Arnal, la osadía de ser artista. Willivaldo Delgadillo

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Arnal, la osadía de ser artista

 

 

Por Willivaldo Delgadillo

 

 

23 diciembre 2021. No tengo palabras para expresar la pérdida de nuestro amigo Mario Arnal Guadarrama. Comparto estas que escribí en el verano para la revista Rancho las Voces. Abrazos.

 

 

Conocí a Mario Arnal a principios de la década de los ochenta, pero lo había visto muchas veces en las calles de la ciudad. Su figura quijotesca se movía en el imaginario urbano con un cuaderno bajo el brazo; encarnaba al artista por excelencia, una manera de estar en el mundo. En el centro proliferaban las librerías y los cafés como el Saratoga, el Avenida, la Nueva Central y el Mike´s. En esos lugares se reunían estudiantes, reporteros de El Fronterizo, ubicado a unas cuadras, y aspirantes a artistas. Se conversaba intensamente sobre temas políticos, literarios y sociales. En las aceras había puestos de periódicos donde se podían conseguir diarios y revistas de la Ciudad de México, y también libros y fascículos especiales.

Arnal nació en la mitad del siglo pasado (1947) y desde muy joven tuvo contacto con las artes. Su padre, fundador del Estudio Arnal, fue uno de los fotógrafos más conocidos de la ciudad. Sin embargo, era un hombre chapado a la antigua que no veía con buenos ojos las expresiones libertarias de sus hijos. Después de varios intentos fallidos, a los diecisiete años el joven Arnal se fugó con su novia a la Ciudad de México donde vivió de 1964 a 1967. Ahí trabajó como iluminador en varios estudios fotográficos, oficio que había aprendido de su hermano mayor, Eugenio, a quien siempre ha considerado su maestro. El trabajo de iluminador, muy cotizado en aquella época, consistía en retocar las imágenes en blanco y negro para dotarlas de color.

A su regreso, la ciudad empezaba a vivir una transformación importante. Ahora contaba con una nueva infraestructura urbana y cultural. Su primera exposición fue en el vestíbulo del Auditorio Cívico Benito Juárez que había sido inaugurado apenas unos años antes. En esa ocasión expuso 28 aguatintas. Era el año 1968 y Mario estaba por cumplir veintiún años. Ya para entonces había abierto sus puertas el Museo de Arte e Historia del Pronaf. Más tarde se construiría el Museo de Arqueología del Chamizal con sus jardines y senderos dedicados a las culturas mesoamericanas. La apertura de estos recintos culturales influyó en la formación de Arnal y sus contemporáneos. Hace dos años encontré en la Biblioteca Pública de El Paso un programa de mano que documenta un evento realizado en el Museo de Arte e Historia del Pronaf en el que Arnal y el poeta Ulises Luna rindieron homenaje a Julio Cortazar. El tríptico está fechado en 1971. En esa ocasión le escribí a Mario para preguntarle quién era Ulises Luna, puesto que no lo ubicaba como parte del grupo de escritores de su generación, como Juan Escárcega y Armando Arenas. Definió a Luna como poeta, actor, músico, payasito callejero e integrante destacado del movimiento intuitivista.

El intuitivismo se inicia en 1971, con la obra de teatro El Loco del Año 3000, escrita por Francisco Alberto Hernández, un monólogo actuado precisamente por Ulises (Ysmael) Luna y dirigido por Jesús de Mendoza Pano. El movimiento se caracteriza por su vocación interdisciplinaria: escriben, dibujan, hacen teatro formal y participan en el espectáculos callejeros. Para el montaje de la obra organizan algunos happenings. Se ponen a pintar en cartulinas en varios lugares del centro: afuera del cine Variedades, frente al café Saratoga, y en la acera de la Aduana Fronteriza. Además de promover el espectáculo, las pinturas sirven como parte de la escenografía, y algunas son expuestas en el vestíbulo del teatro, una vez más el Auditorio Benito Juárez. Posteriormente, la obra se va de gira. Se presenta con éxito en Chihuahua y en Guadalajara.

Mario me contó que Ulises Luna había sido seminarista y lo describió como un joven sensible, inteligente y honesto:

 

De una gran paz y nobleza. El hippismo lo envolvió, como lo hizo con muchos de su generación. Había una mística y él fue radical. Después de la gira del Loco del Año 3000, nuestro poeta se dedicó a viajar por el país de a morralazo, con otro camarada llamado Heber (así le decían). Y en un viaje a Monterrey N.L. se bajaron en Saltillo, Coah. a darse un churro y que los pesca la chota… y para el bote. Con un malvado juicio que duró cinco años, lamentablemente. Yo lo visité una vez y salió por fin. Solo que convertido en un ‘Niño de Dios’, aquella secta de salvaba chavos en esa misma condición. Y regresó a Juárez pero ya casado y con un primer hijo. Y luego, se quedó allí, en los cruceros de las calles, indistintamente. Y luego, de payasito, haciendo figuras de cosas y animales y manteniendo a su familia. Hasta que murió rodeado de sus hijos y de su mujer. Así, brevemente, esta historia del poeta Ysmael Luna. Un abrazo querido amigo. (Carta de Mario Arnal).

 

Otros integrantes distinguidos del movimiento intuitivista fueron Miguel Ángel Moreno y el poeta nicaragüense José María Lugo. En la escena cultural de entonces figuraban también bandas de rock como la Semilla del Amor (Posteriormente Revolution). El legendario guitarrista Salvador Muñoz, conocido como El Tata, formó parte de esa generación.

Mario Arnal ha luchado sin tregua por el derecho al arte y la cultura. Lo ha hecho desde la gestión cultural, pero también desde sus posturas personales. Siempre he admirado su persistente labor como promotor cultural, pero lo que más me llamó la atención cuando lo conocí en los lejanos años ochenta era que trabajara de artista: una osadía en un mundo dominado por las actividades comerciales e industriales. En pleno auge de la industria maquiladora, Arnal impulsaba el Taller Libre de Experimentación Plástica (TLEP) en la Plaza Cervantina. El Taller fue un espacio de formación para pintores más jóvenes como Alfredo Tellez Bandido, Enrique Ramírez y Arturo Quintana Vasarely.

Durante tres lustros, la Plaza Cervantina y el TLEP fueron puntos de encuentro para teatristas, escritores artistas plásticos y bohemios. La bohemia, entendida como una actividad creativa comunitaria y comunal, sin afanes de lucro, sino como ambiente propicio para crear formas alternativas de convivencia, era desde entonces un acto de resistencia ante la depredación utilitaria de la vida en la ciudad. En ese sentido, esa generación fue bohemia y festiva. Desde hace veinticinco años, Mario vive en la capital del estado de Chihuahua, pero se queja de que la gente es seca: “en cambio Juárez me sigue sorprendiendo. Es una fiesta. Parece que están en carnaval. Al lugar donde vayas se hace fiesta”.

A principios de los noventa tuve una relación más cercana con Mario. Nos acercó el Movimiento de la Toma del Inba y su prolongación en la Coalición de Artistas e Intelectuales (CAI). Lo considero uno de mis hermanos mayores. Con él aprendí la disciplina del artista. Durante un tiempo compartimos una casa estudio en el barrio Cuauhtémoc, un barrio viejo cercano al puente internacional de la avenida Lerdo. Cotidianamente veía el respeto que le tenía a su oficio, el amor con el que trataba los materiales y sus instrumentos de trabajo. No lo hacía de manera obsesiva o neurótica. Todo fluía como una segunda naturaleza. En varias ocasiones, al ver en caos en el que me manejaba, me hizo ver la importancia organizar mis papeles dispersos sobre el escritorio. Con el tiempo le hice caso, pero no creo haber alcanzado ese nirvana creativo que a veces asomaba en las actividades compartidas con Arnal.

Mariote, como lo llama con cariño Antonio Muñoz Ortega—otro hermano mayor— valora sobremanera la amistad. No es de los que defienden a sus amigos a ultranza; más bien siempre trata de destacar sus virtudes y su talento sobre sus defectos. Le regocija saberlos talentosos y lo descorazona ver como en algunos casos dilapidan su talento. En los noventa organizó un Homenaje en Vida al ahora fallecido pintor Francisco Chato Reyes. Más recientemente hizo un homenaje por Facebook para conmemorar a Remigio Córdova, el fotógrafo chihuahuense que murió en la tromba que en 1991 azotó a Chihuahua.

Impulsor de procesos colectivos, Mario fue el motor de Rueda de Escalera y Pintura en Vivo, proyectos realizados a principios de los años noventa que convocaron la participación de poetas, coreógrafos, actores y artistas visuales en torno a dos ideas: la colaboración entre creadores y nociones muy propias de arte público. Sobresale Rueda de Escalera. La propuesta inició con un poema escrito por él. Luego el compositor Carlos Leyva entró en diálogo con el texto, y Carmen Galán Benítez y Gilberto Barraza hicieron una interpretación coreográfica. Ese acontecimiento multidisciplinario se celebró en 1992 en la Sala del Inba. No se trataba de una obra de teatro, o de un recital, sino de un experimento, la recreación escénica del proceso artístico.

Tenaz y festivo luchador social desde las trincheras del arte y la cultura, en 1992 anduvo por las calles de la ciudad como candidato a dirigir el Consejo Municipal para la Cultura y las Artes, encarnando en ese performance una parodia elegante de los políticos que ese año se disputaban curules, alcaldías y la gubernatura del Estado. Se condujo con respeto y caballerosidad, una actitud del todo congruente con su vida personal. El objetivo de esa campaña fue poner al arte y la cultura en el centro del debate político. Luchó por la creación y democratización del Consejo Municipal para la Cultura y las Artes y fue parte del comité técnico del Instituto Chihuahuense de la Cultura. En ambos organismos representó a los artistas visuales. En esa época hubo un desfase entre generaciones. A diferencia de algunos contemporáneos suyos que tenían una perspectiva burocrática y elitista, Mario conectó con la visión que teníamos quienes en ese momento veíamos a la ciudad no como un receptáculo donde sembrar las fecundas semillas de la cultura legítima sino como un espacio con sus propios procesos y signos culturales.

Desde hace más de veinte años vive en Chihuahua donde durante algún tiempo mantuvo una disputa dominical con las autoridades municipales por el derecho a que los artistas y los ciudadanos puedan expresarse libremente en el espacio público. También ha sido simpatizante del movimiento zapatista y adherente de la Otra campaña, lo cual lo llevó a viajar a las comunidades autónomas zapatistas en por menos cinco ocasiones.

Sin embargo, Mario Arnal es ante todo un artista, un dibujante exquisito que considera que la obra es delicada y necesita toda la atención. En una larga conversación telefónica sostenida hace unos días, recapitulamos algunas de las cosas que les he contado en esta breve semblanza. Le comenté que me parecía que una parte importante de su obra era su contribución en crear un ambiente propicio para las artes. Agradeció mi comentario, pero discrepó. Me dijo que la obra artística es celosa. Y confesó que muchas veces la había descuidado por andar en la docencia y el activismo. No se arrepiente, pero insiste que son dos cosas distintas. Aun así, reconoce que el aspecto gregario entre artistas es un elemento clave de su obra. Habla convencido, pero de manera sosegada, como si anunciara una revelación. Aborda su serie Ángulos Paquimé Hoy.

Paquimé es un punto magnético dentro de la geografía. La cultura Paquimé se nutría del Golfo al Pacífico. Había correspondencia con otras culturas y eso creaba un punto magnético. Somos descendencia de esa cultura. Se manifiesta en el campo espiritual de los artistas que trabajan en esta región. Están magnetizados del Punto Paquimé, por el ímpetu y creatividad de la cultura Paquimé, pero con otros ropajes.

Los dibujos de esta serie están dedicados a otros artistas con quienes ha caminado, participado, y con quienes ha tenido afinidad creativa. Cada dibujo de su serie Ángulos Paquimé Hoy está inspirado en la convivencia con alguno de estos contemporáneos. Sus títulos se derivan de frases, versos e imágenes asociadas a sus colegas. Cada pieza inaugura un período de reflexión, meditación y contacto espiritual. Además de plasticidad, busca que sus dibujos tengan la potencia sonora de una partitura. Indaga en el ritmo, la composición y el tema. Hasta el momento Ángulos Paquimé Hoy consta de cuatro series de cuarenta y ocho dibujos cada una. Mario los ha divulgado a través de exposiciones y la edición de cuatro cuadernillos que ha reproducido en Xerox, impresos en papel bond y con portada de papel opalina. El proceso de creación de esos fascículos de pequeño tiraje ha implicado también una solución gráfica que el artista ha acometido con la misma dedicación.

Mario es uno de los artistas más completos, talentosos y seminales que hayan trabajado en Chihuahua, un auténtico pionero de las artes visuales y un investigador infatigable de todos los aspectos del conocimiento artístico. Mario Arnal Guadarrama es un hombre universal, pero su denominación de origen es juarense. Su obra mayor, inacabada por lo ambicioso de sus pretensiones, ha sido cubrir de calor cultural un mundo dominado por piratas.

 

23 diciembre 2021

 

 

 

Willivaldo Delgdillo, novelista, ensayista y traductor, es columnista en el periódico La Jornada y es profesor invitado en la Universidad de Texas ut, donde imparte clases de literatura mexicana y latinoamericana. Ha escrito tres novelas publicadas: La virgen del Barrio Árabe, Garabato y La muerte de la tatuadora.

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