La mirada. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

La mirada

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

Adán siempre fue un alma atormentada, tal vez por ello siempre tenía una sonrisa en su rosto para evitar las miradas de los otros. Sin embargo, los susurros de la oscuridad y las sombras de su mente parecían acompañarlo desde la infancia. La casa en la que creció, un antiguo caserón cubierto de hiedra, parecía encerrar secretos que solo él podía percibir.

Una noche, cuando Adán regresó a su casa después de años de ausencia en El Paso, Texas, notó que la morada había cambiado. La hiedra se había apoderado de la fachada, retorciéndose como tentáculos hambrientos, y las ventanas parecían ojos vacíos. A pesar de la fachada ominosa, sintió la inquebrantable atracción de explorar los oscuros recuerdos de su infancia.

Mientras exploraba la casa, cada habitación parecía retener suspiros y lamentos antiguos. Adán recordó haber escuchado en alguna ocasión a su padre decir que, generación tras generación, había sido marcada por una maldición que se tejía en las sombras del pasado, evitando la transmutación de las almas.

En el rincón más oscuro del desván encontró un diario que perteneció a su bisabuela Margarita. Al hojear las páginas amarillentas, Adán encontró la frase que lo atormentaría: «si las miradas mataran… estarías hablando con un fantasma.»

Con el diario en mano, Adán continuó explorando la casa y se adentró en una habitación secreta que había permanecido oculta durante generaciones. Allí, encontró una pintura al óleo que retrataba una figura oscura y retorcida con ojos brillantes, un retrato que parecía seguirlo con la mirada.

La temperatura de la habitación bajo drásticamente y Adán sintió una presencia que lo envolvía, como si la figura en la pintura hubiera cobrado vida. La oscuridad se condensó y tomo forma en una figura humanoide, con ojos que irradiaban una luz intensa.

Adán, paralizado por el miedo, escuchó una voz. Pertenecía a la entidad que había emergido de la pintura. Le habló de la maldición que había atormentado a su familia durante siglos, una maldición que se alimentaba de los miedos y las angustias más profundos de cada generación. Y ahora era su deber alimentarlo.

Trato de liberarse, pero la entidad le mostró visiones de su familia, todos ellos afligidos por horrores insondables. Al percibir su dolor y miedo de que los siguientes fueran sus hijos, la criatura y le ofreció una elección: liberar a sus antepasados de la maldición o unirse a ellos en la oscuridad eterna.

Con una determinación nacida del deseo de redimir a su familia y proteger su descendencia, Adán se enfrentó a la entidad. La batalla que se libró en la habitación secreta fue una lucha de voluntades, una confrontación que retorció la realidad y desgarró la mente de Adán.

Finalmente Adán logró resistir y exorcizar la entidad de la casa, liberando a su familia de la maldición que los había atormentado durante generaciones. El precio fue alto: Adán quedó marcado por las sombras y los horrores que había enfrentado.

La casa, liberada de su oscuridad, volvió a la quietud, y Adán, aunque liberado de la maldición, nunca fue el mismo. Los susurros y las sombras aún lo acosaban en sus sueños, recordándole que, a veces, las heridas del pasado nunca se cierran del todo, y que los ojos del abismo siempre lo observaban.

¿Lo has sentido?, porque si las miradas mataran… estarías hablando con un fantasma.

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

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