En el aniversario del Che. Gustavo Hirales Morán

En el aniversario del Che

 

 

Por Gustavo Hirales Morán

 

 

Bienaventurados los que se aman a lo largo de sus noches.

Dulce canción los ata: la voluptuosidad que parece infinita.

Para ellos crece en silencio el verde pasto, la primavera adorna sus jardines

y la brisa del mar, la fresquísima, acaricia la frente,

besa el fulgor de una mirada oscura, se extasía y se pierde

en la curva perfecta de unos labios.

 

Digo: quienes agonizan junto al cuerpo amado

y se dieron tiempo, antes del responso,

de limpiar atuendos, escoger pecados,

no son los que murieron en barrancas nocturnas

Embriagados de gozo al verse malheridos…

 

Unos intuían que en las profundidades imperaba la ley

y se dispusieron, serenos, a esperar su llegada.

Hubo otros, ávidos de impaciencia; se asieron a la vida

como a una brasa; dicen que sin amor, pero amorosos

                                                           en su delirio extremo.

 

 

Alguien los vio pasar, sucios, desencajados, acaso perseguidos,

mascullando “por siempre”, “jamás”, “regresaremos”…

 

Embriagados de olvido cuentan sus cicatrices

con los dedos, y en cada aniversario celosamente

inclinan sus desvaídos, vandálicos recuerdos,

ante el que armó su voluntad con frenesí de arquero.

Solo para caer desde lo más alto

en medio de los gritos ligeramente histéricos

de los que hicieron de la premonición

Balido de batalla y, farsantes,

                                               se llamaron “epígonos”…

 

No fueron días de gloria, Baudelaire, de acuerdo;

mas qué decir del maltratado orgullo

de los que combatieron, y con qué irónica sonrisa

agradecer las esquelas hipócritas, los mentirosos duelos.

“En honor” del tropel de errantes insurrectos: cese el

viscoso humor del arrepentimiento.

 

Levantemos mejor los espumosos tarros,

no para celebrar los larguísimos días de humo y guerra,

de una tripulación violenta y lúdica que es

Ahora nada: polvo en el viento.

 

No para recordar la patética prisa de quienes,

antes de caer,

escribían su epitafio: “los que estábamos vivos

nos estamos muriendo”.

 

Mejor, sin amargura, brindemos por los vivos

y también por los muertos

Y al final, ¿por qué no?,

un brindis por nosotros, por el tropel hirsuto

de los que aún ahora,

nos imaginamos correr contra el viento.

 

 

 

 

Gustavo Hirales Morán, escritor mexicano, ha publicado La Liga 23 de Septiembre, orígenes y naufragioMemoria de la guerra de los justos, El complot de Aburto, Camino a Acteal, Chiapas, otra mirada y Siempre de nuevo. Escribe también periodismo en El Nacional y Unomásuno, Nexos y Etcétera.

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