Columna de Acuña
La vida genera vida
Por Leoncio Acuña Herrera
Este 5 de marzo habré cumplido 62 años y en 2024 seré abuelo por primera vez.
Esto lleva a reflexionar sobre dos asuntos aparentemente triviales: el tiempo que vivimos, y lo que se ha dicho sobre él. Y la prolongación de la especie humana a través de nuestros descendientes.
Guardo en la memoria mi primer cumpleaños a los cinco en el poblado sonorense de Bacoachi, a donde llegaron mis abuelos paternos.
Otro recuerdo fue cuando cumplí 19, en 1981, estando en Guadalajara. No entendía por qué un maestro me dijo: “¡qué envidia”.
El tema de los cumpleaños llama la atención porque, si bien estamos festejando que seguimos viviendo, en estricto sentido un año más nos acerca inexorablemente a la muerte.
Pese a ello, conozco amigos y familiares que no solamente se suicidarían si nadie los felicitara el día de su cumpleaños, sino que duran días, a veces semanas, auto celebrándose.
No falta quienes aprovechan el auge de las redes para “agradecer” a quienes los felicitaron, aunque en el fondo es un ardid para que los feliciten quienes antes no se dieron cuenta.
En el asunto del tiempo el concepto depende de la civilización y la manera de que nos marca. Octavio Paz hizo una reflexión en la materia, en Conjunciones y disyunciones, al escribir sobre el Eterno Retorno en algunas civilizaciones antiguas, el tiempo en espiral, y por supuesto el tiempo lineal a partir del judeocristianismo.
Lo peor de todo es perder el tiempo, dice la consigna, aunque muchas veces en ella subyace la idea materialista del progreso: trabajar para producir, producir para acumular ganancias, para sobrevivir en un mundo comercializado. Tánatos sobre Eros.
Pero “perder el tiempo” para un poeta, un escritor, un pintor, es muy diferente al concepto anterior. El ocio, que dicen es la madre de todos los vicios, para los creadores, que no solo piensan en pesos y centavos, es la madre de la imaginación y de la creación.
Por eso, aunque no sea uno creador, no hay que arrepentirse de lo que pudo haber hecho y no hizo. Si no lo hizo es simplemente porque no se dieron las circunstancias, no se tuvo la voluntad o las ganas. Por eso no es recomendable aconsejar a los jóvenes con que “no pierdan el tiempo”, porque finalmente es la vida de cada quién.
El segundo tema es el de la paternidad segunda, el ser abuelo. Ahora entiendo el entusiasmo que esto suscita, porque ahí se abre la oportunidad para uno de reivindicarse con los hijos de los hijos, de hacer con los terceros lo que uno no hizo con los segundos.
No es que haya sido un mal padre, pero me hubiera gustado haber pasado más tiempo ‒otra vez el concepto‒ con mi hija. Las circunstancias y la distancia no lo permitieron.
Así que, sí, reinventaré el tiempo. A mis 62, con la nieta o nieto, para intentar reivindicarme. Ya les diré si lo consigo.
Espero generar tan buena imagen como las que dejaron en mí los abuelos paternos, a los únicos que conocí, que si intentaron reivindicarse conmigo lo lograron con creces, aprovecharon bien su tiempo. Sí, en algunos aspectos superaron a mis padres. ¿Les ha pasado?
1 marzo 2024
Leoncio Acuña Herrera, periodista y escritor, es licenciado en ciencias de la comunicación. Ha sido reportero en Novedades de Chihuahua, subdirector editorial de Norte de Chihuahua y jefe de información de El Heraldo de Chihuahua. Actualmente cursa la maestría en periodismo en la UACH.