Los relatos de un vidente II, de J. F. Benítez. Benito Rosales

Cocodrilo Bit

Los relatos de un vidente II, de J. F. Benítez

 

 

Por Benito Rosales

 

 

Conocí a J.F. Benítez en el programa Tiempo Literario que realizaba el maestro Eligio Coronado en Facebook. Un día llegó con dos de sus libros al café Monstera, el lugar donde se realizaban las transmisiones, y me los regaló. Ese mismo día me puse a leer y, tiempo después, hice unas reseñas de su obra.

Más allá de las creencias personales sobre las energías ocultas, videntes, fantasmas, etcétera, los relatos del libro son interesantes por las historias que dan soporte a los hechos paranormales.

En esta ocasión transcribo para ustedes el capítulo 3, llamado “Tres son multitud”, de Relatos de un vidente II, con la intención de que conozcan un poco más el trabajo de J.F. Benítez y se animen a leerlo.

 

 

Capítulo 3

Tres son multitud

 

Ya había mencionado a Carolina en otro capítulo de este libro. Era una pasante de odontología, muy bella, alta, de pelo negro azabache y de tez muy blanca, su cara adornada de pecas, la mirada profunda de sus ojos negros y una voz muy ronca muy sensual que provocaba un gran deleite al escucharla.

Por eso cuando pidió mi ayuda no dudé ni un instante en preguntarle cuál era su problema.

―Mire, señor Beni ―empezó a relatarme―, tengo un pretendiente al que conocí en una fiesta de una amiga mía. Mi duda respecto a él es si me está tomando en serio o solo estoy como pasatiempo. Él es extranjero y ya tuvo antes una novia, una chica mexicana de China, Nuevo León.

Como era camarada del grupo que habíamos formado en el Centro de Salud,  sentí que debía buscar la manera de quitarle la inquietud y resolver la duda que tenía.

―¡Claro! ¿Qué quieres saber? ―contesté con voz segura.

Mire ―continuó―, apenas iniciamos la relación, pero algunas amigas me dicen que él todavía anda con la antigua novia, y eso me tiene confundida y preocupada.

Me llegó a la mente la imagen de la chica con que había andado su joven pretendiente, llamado Sebastián. Empecé a describirle a Carolina la imagen que había recibido y le confirmé que su pretendiente ya no tenía ninguna relación con ella.

―¡Sí! ¡Es ella! ¿Cómo lo supo?

―No lo sé… solo tuve la visión.

Su rostro, normalmente pálido, estaba ahora sonrosado por la emoción, y con esa voz a la que nadie podía negarle nada, me dijo:

―Ayúdeme por favor, no sea malo. Desde que ando con Sebastián me han pasado cosas muy extrañas.

En ese preciso momento entró la doctora Laura Elena secundando la petición de la doctora Carolina:

―Sí, señor Beni, ¡ayúdela!

Allí estaban frente a mí dos mujeres hermosas y jóvenes invocando al unísono mi capacidad para resolver problemas. No podía negarme ni resistir sus ruegos.

―Está bien, te voy a ayudar. Voy a alinear tu energía para que te sientas mejor, con más confianza en ti misma.

Cómo iba a negarme a ayudar a alguien que estaba en busca de su felicidad,

―¡Gracias! ―contestó ella con voz llena de fe―. ¿Me puede acompañar la doctora Laura Elena?

―¡Claro! ―le respondí―. Busquemos un lugar apropiado.

No iba yo a realizar nada secreto ni oculto para nadie, y me alegró que Laura Elena estuviera presente, porque ella había sido ya testigo de lo que mi mente podía lograr realizando el ejercicio.

Entramos los tres a un consultorio que ese día no estaba ocupado.

―¡Qué bien! ―dijimos y nos reímos al unísono los tres.

Tomé como un excelente augurio haber iniciado el ejercicio con una motivación alegre. Después nos acomodamos cada quien en su espacio. Inicié el ejercicio de alimentación energética pronunciando en voz baja una oración relacionada con el propósito de aliviar la inquietud de Carolina, la pasante dentista. Estaba en total estado de concentración, tanto que al abrir los ojos me llené de asombro al ver a la doctora Laura Elena en pleno trance espiritual. Ahora tenía dos personas cuyas mentes y espíritus se habían rendido a la cadencia y serenidad de mi voz. ¡Era una escena increíble! Había hecho mi ejercicio para traer paz a la mente de una persona, y ahora tenía a dos bajo mi poder mental, en pleno ámbito hipnótico. ¡Era algo irreal para mí!

No le dije nada a la doctora Laura Elena de su total solidaridad mental con su amiga. Recibió de mi parte la misma energía positiva.

Pasó el tiempo, y me enteré que la doctora Carolina se había casado con Sebastián y formarían luego una hermosa familia. Jamás volví a verla, pero me da mucha alegría haber ayudado a aquella bella y sexy mujer, la de la voz ronca, a encontrar su felicidad.

 

Si les interesa leer la reseña que hice del libro, está disponible en la siguiente liga:

 

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21 julio 2024

 

 

 

 

Benito Rosales Barrientos nació en Monterrey, ha participado en talleres literarios de su ciudad natal. Es autor de los libros: Sobre la cornisa del laberinto, poemas; Cuando estos cielos caigan como ojos de gato, poemas; Las flores del jardín, cuento, 2017; La niña y la serpiente, cuento, Metimos la pata, entre otros.

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