Foto Pedro Chacón
Poliamor
Por Sergio Torres
Uno pudiera pensarse actualizado y moderno porque enciende una computadora, maneja el celular y se mueve con ligereza en plataformas digitales, las de streaming y las redes sociales. Es posible que también sepa algo de programación, el uso de paquetes computacionales de oficina, audio, vidéo y diseño… y párale de contar. De ahí en fuera, la modernidad se acabó. El hombre se mantiene funcional en una aldea de bits, bytes, click baits, spam y scams mezclados con fake news y contenidos que van desde lo educativo hasta lo vulgar en podcasts, blogs y toda una mirada de formas de divulgación. Todo reclama atención, todo requiere tiempo, todo es gratis pero nos cuesta horas de sueño o de vigilia que estarían mejor dedicadas a otra cosa. Este es nuestro mundo hoy.
En el caso del interior de uno, y el amor compartido con otras personas, la cosa moderna es aún más complicada. A mí me tocó una crianza donde uno era el macho, ella la hembra y la consensualidad de los actos no se hablaba, las actividades amorosas, simplemente sucedían, se daban y no había poder humano para ahondar en explicaciones. El acto amoroso acontecía y ya, más nada.
Tengo 50 años, ocho divorciado de una mujer maravillosa, y tengo una suerte de relación con una joven desesperante tanto o más que fascinante. Por un lado, me siento profundamente halagado de que alguien 25 años menor me regale su atención y su tiempo de besos, abrazos y caricias, junto con la sorpresa de una realidad sexo-afectiva completamente ajena a mí. Al menos hasta hace casi un año mi actividad física vigorosa no salía de las tradicionales relaciones tête à tête entre hombre y hombra y hasta ahí. Ahora resulta que esto es anticuado, por lo menos, y lo de hoy es el poliamor ‒no es que sea nuevo, sino que está de moda el término‒.
Intentaré dar una descripción general de la situación. Yo salgo con Estrella. A su vez, ella sale con Eddie y Liz, y tiene ocasionales encuentros de abrazos y besos con los asistentes a sus reuniones sociales; Eddie es casado con Melanie, que sabe de la existencia de Estrella, Karla y Juan en las actividades de Eddie. Mélanie hace trio con Eddie, su esposo, y Atenea, en una situación algo incomoda porque, a veces, están muy bien y son felices y, otras, Melanie se pone celosa de que no recibe suficiente atención de los otros dos. Aparte de esto, Melanie sale con Jacob, y se pone celosa de Estrella porque, antes de ella Jacob estaba con Estrella (Y cela a Jacob, su amante oficial, por Estella y en cambio no cela a Eddie, su esposo)
El caso es que, entre tener la madurez para asumir lo que quieres de la vida, de tus relaciones, amar sin poseer, tener responsabilidad afectiva, cuidar tu cuerpo y lo que entra o sale de él, no contraer una ITS y amar con libertad, sin ser omiso ni evasivo… en definitiva, los chavos no la tienen fácil. Yo como quiera me las arreglo en lo que espero la llegada del fin de mis días entre copas doble D y besos ajenos, mezcal y Panini de jamón con queso.
Como quiera este amar múltiple es más fácil que una relación monógama con una católica que se la pasa juzgando lo que hacen los demás en su tiempo libre o se arrepiente en cada encuentro amoroso y le llama a tu pretendienta porque resulta que tú solo quieres sexo: ¡ni te lo da ni deja que te lo obsequien!
Por lo pronto, bebo café en lo que espero que Estella llegue al depa con otras caricias dibujadas en la piel, otros besos y la infaltable bolsa de pan dulce para acompañar el café ardiente con que la reciben mis ojos. Bendita modernidad.