Cayena
Por Jaime González Crispín
Cayena ha vuelto, luego de meses de no verla. Estoy tomando una cerveza a su salud.
Sigue por el mundo, entrando sin pedir permiso, abriendo candados y cerrojos de puertas y portones para avisar a hombres y mujeres, fecha y circunstancias de cómo habrán de morir.
A mí ya me dijo que me toca en diciembre.
Cuando le da la gana, como hace muy poco, Cayena viene a mi vida, a mi trajín, y me habla de sus cosas y vaticinios.
Me dice que estuvo con Aníbal, uno que vive en Charcos, San Luis Potosí, a quien le fue a avisar de su muerte. Cayena se le presentó. Le dijo fecha y hora de su partida.
—¿Cómo lo tomó? —pregunté.
—Tranquilo; aunque insistió mucho en que le dijera el modo, el cómo sería su fin.
—¿Hay algo en la historia de Aníbal que lo haga temer por la forma de morir?
—Sí. Su padre y dos de sus hermanos murieron vía suicidio.
—Uy, qué grueso. ¿Y a él le pasará igual?
—No, no sé. Y ni te lo voy a decir.
Cayena gusta mucho del café.
Me dice que a los señalados para morir les recomienda que tomen un vaso grande de cerveza, o dos, antes de irse.
—¿Esa es una orden o una sugerencia?
—No me importa. Mi asunto es que mueran y ya.
—Eso es cruel. El día de mi muerte, Cayena, no tomaré cerveza, sino café.
—Haz lo que quieras, el punto es que mueras.
—¿Y dejar de ver tus ojos bonitos?
—Estás loco, ¿lo sabías? Loco de remate.
Hoy ya lo saben, pues.
Si Cayena les visita y dice cuándo y la forma en qué van a morir, tengan a la mano una cerveza.
Sí, una cerveza.
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Jaime González Crispín es profesor, por la Escuela Normal de Durango, con grado de Iicenciatura. También estudió en el Taller de Escritura Narrativa, en la Universidad Juárez del Estado de Durango y en el Taller Levriano de Escritura, Querétaro. Ha publicado los libros de cuentos Matemos al cura, Alambre de Púas y Trece veces por minuto. Están inéditos sus novelas Eva Gorrión, o la monja que mató a su hermana y Casi quince, además de su libro de cuentos El mal samaritano.