Los mayas. Alberto Heredia Castillo

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Los mayas

 

 

Por Alberto Heredia Castillo

 

 

Grazietta Salcedo D’Crescenz, poblana de nacimiento, educadora y astróloga desde los años noventa, nos entrega ahora su libro El ojo de los dioses, el despertar maya. Es una novela que trata sobre un sacerdote sanador que desde niño es adoptado por su abuelo al morir su padre mordido por una serpiente cuando cazaba en la selva. Su abuelo era un sacerdote supremo dedicado a honrar al Sol desde su salida y presidir ceremonias destinadas a honrarle porque era el dios supremo de los mayas, aunque no el único, pues su panteón era de múltiples deidades como fue común en toda Mesoamérica.

El abuelo lo preparó en las artes de sanación, pero además lo llevó a descubrir los misterios de la selva, a aprender a dialogar con los aluxes, duendes protectores y con los animales y las plantas, con la Tierra, madre de los hombres y de la naturaleza, con las piedras y con los ancianos antiguos venidos de otro mundo y maestros de los humanos en las ciencias y las artes, en las labores diarias.

El alumno creció siguiendo a su abuelo en largas jornadas a la selva del área maya, que era muy extensa y se mantenía en constantes guerras entre los gobernantes que pretendían dominarse y dominar cada vez mayores territorios. En esos viajes fue aprendiendo todo lo necesario para llegar a sacerdote ya de joven y seguir siendo alumno de su abuelo que vivió hasta casi los noventa años.

En el trascurso el joven sacerdote conoció con su abuelo lugares muy antiguos construidos por los ancianos venidos de las estrellas, en una ciudad fantástica abandonada hacía muchos siglos donde había un cráneo de cristal que les permitía conectarse con ese mundo de donde procedían él y su abuelo, como los ancianos. Una caverna que brindaba unas piedras luminosas que el abuelo recogía y molía para curar a los enfermos en su ciudad y en muchas otras.

Todo ello fue aprendido por el joven sacerdote y lo usó para curar también a mucha gente, a nobles y guerreros. Su abuelo le enseñó a hablar con el espíritu de los enfermos para saber si debía curar o dejar que el enfermo partiera al inframundo, también a desdoblarse y acompañar al difunto para que encontrar el camino de la Gran Ceiba que le llevaba al inframundo y protegerles de los espíritus engañadores que eran oscuros y se ahuyentaban con la luz que los dos sacerdotes podían irradiar.

Siempre le recordó que había que pedir permiso a todo lo existente para disponer de hojas, plantas, raíces, piedras, porque nada podía arrancarse sin eso. Ambos, su abuelo y él, fueron embajadores de buena voluntad a muchas ciudades y consejeros del monarca de su propia ciudad. Aunque el joven sacerdote se enamoró de una hermosa joven a la que conocía desde niña, su abuelo le pidió que no se casara porque iba a causar tristeza con sus prolongadas ausencias, aunque la mayoría de los sacerdotes lo podían hacer.

Al morir su abuelo, el joven sacerdote cumplió con muchas misiones y curó a mucha gente, supo que había sido en otra vida esposa de un gran monarca y madre de uno de los más poderosos de la región y de sus hermanos.

Vivió como su abuelo casi hasta los noventa años y su alumno que encontró hacía ya años le sucedió, porque también era de la estirpe de las estrellas.

El “Ojo de los dioses” fue abierto por su abuelo para que viera lo que nadie podía ver y él mismo lo hizo con su alumno. En la novela se encuentran datos históricos muy interesantes y va en consonancia con el misterio del origen de los mayas y de la desaparición de tantas grandiosas ciudades antes de la llegada de los europeos.

 

 

 

Alberto Heredia Castillo nació en Chihuahua el 2 de julio de 1945. Escuela José Ma Mari 138 y Colegio Patria, la primaria, Benemérita Escuela Normal del Estado, Normal Superior José E Medrano. CCHEP. PCM. PSUM. PRD. Morena. Jubilado.

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