La sombra de las mentiras. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

 

La sombra de las mentiras

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

En los sombríos confines del pequeño pueblo de San Francisco yacía un jacal abandonado, envuelto en una bruma perpetua. Los aldeanos murmuraban sobre su pasado, rumores de que estaba maldita por las mentiras que habían tejido su historia. Nadie sabía quién era el dueño original ni qué oscuros secretos encerraba, pero todos coincidían en que estaba mejor siendo olvidada.

Cuentan que una noche particularmente oscura un hombre llegó a San Francisco en busca de refugio, un desconocido que respondía al nombre de Pablo de la Cruz. Pronto sus palabras se volvieron una tela tejida de engaños y medias verdades. Pablo hablaba con una sonrisa encantadora y elocuencia magistral, no tardo en ganarse la confianza de los aldeanos. Pero a medida que sus palabras tejían una red a su alrededor, también tejían un manto de desconfianza.

Una noche, en la taberna, Pablo comenzó a narrar historias sobre el jacal abandonado. Habló de tesoros enterrados y espíritus en pena. Y de una bruja llamada Malibe, que gustaba de hombres jóvenes para seducirlos. A medida que su narración se volvía más vívida, la mirada de los presentes se posó en aquella estructura a lo lejos. Pablo anunció riquezas más allá de la imaginación y de poderes enterrados de la bruja, pero solo aquellos lo suficientemente valientes que lo acompañaran lo verían.

Un grupo de aldeanos, cegados por la promesa de riqueza y de poder, aceptó la oferta de Pablo. Entraron en el jacal en busca del tesoro prometido, pero encontraron una trampilla en el suelo y al abrirla pronto los murmullos se convirtieron en aullidos. Uno por uno, los aldeanos desaparecieron en las profundidades oscuras del jacal.

Con el tiempo se corrió la voz de que Pablo de la Cruz había sido el artífice de un engaño maestro. Los aldeanos descubrieron que no había tesoros, solo la sombra de la mentira que se cernía sobre ellos y sus vidas. El jacal se convirtió en un recordatorio de que las palabras pueden ser tan mortales como una espada.

La gente comenzó a evitar el jacal aún más, temiendo que las sombras se movieran más en su interior. Aquellos que se atrevían a pasar cerca de ella decían que escuchaban risas siniestras, como si el jacal se burlara de ellos, de sus sueños y de sus esperanzas.

Nunca se volvió a ver a Pablo de la Cruz, pero su legado persistió. San Francisco se convirtió en un lugar donde la mentira y la verdad se entrelazaban de formas inquietantes, donde nadie sabía en quién confiar. El jacal abandonado aún sigue en pie, una prueba silenciosa de que las mentiras podían dejar una huella más profunda que cualquier tesoro.

Y así, la sombra de las mentiras continuó extendiéndose, envolviendo a todos los que se atrevían a acercarse a San Francisco, recordándoles que en la oscuridad acecha algo mucho más aterrador que los fantasmas: la verdad retorcida y el terror que puede surgir de las palabras de un mentiroso.

Recuerda tener cuidado, podría haber un mentiroso al lado. O una cuentista como la que hoy te escribe.

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

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