mexico. University of Oklahoma Press/Andrew W. Mellon Foundation, Norman Oklahoma 2018.

 

 

 

 

El famoso médico y explorador Fructuoso Irigoyen Rascón, autor de Cerocahui, avisa que acaba de aparecer su nuevo libro, Nace Chihuahua, Gabriel Tepórame y Diego Guajardo Fajardo, los forjadores, publicado por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. En el colofón dice que la edición es de 2019, sin embargo, a causa de la pandemia, apenas acaba de salir de imprenta este agosto de 2021.

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