Gota de agua. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

Gota de agua

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

Berenice era una mujer de mirada melancólica y con una vida empapada en monotonía. Se encontraba atrapada en una rutina insípida, su existencia estaba marcada por la indiferencia de la vida cotidiana, hasta que una serie de acontecimientos comenzaron a perturbar su tranquila existencia.

Era una noche de lluvia torrencial, Berenice estaba sola en su casa. Hasta ese momento todo era normal. El sonido de las gotas de lluvia golpeando la ventana se volvieron una melodía, pero esa noche algo era diferente. Una gota de agua, una única gota, descendió del techo y aterrizó en el suelo de la sala.

Berenice frunció el ceño y se acercó para secarla, pero cuando tocó la gota con su mano, sintió una sensación extraña, su cuerpo se estremeció y por un momento tuvo el pensamiento de si la gota estuviera viva. Entonces fue que la sintió: la gota se deslizó de su mano y comenzó a moverse por el suelo, dejando un rastro de humedad que parecía nunca secarse.

Intrigada por la extraña gota, Berenice la siguió mientras se deslizaba por el suelo como una serpiente de agua. La gota parecía tener una conciencia propia y una voluntad inquietante.

A los escasos minutos, la gota comenzó a multiplicarse. Pequeñas gotas de agua surgieron del suelo, las paredes y el techo, como si la casa estuviera sudando, exudando una humedad que parecía imposible. Las gotas formaron patrones extraños en el suelo, símbolos y diseños que Berenice no podía entender.

La atmósfera en la casa se volvió opresiva y Berenice sintió que algo la observaba desde las sombras. Pensamientos confusos comenzaron acosarla, sombras aparecían y susurros a su espalda la hicieron sentir atrapada en un océano interminable de agua que amenazaba con ahogarla.

Con cada hora que pasaba, las gotas de agua multiplicaban su presencia. La humedad lo invadía todo, las paredes parecían respirar y el suelo se volvía viscoso bajo sus pies. Aquello se volvió insostenible, Berenice decidió buscar respuestas.

Tomo su celular e investigó historias similares. Su respiración se hizo densa al descubrir que aquella no era una lluvia normal, la gente en el pasado la llamaba «El llanto de los muertos». Cada 100 años una lluvia extraña caía en ese mismo lugar, antes un bosque, luego una cabaña, un antiguo cementerio y ahora una casa, donde el llanto empapaba la tierra de historias y deseos.

Debía escapar de su hogar, hacer frente a las pesadillas, pero cuando logró llenarse de valor, de las paredes del techo y del suelo emergieron rostros atormentados.

Las almas habían emergido y hecho de su hogar un nuevo purgatorio. Berenice sintió que el agua de las gotas caía sobre ella, dando inicio a un infierno húmedo. Las gotas de agua eran las lágrimas de almas atormentadas que buscaban venganza.

Berenice intentó huir, pero el agua comenzó a subir y la movilidad de su cuerpo se detuvo, atrapándola. Las gotas de agua la envolvieron, arrastrándola hacia el suelo, donde se unió a las almas vagabundas.

La ciudad siguió su curso, indiferente a la desaparición de Berenice y de su casa maldita. Ahora se preguntarán como sé su historia.

Con su último aliento, Berenice mando un audio a mi tía Ale… y finalmente llego a mí. Su casa sigue en pie y rezumando humedad.

No me voy a aventurar, no perturbaré el pasado.

Porque incluso las vidas más mundanas pueden ser arrastradas hacia lo desconocido por una sola gota de agua.

Ten cuidado.

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

 

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