Ricardo Morales con un grupo de amigos en el Festival Cervantino del Chamizal National Memorial, en El Paso
Una reina. Un café
Por Ricardo Morales
Mi Madre recién acaba de cumplir 91 años. Con la ayuda de mis hijos Hugo y Sergio, yo la cuido a diario con la presteza y diligencia del camarero de un palacio, que sirve a su reina.
Por todos nosotros ella es tratada como una verdadera reina, asi.
Es amor y genuina gratitud también. Dios ha sido bueno con nosotros y nos la ha dejado ‒para disfrutar su compañía‒ todo este tiempo. Y digo esto, porque cuando yo tenía nueve años ella tuvo un embarazo ectópico y fue operada de emergencia. Perdió mucha sangre y no podían regresarla de la anestesia. Y ya iba en camino de la muerte.
Pero se salvó.
Luego, ya en casa, ella fue quien me refirió vívidamente esa ECM (Experiencia cercana a la muerte). Fue la primera vez que escuché acerca de eso. A partir de entonces ella se convirtió en una persona altamente espiritual y desinteresada en las posesiones, desvinculada a los bienes materiales.
«La Muerte no es nada», me ha dicho. «Ese transito es una fantasía… Tu cuerpo muere, pero sigues existiendo como «una conciencia despierta, en una dimensión mucho más hermosa que esta, con colores y emociones mucho más nítidas, y una paz y tranquilidad profundas, indescriptibles, que en este mundo no se conocen».
Luego he conocido a otras personas que prácticamente murieron y que me han narrado experiencias similares.
Bueno. Ahora le digo asi:
―Madre reina… reina Madre… dime una cosa: Mira… tengo cafe recién hecho… ¿te traigo uno con crema y azúcar?
―Tienes cafe? ―contesta ella.
―Sí, recien hecho, especialmente para Ti, con mucho amor… quieres?
―Si, traeme uno.
Y enseguida le pregunto:
―¿Cafecito» (es decir, una taza)… o «cafesote»? (es decir, un vaso grande).
Y ella pide siempre lo mismo:
―¡Cafesote!
Es un gusto verla que lo disfruta, y se lo toma completo.