La calle ladina de la narrativa de lo cotidiano hacia la memoria de una cultura. José Alejandro García Hernández

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La calle ladina de la narrativa de lo cotidiano hacia la memoria de una cultura

 

 

Por José Alejandro García Hernández

 

 

La literatura se ha consagrado como un pilar de la preservación de la cultura, pues a partir de este arte se imprime, por medio de la técnica y habilidades de escritura, cada estrato y evidencia de la forma de pensar y concebir la realidad de cualquier época. La calle ladina de Jesús Chávez Marín retrata, desde una asombrosa naturalidad del lenguaje, las diversas situaciones y conflictos que conllevan distintos personajes en su cotidianeidad.

            Así como Francisco Cervantes de Salazar dialogó en su obra México en 1554 las preocupaciones, pensamientos y sentires de la naciente sociedad novohispana, la novela de Jesús Chávez Marín nos relata las tensiones, dramas e irónicas situaciones de un Chihuahua anterior y posterior a la pandemia del 2020.

            El propio autor nos introduce, desde el prefacio, la simbiosis entre la narrativa y los hilos dramáticos presentes en una escena, lo cual no deja de lado también una sensación lírica y catártica cuando se da resolución al conflicto o se establece un futuro punto de partida, el cual también será tarea del lector recrear su desenlace. Una muestra de ello es el relato “La niebla” (p. 42)

 

Había una vez un sapo que no se decidía a saltar; el agua parecía helada y nada tenía sentido. Dos horas después ya no la pensó más: el ruido en el lago se oyó rotundo, plop, luego del disparo.

 

            En el relato “Desalojo” el autor evidencia los cambios de la calidad de vida a partir de las sensaciones de la voz protagonista, donde se evidencian las consecuencias de la expansión inmobiliaria que ahora es parte de lo cotidiano, lo que deja claro el paulatino y a su vez vertiginoso cambio del sistema de adquisición de décadas atrás. (p. 27)

 

Me pidieron la casa y llevo cinco días batallando; he recorrido todo el centro y las que he hallado las rentan muy caras o están en ruinas. Quiero por este rumbo, es donde crecieron mis hijos, ya me acostumbré a vivir aquí, no me gustan las orillas en la punta del carajo, colonias cerradas y con caseta, no, amo los barrios de antes, donde he vivido siempre.
Ya tenía 17 años en esa casa y ahora la tengo que dejar; le pedí a la señora que me la vendiera en facilidades, pero quería de enganche un dineral, así nomás no.
Muy a gusto que viví tantos años, allí criamos a nuestros tres hijos mi marido y yo; luego él se murió y me dejó buena pensión y una cuenta en el banco, pero no me alcanza para quedarme acá. Yo no sé qué iré a hacer, Diosito santo.

 

            El transcurrir del siglo XXI ha evidenciado la modificación de los roles de género y esto representa una oportuna evolución de la sociedad occidental. Sin embargo, más allá de la lucha por la igualdad, aún permanecen estratos que critican y ocasionan burla hacia este cambio, dato que podemos recrear con “El Queso” (p. 36)

 

El Queso llegó tarde y ya se lo acababan los compañeros, has de haber batallado mucho para que te dejaran salir, le decían, primero tuviste que lavar los trastes y planchar toda la ropa, de mandilón no lo bajaban. A mucha honra, les contestaba, ya no soy un neandertal como ustedes, ya evolucioné, trabajo en mi casa hombro con hombro con mi esposa, soy igual a la humanidad completa, no un iluso cacique doméstico. Risas y burlas le sobraban al Queso, hasta que conseguía cambiar de tema platicando de hijos y escuelas y juntas con las compañeras de la Generación 2011 de Conta.

 

            La sociedad del capitalismo, el consumismo y las apariencias forman parte también de la identidad de distintas tradiciones que pierden el encauce de una vida práctica e intelectual, las cuales abandonan los valores y la formación de una cultura humana. En “Troca de agencia” se evidencia un desenlace de esta actitud. (p. 51)

 

La sacaste nuevecita, en la agencia sirvieron pastel de chocolate y te despidieron con un arco y un ramo de globos y luego a batallar para las mensualidades, pero eso sí, troca muy buena para el trabajo y la familia feliz. Un año después terminó el mantenimiento de garantía, fuiste haciendo desidia. Cuando te chocaron el fénder, te dieron buen dinero por los daños y lo gastaste en otra cosa, ahi después la llevo al taller de Alfredo, pero no, fuiste haciéndote pendejo y nunca la llevaste. Se cayó la manija de la puerta y le pusiste unas pinzas perras por mientras; todavía es hora que allí están. Las llantas de plano ya no admitían el desponchado, comprabas usadas en vez de ponerle nuevas, que a lo mejor más adelante, decías. Y así los muebles se van descuidando. Un día alguien en la calle les toma una foto y miras lo que queda de troca.

 

            En este sentido, pero desde una personalidad distinta, se externa el ensimismamiento de una persona que no busca insertarse en el ácido universo de la gala y presunción, sino en esa pugna interna por conservar sus bienes. El cambio de una filosofía de vida es evidente en “Europa”, espacio donde la voz protagónica cuenta con un objetivo específico en la vida, y claro, imprimiendo el valor capital y práctico. (P.60)

 

El avaro metódico era muy agradable, lo fue desde jovencito y hasta la fecha, siempre y cuando no se presentara el asunto de los centavos porque entonces sí se paralizaba, se quedaba callado o se retiraba del lugar. Mucho cariño verdad, pero que no contaran con él para socorros ni dádivas.
A pesar de que había heredado de su madre una gran fortuna, y podría decirse que era un hombre acaudalado, vivía en forma discreta, gastaba apenas lo indispensable para él y su señora esposa, tocaba lo menos posible las inversiones en el banco para que ganaran más dividendos y, sobre todo, para no gastar.
Ella al principio se sentía lastimada y triste de que él fuera tan miserable con todo, pero a la vuelta de los años, por amor y por costumbre, se fue haciendo a su modo, y ya era tan poquita como el marido. Desde al principio habían decidido no tener hijos. Salen muy caros y son muy ingratos, decían, y se complacían barajando ejemplos de ingratitud y derroche.
Ahora que son viejos ya no procuran a nadie y ya nadie los procura. La pensaron mucho pero luego de años y años de cavilaciones hicieron un viaje por varios países de Europa, procurando gastar lo menos posible, como siempre.

 

            ¿Quién no se emociona al sentirse identificado en conocer una historia en los lugares que visitamos diario? El género narrativo de la literatura establece los tres elementos básicos que conforman a la trama: espacio, tiempo y personajes. La calle ladina de Jesús Chávez Marín presenta como escenario a lugares conocidos y también desconocidos de la urbanidad de Chihuahua, en una temporalidad que evidencia el arraigo del siglo XX y camina hacia una fluctuante sociedad del siglo XXI, inmersa también en el contacto humano a través de la tecnología. Los siguientes dos relatos nos traen al recuerdo situaciones donde el alma humana está prendida de un hilo. En “Dos almas” se narra el trágico desenlace de aquellos hechos noticiosos de accidentes viales de la Avenida cantera y en “Primeros auxilios”, ocurridos en el Canal del Chuvíscar. Con estos relatos, Jesús Chávez Marín comparte la conmoción, desde una estética sensible y excelentemente prosificada, aquello que no puede relatarse en una nota periodística. (p. 16 y p. 37)

            No solamente del espacio físico se conciben los escenarios de La calle ladina, sino también el espacio mental y emocional de una sociedad chihuahuense que comparte las consternaciones de la llamada aldea global del siglo XXI,  como el caso de “Ritmo” y “En la cola” El desarrollo narrativo de estos dos casos manifiestan dentro de un espacio interior los diversos conflictos y cavilaciones que se entraman en el espacio mental de un ciudadano promedio. (p. 30 y p. 34)

            Si se me permite, comparto mi gusto personal por uno de los siguientes relatos, titulado “Altercado”, puesto que Chávez Marín imprime con una redacción certera el sentido a los términos “No tener palabras” y “No tener palabra”

(p. 22)

 

El Gordo quiso disculparse con Lalita:
―No tengo palabras.
Ella le contestó:
―Lo que pasa es que no tienes palabra, Gordo, eres un mentiroso, poco hombre, cobarde, maldito miserable. Culero.
Ella sí tenía.

 

En el relato anterior, el lenguaje mordaz y directo permite al lector identificar el giro a la tensión narrativa basada en dos interlocutores, además de referirnos una revelación contundente sobre las dos personalidades.

            La calle ladina de Jesús Chavez Marín nos encamina hacia ese sendero donde una persona como transeúnte puede atestiguar al recorrer el vecindario aquellas narrativas fugaces que llegan al caminante mientras se ocupa en sus actividades y tiene la oportunidad de coincidir con los demás personajes de esta ciudad. La calle ladina, además de ser una obra literaria que guardará memoria de una ciudad que transita en los vertiginosos cambios del siglo XXI, es una invitación para adentrarnos a conocer las distintas escenas que transcurren mientras caminamos por este sendero. Todo esto es gracias al manejo magistral del lenguaje que prosifica Jesús Chávez Marín, un lenguaje que manifiesta la realidad y la evolución de una ciudad que se mantiene viva y que encuentra diversas resoluciones a los problemas cotidianos, y de los cuales, muy probablemente, nos identifiquemos más de una vez.

 

Chavez Marín, Jesús: La calle ladina. Editorial Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua, México, 2023.

 

 

 

José Alejandro García Hernández es doctor en educación, artes y humanidades, maestro en humanidades y licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Es profesor de tiempo completo, coordinador de la licenciatura en letras españolas de la Facultad de Filosofía y Letras y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Desarrolla investigación en las áreas de literatura prehispánica e hispanoamericana de la Colonia, literatura de la Revolución, novela política, literatura transmedia y narrativa del videojuego. Ha publicado artículos de investigación literaria y transmedia en revistas de Chile, Colombia y México. Colabora como evaluador en las revistas Leteo: Revista de Investigación y Producción en Humanidades de la UACH y Laboratorio, de la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile.

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