Dintel de Almudena
El Camino de la Libertad
Por Almudena Cosgaya
Ella decidió tomar sus cosas y salir al mundo. Un mundo tan vasto que asustaba, pero cualquier cosa era mejor que permanecer en esa casa de cuatro paredes que la hacía sentir atrapada como en una caja. Sacó las llaves del auto y emprendió el viaje. Él la llamó dos horas después rogándole que regresara, pero luego la maldijo. ¿Había hecho bien en huir? La respuesta la encontraría al atardecer, cuando por primera vez se sintió libre para soñar, gritar y vivir.
Optó por un camino rural, alejado de las miradas curiosas, y buscó refugio en una granja. Durmió sobre heno, rodeada de animales, pero incluso eso era preferible a su antigua cama cargada de recuerdos agridulces. La sombra que la observaba desde una esquina le resultó extrañamente reconfortante, como si la acompañara en su soledad.
Sin embargo, nada de eso se comparaba con las pesadillas que había vivido con él. Atada, sin poder escuchar su propia voz, sin fuerzas para luchar. Durante año y medio la idea de escapar había sido su única compañera. Finalmente, logró liberarse de aquel lugar que, aunque parecía un palacio, ahora le resultaba escalofriante.
Al amanecer, reanudó su viaje. La sombra se había acomodado en el asiento trasero del auto, pero no le molestó; al menos tendría alguien o algo con quien conversar. Estaba a punto de llegar a la ciudad donde vivía su familia y donde estaría protegida. Sin embargo, un par de patrullas la detuvieron; los oficiales le ordenaron bajar del vehículo.
Él, el hombre que la había lastimado, humillado, encerrado y secuestrado, todo legalmente bajo el título de “esposo”, había presentado una denuncia por abandono y robo del automóvil. Las lágrimas brotaron de sus ojos, su corazón latió con fuerza, y el miedo la invadió.
―Por favor, déjenme escapar ―suplicó.
Pero aquí viene un secreto; la sombra no era solo un espectro protector. Era algo más antiguo, más oscuro. Había sellado un pacto con ella, un pacto que ahora cobraba su precio. La sombra no solo la acompañaba, sino que también la protegía. Cuando el esposo la miró con desprecio desde la patrulla, la sombra emergió de su asiento y se fundió con él. El hombre, atormentado por visiones y remordimientos, se convirtió en el nuevo prisionero. La sombra había encontrado un nuevo anfitrión.
La sombra no era solo un ser vengativo. Era un guardián ancestral, un protector de los desamparados. Había estado esperando durante siglos a alguien como ella, alguien con la suficiente valentía para enfrentar a su pasado y liberarse. La sombra no solo quería venganza; también buscaba redención.
Así, ella continuó el viaje, libre y acompañada por su inusual aliado. El camino de la libertad no era recto ni predecible, pero al menos ya no estaba sola. Y mientras conducía hacia el horizonte, la sombra le susurró palabras antiguas, secretos olvidados y promesas de un futuro diferente.
Excelente, escrito. Muchas gracias
Cómo siempre es un placer, esperar los lunes. Gracias por compartir.
Excelente 👌
Me quedé con la duda que le susurro!?
Muy buen escrito como siempre