El Discurso. Leoncio Acuña Herrera

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Columna de Acuña

El Discurso

 

 

Por Leoncio Acuña Herrera

 

 

De niño fui bueno para los discursos, tanto para escribirlos como para recitarlos. Me aventé los de mi graduación en la primaria y en la secundaria, en Cananea, Sonora. Con la vuelta del tiempo me volví temeroso en el hablar, generalmente carraspeo, me atoro.

Bueno, pues el 21 de agosto pasado, a los 62 años de edad, fue la tercera. Saqué el mejor promedio en la generación de posgrado de Filosofía y Letras, incluyendo la maestría de periodismo y poder, con un diez redondo.

Por ende, en el Paraninfo de la UACH me tuve que echar el rollo que yo mismo escribí y que practiqué durante un mes, con mi esposa como testigo e implacable juez. Durante todo ese tiempo me acordé del libro de García Márquez “No vengo a decir un discurso”. Estuve a punto de declararme con Covid o afónico para que alguien más leyera lo mío.

Por fortuna la presencia de hija, ‒con embarazo de 8 meses‒, y de mi yerno, me envalentonaron. Además, sinceramente, ¿quién le pone atención total a los discursos?

Con la premisa de que las palabras se las lleva el viento, aquí transcribo la esencia del mensaje, quitando florituras y formalidades.

 

 

 

Con la era digital cambiaron muchos paradigmas de la comunicación.

Surgen amenazas como las fake news y la posverdad. Paradójicamente, ahora en las redes sociales circula más desinformación que nunca. También se abren, hay que decirlo, áreas de oportunidad para interactuar mejor con las audiencias.

En las clases de periodismo estamos obligados a analizar estos fenómenos, a dominar estas herramientas y a conocer las nuevas tendencias, incluyendo la Inteligencia Artificial, para fortalecer la innovación y la creatividad, y para promover la alfabetización mediática.

Las condiciones actuales demandan elevar los estándares de la profesión, para una mejor calidad en los contenidos, con rigor en los datos, con pulcritud en el lenguaje, con profundidad en las investigaciones, con respeto a la dignidad humana y a los valores universales.

Hay otros riesgos que se ciernen sobre el periodismo y que a veces confluyen.

Por una parte, el poder político cuando es intolerante y represor ante la crítica informada. Y por otro lado el crimen organizado.

Persisten vicios internos como la frivolidad, el amarillismo, la distorsión.

Acaso lo más denigrante sea lucrar con el oficio, ya sea con la autocensura o con el golpeteo permanente.

Ante esto, el periodismo debe situarse en una posición de contrapeso y equilibrio, sí denunciar para que se corrija, pero también contribuir a que se construya. Sí con libertad de expresión, pero también con responsabilidad social y con un alto sentido ético.

Debemos recordar que la función primordial del periodismo es la de informar y que la información es un bien y un derecho público. Así, el principal compromiso del periodismo debe ser con los ciudadanos, de ahí emana su valor más preciado, que es la credibilidad.

De nosotros depende que la esencia del periodismo perdure más allá de los formatos o plataformas que se utilicen.

El verdadero poder del periodismo, por el que hay que luchar a diario, es nada menos que el poder de la palabra, que no es otro que el poder de la verdad.

 

 

Pienso seguir con un doctorado, pero si me falta dinero, mínimo me inscribo a un curso de oratoria.

 

6 de septiembre de 2024

 

 

 

Leoncio Acuña Herrera, periodista y escritor, es licenciado en ciencias de la comunicación. Ha sido reportero en Novedades de Chihuahua, subdirector editorial de Norte de Chihuahua y jefe de información de El Heraldo de Chihuahua. Tiene maestría en periodismo por la Universidad Autónoma de Chihuahua.

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