2. Capítulo 1: La Reunión. Almudena Cosgaya

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Dintel de Almudena

  1. Capítulo 1: La Reunión

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

Una granja a las afueras de la ciudad sería el punto de reunión. El GPS los llevo a un páramo vacío y de pronto resalto una pared con un portón negro, ahí se encontrarían los viejos amigos. La propiedad estaba rodeada de campos de cultivo y un silencio profundo, una casa rústica, con paredes de ladrillo ennegrecidas por la lluvia y los años.

—¡Amigos! —gritó Gerardo al ver cómo llegaban varios autos a la propiedad de su familia.

De los vehículos comenzaron a bajar todos. El viento silvaba fuerte, como si algo se hubiera despertado. La hierba y los árboles se mecían con fuerza y las hojas de los árboles crujían con las pisadas. La casa parecía aún más oscura y el silencio era profundo. Se encontraron con Gerardo, quien los recibió con una sonrisa extraña.

—¡Bienvenidos a mi humilde hogar! —dijo, en un tono melancólico—. Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos por última vez.

—Me da gusto ver que en su mayoría todos vinieron —dijo Elisa— y gracias, por sugerir este lugar.

—Aquí estaremos a gusto —dijo Gerardo sonriendo— pásenle a lo barrido. Y de antemano les ofrezco una disculpa, apenas pude darle una limpiadita.

El tiempo parecía detenido. Comenzaron a sentir una extraña sensación de nostalgia, como si estuvieran de vuelta en su adolescencia. A pesar de eso, poco a poco se fue haciendo buen ambiente, se escucharon las risas y los relatos de lo que habían hecho con sus vidas todo ese tiempo.

—¿No sienten una sensación extraña? —mencionó Arturo, nervioso.

—Es la casa, ha estado sola durante algún tiempo y es natural que se llene de ecos —respondió Gerardo—, solo digo que hay cosas que no se pueden entender. Pero no te preocupes, todo está bajo control. Y si te hace sentir más tranquilo, bueno, a todos, les puedo dar un recorrido.

—Es buena idea, así nos vamos a familiarizar con la casa —agregó Lluvia—, te seguimos Gera.

Mientras avanzaban, descubrieron que la casa era mucho más grande de lo que parecía, había muchas habitaciones y pasillos oscuros. Los amigos se preguntaban si se habían perdido en algún tipo de laberinto.

De repente, escucharon un ruido fuerte. Era un sonido gutural, como si algo estuviera respirando cerca. Los amigos se detuvieron y se miraron entre sí, asustados.

—¿Qué es eso? —preguntó Betty, temblando.

—No lo sé. —respondió Gerardo, con una sonrisa cruel—, pero sé que deberíamos seguir adelante.

Todos siguieron a Gerardo, quien los llevó a una habitación secreta en el sótano.

—Y aquí terminamos el recorrido. Ahora podemos volver —dijo él.

—¿Es una broma? —preguntó Elisa—, ¿piensas asustarnos con eso?

Señaló una mesa grande que al parecer había sido usada como un altar, había vestigios de velas y símbolos desconocidos.

Gerardo se acercó al altar.

—Esto no debería estar aquí, será mejor que nos vayamos. 

—Aquí hay algo raro, en un extraño idioma —dijo Sandy, y comenzó a murmurar palabras incomprensibles.

De repente la habitación comenzó a temblar y los amigos sintieron que el suelo se abría.

—¡Esto es una locura! —gritó Noel, mientras luchaba por escapar.

—Parece que alguien nos hubieran elegido como sacrificio —murmuró Arturo.

—Quieres dejar de decir tonterías, me pones nerviosa —dijo Lluvia.

Un escalofrío recorrió los cuerpos mientras intentaban buscar una salida.

—¿Qué diablos está pasando aquí? —preguntó Aceneth, en un tono desesperado.

—No lo sé —respondió Gerardo en un tono sombrío—; no quería creer en los rumores.

—¿Qué rumores?, por favor, Gerardo, no estamos para misterios —dijo Elisa con franco disgusto.

—Cuando mis padres me prestaron la casa para la reunión, me dijeron que permaneciéramos solo en la sala, pues la última vez que vinieron se encontraron con la sorpresa de que había intrusos. La policía sacó a todos y uno de los sujetos murmuro «La mesa esta puesta, solo hacen falta los jugadores.»

—Y hasta ahora nos lo cuentas. —gritó dijo Elisa.

—No pensé que eso tuviera relevancia —añadió Gerardo—, perdón, amigos.

Todos miraban alrededor de la habitación y vieron que no había forma de escapar. Las paredes estaban cubiertas de símbolos extraños y el aire tenía un olor desagradable.

 

Continuará.

 

 

 

 

Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.

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