Lección 5. Los signos de puntuación: los puntos suspensivos. JChM

Foto Pedro Chacón

Lección 5

 

 

Los signos de puntuación: los puntos suspensivos

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

Los puntos suspensivos

 

Si preguntamos cuál es el defecto básico de los puntos suspensivos, seguramente se nos contestará con una frase de este orden: no concretan, dejan la idea en el aire, la vaguedad, los demás tienen que adivinar lo que queremos decir.

Si preguntamos cuál es la virtud, o el valor, de los puntos suspensivos, ¿qué contestación obtendremos?

Las respuestas serían las mismas de antes: dejan la idea en el aire, la vaguedad, los demás tienen que adivinar…

 

Por tanto, los puntos suspensivos no son buenos ni malos. Somos nosotros quienes hacemos un buen o mal uso de estos signos.

 

Errores más frecuentes:

a). Poner más de tres puntos, buscando torpemente un efecto más intenso. Los puntos suspensivos solo son tres, en todos los casos.

 

b). Uso inadecuado:

Cuando queremos precisar, no debemos acudir a los puntos suspensivos.

Ejemplo:

Es un automóvil que tiene cuatro… puertas.

Eso es torpe.

 

c). Uso adecuado:

Cuando no queremos formular nuestro pensamiento de modo claro, porque nos parecería imprudente, acudimos a los puntos suspensivos.

Ejemplo:

Yo creo que dibujas bien, pero…

 

Los tres puntos nos sirven aquí para sugerir que, en nuestra opinión, no se trata de un gran artista a pesar de su habilidad, o que no logrará vender sus dibujos, o cualquier otra objeción que queda en el aire y que nuestro amigo recogerá.

 

Téngase presente que cuando hablamos empleamos también los puntos suspensivos. Si en una reunión queremos decir que fulano de tal es un sinvergüenza, y tememos que todos, o algunos de los presentes, son amigos suyos, o no comparten nuestra opinión, diremos:

 

Voy a hablarles francamente, yo creo que Fulano de Tal es un… sinvergüenza.

 

La pausa de los puntos suspensivos nos permite anticipar vaga y prudentemente nuestro juicio, y observar la reacción que provocará.

 

ch). Abuso

Es importante reducir el empleo de los puntos suspensivos a los casos que hemos visto en el apartado anterior. No se acostumbre usted a dejar colgadas las frases.

Es frecuente incurrir en este vicio:

Primer ejemplo:

He considerado este asunto y no me interesa, salvo que se presenten nuevas…

El interlocutor suele completar la frase: circunstancias.

Otro ejemplo:

Estoy de acuerdo en que existe el problema, pero no me gusta la…

El interlocutor añade por su cuenta: solución.

La pereza, que nos impide terminar las frases, suele ser fatal. Al principio, quien nos escucha se divierte sugiriéndonos las palabras que no encontramos, pero al poco tiempo se cansa de este juego. Terminar la frase es un esfuerzo que le corresponde a quien habla.

Empezar una frase es difícil. También lo es desarrollarla, construirla. No podemos malograr este esfuerzo renunciando a la última palabra. Si abusa usted de los puntos suspensivos finales, da la impresión de que le falta energía.

 

d). Los puntos suspensivos y el etcétera

Algunos profesores afirman que los puntos suspensivos equivalen al etcétera, como una de sus funciones. Pero no. Se trata de dos recursos distintos.

Cuando empleamos puntos suspensivos, quien lee debe adivinar qué clase de palabras dejamos de añadir a las precedentes.

Ejemplo:

El hotel era viejo, incómodo, sombrío…

Se adivina que los puntos suspensivos sustituyen a otros adjetivos que armonizan con los anteriores: triste, desagradable, abandonado.

En cambio, cuando empleamos el etcétera, quien lee sabe las palabras que dejamos de añadir.

Ejemplo:

Todos los ministros –gobernación, comercio, justicia, obras públicas, etcétera– serán reorganizados.

El lector conoce la lista completa, indicada en el etcétera.

 

JChM Taller Literario, mayo 1984

 

 

 

 

Jesús Chávez Marín es editor de Estilo Mápula revista de literatura.

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