Una conversación en la Lubianka (o acerca de los poetas suicidas). Gustavo Hirales Morán

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Una conversación en la Lubianka (o acerca de los poetas suicidas)

 

 

Por Gustavo Hirales Morán

 

 

“Me dan náuseas usted

y sus máximas de Plejánov”,

dijo con aspereza.

“En esta celda hay marxistas

de diferentes tendencias, pero,

en lo que respecta a la poesía

sois todos unos obtusos,

no comprendéis nada en absoluto”.

 

Dicho lo anterior, aquel hombre

de manos grandes y maneras toscas

y, a su peculiar modo, culto,

(en algún tiempo él mismo

había escrito poemas)

se volvió a sentar en su camastro,

más preocupado que satisfecho

de sí mismo,

pensando no tanto en el siguiente

interrogatorio, inexorable como

la muerte o las malas noticias,

pero sin duda en el oscuro presente

de la poesía rusa,

piensa en su amado Nekrasov,

en su Pushkin,

en el sensible, rebelde y malogrado Maiakowski

(“A todos! No se culpe a nadie

de mi muerte y, por favor,

nada de chismes”, escribió Vladimir

elevando su mirada hacia el Kremlin);

en Boris Pasternak y Anna Ajmátova,

sin olvidar a Marina Tsvetáieva

ni a Osip Mandelstam,

a su Serguei Esenin y sus famosas

últimas palabras, escritas ‒literalmente‒

con su sangre:

“En la vida no es ninguna novedad morirse,

y vivir no es, por supuesto, algo más nuevo”.

 

Naturalmente nuestro héroe

(hundido hasta el último sótano

del último pasillo,

en el monumental y lóbrego

palacio de ladrillos amarillos,

frente a la plaza Lubianka,

desde donde hubiera podido ver,

en otras condiciones,

la estatua de Dzerzhinsky),

nunca oyó hablar de Paul Celan,

el poeta judío y francés

(nacido como Cioran, rumano),

quien antes de saltar

del puente Mirabeau

a las aguas más bien

frías del Sena

(era el comienzo de la primavera

y la depresión no cedía),

por propia mano

subrayó la frase:

“A veces este genio se vuelve

oscuro y se sumerge

en el pozo amargo de su corazón”.

 

Celan, que por los tiempos

de esa conversación vivía

(es un decir),

en su propio y fascista campo

de concentración,

escribiría después: tiempo es

de que sea tiempo…

 

 

 

 

Gustavo Hirales Morán, escritor mexicano, ha publicado La Liga 23 de Septiembre, orígenes y naufragioMemoria de la guerra de los justos, El complot de Aburto, Camino a Acteal, Chiapas, otra mirada y Siempre de nuevo. Escribe también periodismo en El Nacional y Unomásuno, Nexos y Etcétera.

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