Collage Aracely Sánchez Ruiz
Yo opino/ la columna de Aracely
El mejor papá del mundo “mundial”
Por Aracely Sánchez Ruiz
Este martes voy a hacer de cuenta que ya es domingo y les voy a adelantar el Día del Padre, solo para recordar y hacer homenaje al mejor de los mejores: el mío.
Don Alfonso Sánchez Ramírez nació el 28 de octubre de 1924, es decir, hace casi 100 años. Fue un martes, día de san Judas Tadeo, de quien era muy devoto; pero yo lo conocí cuatro décadas después y fue y sigue siendo el amor de mi vida.
Hoy todo mundo tiene una cámara en su celular para tomarse una selfie con su papá al instante, ¡qué suertudos y bendecidos!, pero yo tengo pocas fotos con el mío. La más antigua data de cuando tenía poco más de tres años y medio, eran los XV de mi hermana Rosy, él sostiene mis manitas, ella al centro partiendo el pastel y al otro lado, mi mamá.
Mi ‘pa tenía una bien ganada reputación como carpintero y ebanista, lo recuerdo trabajando arduamente en el taller que tenía en la cochera de la casa de la 26ª, serrando, cepillando, tallando o torneando la madera, armando desde una silla o una mesa, hasta una lancha en la que nos metíamos a jugar con singular alegría, hasta que el cliente la reclamó.
Con sus propias manos hizo todos los muebles de la casa: los sillones y la mesa de centro de la sala, la repisa y el marco de la Virgen de Guadalupe, la cama y los burós de su recámara, las literas de mis hermanos, las camas gemelas de mis hermanas y el clóset, la mesa, el trastero y la vitrina de la cocina, mi cuna y mi silla alta (que seguramente fueron antes de mis hermanos, pero después fabricó una cama de medio barandal exclusivamente para mí), en fin.
Como terminaba el día lleno de aserrín, nos pedía que le rascáramos la espalda para calmarse la comezón, y, cuando tenía tiempo de jugar, me dejaba peinarle su escasa cabellera plateada. A veces hasta me atrevía a ponerle tubos.
Leía historietas de Porky, el Pato Donald, Lorenzo y Pepita y otros personajes (de “mostros” no, porque se “chutaba”). Pero eso de leer era un decir, siempre se quedaba dormido. ¡Ah, pero apenas le quitabas el cuento de la cara y se despertaba! Igual se dormía con la televisión prendida, pero en cuanto se la apagabas abría los ojos y te regañaba. “La estoy viendo”, decía.
Era aficionado al box y sentía un gran respeto por los símbolos patrios, así que cuando tocaban el Himno Nacional en una pelea de campeonato se paraba frente a la tele saludando a la bandera y no se sentaba hasta “el sonoro rugir del cañón”.
Mi papá se levantaba muy temprano en las mañanas para ir por el pan y la leche para el desayuno, pero los días muy fríos… esos eran otra cosa, compraba pan dulce recién salido del horno, preparaba chocolate caliente con molinillo de madera y nos llevaba una espumosa taza, con una esponja y nos arropaba en la cama.
El día que amanecía sin dinero para el “gasto” era aún más especial, no se cruzaba de brazos esperando a que el trabajo viniera a él, sino que salía a buscarlo con su cajón de herramientas, regresaba después del mediodía con bolsas de víveres y él mismo cocinaba… mmm, de-li-cio-so.
Cantaba como Vicente Fernández, no solo porque tenía un timbre de voz muy parecido, sino porque, ya que empezaba, no paraba hasta que le dejaban de aplaudir. En los cumpleaños nos despertaba con las Mañanitas y a mí me cantaba: “… ese lunar que tienes, cielito lindo, junto a la boca, no se lo des a nadie, cielito lindo, que a mí me toca”.
Jugaba beisbol en la Liga de Veteranos 40-60 y también entrenó equipos infantiles. Cuando tenía diez años fui madrina de uno de ellos, que llevó el nombre de Pacífico, al que pertenecieron mi hermano y algunos de sus amigos.
El día más triste de mi vida fue el jueves 7 de mayo de 1981, cuando su cansado corazón dejó de latir. Al día siguiente las crónicas deportivas en los periódicos locales reportaron la noticia del fallecimiento del estimado pelotero: “Poncho, como le llamábamos por cariño a este gran hombre. Todavía este año lo vimos enfundado en bombachos, defendiendo los colores del equipo Anselmo Delgado…”, “…caballeroso amigo y compañero…”, “…gran deportista y mejor amigo…”, “…llevaba metido el beisbol hasta la médula…”, “…se distinguió por su don de gentes, un gran deportista que supo captarse las simpatías, el cariño y respeto de sus compañeros”, “…siempre optimista, alegre y dicharachero…”, “…un beisbolero de cepa…”
Un mes y medio después fue Día del Padre, el primero sin él, y le escribí este poema, que se publicó en El Heraldo de Chihuahua:
Para el mejor papá
Alfonso Sánchez Ramírez
Fuiste el mejor papá
y fuiste el mejor guía,
otro como tú no habrá
que dé amor y alegría.
Te has ido sin despedirte
y no encuentro una respuesta
de por qué, por qué te fuiste,
responderlo a mí me cuesta.
Aún no acepto tu partida,
tú ya no estás con nosotros
y es tan difícil la vida
sin tenerte entre nosotros.
Los días parecen largos,
aún más largas son las noches
y es tan difícil pasarlos
sin vacíos, sin reproches.
Hace un mes que tú te fuiste
y parece que hace un año,
desde el día en que partiste
es mucho lo que te extraño.
Extraño tu silbido,
tu alegría cuando llegabas.
Y, papá, nunca olvido
tu sonrisa y carcajadas.
Extraño esas canciones
que cantabas en las fiestas,
darte felicitaciones
en ocasiones como esta.
Extraño aquellos domingos
en que jugabas beisbol,
las fiestas con los amigos
porque eras el ganador.
Extraño la bienvenida,
consuelo si estaba triste
y si estaba confundida
el consejo que me diste
Por las noches en invierno
eras tú quien me arropaba
y en las mañanas recuerdo
chocolate nos llevabas.
Cuando era nuestro cumpleaños
sonriente nos abrazabas
un que cumplas muchos años,
un beso, luego cantabas.
A nadie podré encontrar,
en mi alma solo hay hastío,
nadie ocupará el lugar
en mi corazón vacío.
Nadie podrá consolarnos
del todo por tu partida,
solo tú podrías darnos
valor y seguir la vida.
Has partido en plena gloria
dejaste amor, felicidad,
vivirás en mi memoria
para toda la eternidad.
La puerta ya se cierra
y nadie jamás habrá
que sea en toda la tierra,
como tú… el mejor papá.
¡Felicidades hasta el cielo, ‘pa!
Aracely Sánchez Ruiz es licenciada en relaciones industriales egresada del Instituto Tecnológico de Chihuahua, trabajó 18 años en El Heraldo de Chihuahua, donde inició como correctora y los últimos doce años como reportera de la sección de espectáculos y cultura. Actualmente escribe notas y comentarios en Facebook.
Excelente retrato ( la poesía es su vivo retrato ) volví a llorar gracias por los recuerdos gracias gracias gracias.