Un año sin Eligio Coronado. Benito Rosales

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Cocodrilo Bit

Un año sin Eligio Coronado

 

 

Por Benito Rosales

 

 

Este mes, el día 24 para ser exacto, se cumple un año de la muerte del maestro Eligio Coronado González. Parece que fue ayer cuando estuvimos esperándolo para la transmisión en Facebook de su programa Tiempo literario, a la cual nunca llegó. Un infarto le cortó la vida. Ese sábado se levantó temprano y fue a trabajar, como la mayoría de los días, en el espacio que donde realizaba sus labores literarias y de promoción cultural, que lo ocuparon prácticamente toda su vida.

Para los que tuvimos la oportunidad de conocerlo fue un golpe devastador la noticia. Estábamos conscientes de su edad, de la experiencia que tenía y de lo grande que era como escritor, pero no nos pasaba por la cabeza que pronto se iría. Eligio, a su edad, parecía fuerte. Y digo parecía porque seguramente le dolía algo o padecía quizá alguna enfermedad, pero nunca dijo; pocas veces hablaba de su vida personal. Era muy reservado. Las pláticas con él normalmente se centraban en los libros, en la obra de los escritores, en los motivos de los autores para escribir. Poco o nada de su energía se dirigía hacia otros temas.

Esa semana, el miércoles, estuve platicando con él por Messenger. Normalmente ese día él me pasaba las fotos y datos de las personas que íbamos a presentar el sábado. En esa ocasión el turno era para José Trinidad, a quien el maestro quería hacerle un homenaje por medio de una lectura de la obra del buen Trini. Ese mismo día le envié el flyer para compartir en redes y platicamos brevemente sobre cómo sería el programa. No pasaba por mi cabeza que esa conversación virtual sería mi última charla con el maestro.

Un año después sigue presente en nuestras conversaciones. A menudo, en los espacios que visitó llevado por el tema de la literatura, es casi inevitable que salga su nombre y hablemos un poco de lo mucho que hizo. Las muestras de cariño siguen siendo vastas. El maestro consagró sus últimos años a impulsar a nuevos escritores y a consolidar a los que quizá estaban un poco más encaminados. La cantidad de personas que conocía y conectaba por medio de sus actividades era impresionante. Alguna vez alguien me preguntó cómo se podía hacer una transmisión como la del maestro, y mi respuesta fue que, más allá del equipo de transmisión, ya sea el celular o la laptop, la clave era la red de personas que él tenía. Fueron 74 años de escribir, de generar el oficio. No tengo idea de cuánta gente conocía, pero en ocasiones, en sus transmisiones, había tantas personas que no cabía en el lugar y tenían que estar afuera esperando turno para leer o para saludarlo.

Como su alumno, me quedo con dos cosas como su legado más importante hacia mi persona. Una es priorizar el amor a los libros y a la literatura como principal puente para conectar con los otros, más allá de si son autores consagrados, si tienen libros, si solo leen, o si escriben poco o nada. Es el amor a las letras el puente para encontrarnos. A mitad de esa conexión encontraremos aquello que nos une y podremos compartir nuestro sentir, nuestros escritos, nuestras lecturas, etc. Y dos, el foco es el oficio de escribir; no hay que distraerse con temas secundarios ni con cosas relacionadas con temas ajenos a las letras. Lo importante es el cuento, el poema, la persona como autor de los textos, y nada más.

Eligio nunca me dijo esto tal cual lo escribo, no se detuvo un día y me habló diciéndome: «Benito, quiero que…» No era su estilo ni su manera. El maestro enseñaba haciendo, y yo fui descubriéndolo cada día que platicaba con él, cuando tuve oportunidad de ir a su taller, y cuando pude acompañarlo tantos sábados a su transmisión. Ahora, en su ausencia, trato de mantenerlo presente, de recordarlo con agrado, siempre agradeciendo a la vida la oportunidad de haberlo conocido, la suerte de coincidir. Hoy, mañana y siempre, diré con orgullo que fui su alumno, y que, más allá de mis avances en el oficio de escribir, lo poco o mucho que haga, lo intento en su nombre. Finalmente, como él escribió en sus Espirituarios: «Ya sé que están vivos. Que no murieron conmigo. No se preocupen por mí, estoy bien. nadie se culpe, fue un accidente. No hay resentimientos. A cualquiera le pasa. Morir es cosa de todos los días».

 

22 junio 2024

 

 

 

 

Benito Rosales Barrientos nació en Monterrey, ha participado en talleres literarios de su ciudad natal. Es autor de los libros: Sobre la cornisa del laberinto, poemas; Cuando estos cielos caigan como ojos de gato, poemas; Las flores del jardín, cuento, 2017; La niña y la serpiente, cuento, Metimos la pata, entre otros.

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