Culto pastoral. Jaime Chavira Ornelas

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Culto pastoral

 

 

Por Jaime Chavira Ornelas

 

 

Los dos hombres solo se miran y esperan. El lugar es hermoso, hay árboles de muchas variedades, flores y un lago de agua cristalina; en medio del jardín está una gran vitrina con suculenta comida de todo tipo, un salón espacioso y cómodas sillas, mesas y sillones; al lado derecho están las habitaciones y los baños sauna y más allá una alberca de buen tamaño, además un salón de juegos.

―No huyas, espera, pronto llegara el momento idóneo. No huyas, porque aún no es la señal que esperamos, sé que la noche es muy obscura, pero recuerda que cuando es más obscuro es que ya está cerca el alba.

―No me importa, esto ya es insoportable, el perfume de las flores es narcótico y tengo nauseas, además este obscuro horizonte me hipnotiza con su belleza, el cielo con tanta estrella me intimida, debo huir lejos de aquí, llegar a algún lugar donde nadie me conozca, donde vuelva a la rutina de la esclavitud emocional. En cambio tú ya estás listo para ver la señal y correr al encuentro de un porvenir incierto, puedo ver en tus ojos el deseo y la impaciencia en tu respiración, ¿acaso crees que la promesa se cumplirá? ¿acaso no temes al fracaso espiritual?

―Solo te digo que no huyas, espera y podrás ver por ti mismo que la promesa se cumplirá tal cual ha sido dicha por el supremo, el fracaso no es parte del plan. Volver a la esclavitud de la rutina será morir de nuevo, al fin y al cabo ¿no es mejor comer suculentos platillos al plato de habichuelas y el café negro con pan rancio?

―La paciencia es una virtud de la cual carezco, pero trataré de aceptar que mi situación es mejor que la de muchos, esperare un día más.

Los dos hombres permanecen callados y pensativos; llegaron enviados por alguien llamado Supremo, las cuotas (que cubren diez días de estancia) fueron pagadas por adelantado y hay instrucciones precisas de no dejarlos salir hasta cumplir con todo el culto.

Cuando amaneció, los dos hombres estaban en la terraza dormidos, pero el sonido del teléfono los despertó. Atendieron y un voz grave y autoritaria les dijo que los esperaban en el salón de juntas a las siete de la mañana. Colgó. Se prepararon y llegaron al salón a las siete en punto.

En el salón están trece personas: seis mujeres y siete hombres (uno de ellos con turbante), dos parecen indios, dos orientales y el resto latinos, las mujeres tres orientales y tres europeas o rusas. Les indican a los dos hombres que tomen asiento en dos sillones que se localizan en un espacio que parece un escenario para teatro. Los dos hombres se ven entre sí preguntándose qué estaba pasando o qué esta por pasar. Uno de los individuos cerró las persianas y apagó las luces para luego encender un reflector con luz directa a los dos hombres. Luego otro de los individuos se levantó y, hablando en un idioma desconocido para los dos hombres, los demás individuos empezaron a hablar cada quien en su idioma y lo extraño es que todos entendían, el salón se transformó en la torre de Babel, pero en este caso todos entendían. Los dos hombres empezaron a entender también lo que los individuos hablaban, no lo pueden creer, se sienten extrañamente otras personas. De pronto todo quedó en silencio.

Entró una dama vestida de blanco con dos pequeñas vasijas, se las entrego a los dos hombres y les dice que beban el contenido. Lo beben. Luego uno de los individuos empieza a cantar y el sonido de su voz penetra intenso en el cerebro de los dos hombres y estos solo miraran hacia el techo. Ante sus ojos se proyecta un apacible lago y alrededor flores exóticas y un cielo multicolor, aparece levitando en medio del salón un personaje con radiantes vestiduras y cuatro rostros, de sus bocas emana un canto pacificador igual que el del individuo, aparece un dragón volando que surge del cielo multicolor, luego un león, luego un toro y por ultimo un cordero tan blanco como la luz. Los dos hombres se ven frente a frente, pero no reconocen sus rostros pues son dos niños pequeños como recién nacidos, los seres hablan al unísono un lenguaje con sonido de cascada, todos los individuos ahora son seres de luz color rojo y las mujeres color azul, todos cantando también en la mismo lenguaje. Los dos hombres/ niños son acogidos en brazos del cordero brillante como la luz, se acercan los demás seres e imponen un rayo de fuego en sus cabezas.

Despiertan los dos hombres, uno en su pequeño pueblo llamado Santa Isabel, en un rancho agrícola, y el otro en su ciudad natal Nicosia, en una modesta vivienda. Cada uno se levanta y suspiran por el fantástico sueño.

El lugar que antes tenía apariencia de un lujoso resort ahora es solo una pradera en Jerusalén donde pastan ovejas y pasan volando de prisa parvadas rumbo al sur, el cielo a lo lejos. En el horizonte se ven unas nubes con forma de un dragón, un león, un toro, un cordero y un ser extraño de cuatro rostros. Los anónimos individuos son pastores que viven en tiendas para nómadas, las esposas e hijas se dedican a labores típicas del hogar.

Esperan a que llegue otra nueva señal para cantar, orar y bailar en los sueños que la señal les indique, sueños que llegan del cielo dentro de cajas doradas y que les entregan ángeles.

 

 

 

Jaime Chavira Ornelas es un sobreviviente de la desintegración familiar; estudió comunicación y manejo de negocios en el Colegio Comunitario de Maricopa en Phx. Az USA; tiene diplomados en exportación, importación y manejo de aranceles por Bancomext, también varios cursos de inteligencia emocional y lingüística. Trabajo para empresas a nivel gerencial. Actualmente es pensionado por el IMSS. Escribe cuentos cortos y poemas ácidos.

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