¡Ay, mamá pulpa! Aracely Sánchez Ruiz

Collage Aracely Sánchez Ruiz

 

Yo opino/ la columna de Aracely

¡Ay, mamá pulpa!

 

 

Por Aracely Sánchez Ruiz

 

 

Hace algunos años solía decir “¡ay, mamá pulpa!” cuando me encontraba en situaciones difíciles, imitando una expresión que escuché alguna vez en una caricatura de los años 60, de un calamar cabezón que así se expresaba cuando las cosas se ponían feas.

Pero un día reflexionando, a casi ocho meses de la partida de doña Rosa, llegué a la conclusión de que yo también, como “Manotas”, había tenido una Mamá Pulpa.

Con siete hijos y un marido que atender, mi madre hacía comida en un dos por tres, con menús muy variados en los que nunca faltaban la sopa, el guisado y el postre. Una de sus especialidades era una salsa de tomate que nadie ha podido igualar y que le alababan todos aquellos que habían tenido la suerte de sentarse a nuestra mesa. Cocía los frijoles en una olla de barro (después tuvo su olla de presión) y los guisaba refritos, graneados, caldosos o charros, con un exquisito sazón, ¡mmm, deliciosos!  También hacía unas riquísimas tortillas de harina que nunca salían redondas, pero a mi papá no le importaba, “total, no entran rodando”, decía.

Y con todo ese quehacer, para la noche ya estaba lista para ir al cine (ah, porque eso sí, mi madre era cinéfila “de hueso colorado”, como dicen, le gustaba ir cada semana, aunque mi papá se quedara dormido) o simplemente a dar la vuelta.

Rosita, como la conocían en el barrio, decoró nuestra pequeña casa de la infancia de manera que, aunque dormíamos los siete en un solo cuarto (muy grande, pero a final de cuentas uno solo), nunca estuvimos amontonados: camas gemelas en el fondo para mis hermanas mayores, una litera para mis hermanos en la entrada y mi cuna (después mi cama de medio barandal) en el centro, todo muy ordenado y siempre limpio.

Ella arreglaba cualquier desperfecto en tu ropa e inventaba lo que necesitara en el hogar: las cortinas, el mantel, las fundas, lo que hiciera falta… y cosido a mano, no con máquina.

También era una excelente diseñadora, cuando le pedía una prenda a la costurera, ya tenía bien claro lo que quería: de qué tela, de qué color, de qué estilo, con qué adornos, etcétera.

Y además, sabía decirte si ibas bien combinada, cuáles zapatos te iban mejor, si el saco no te caía. Y te devolvía de la puerta si el pantalón estaba desbastillado.

Era una mujer muy inteligente y con una memoria privilegiada, no como yo, que cuando salía de la casa ella me contaba los minutos que tardaba en regresar por lo que se me había olvidado.

Sí, se necesitaban más de ocho brazos para cuidar a ese marido y estos siete hijos, todos diferentes y todos con sus propias necesidades. Y a todos hacerles sentir que los quería igual.

¡Felicidades hasta el cielo, mamá pulpa!

 

PD: … y un día te ves haciendo lo que ella hacía y que te parecía tan curioso. Mi mamá pulpa acostumbraba recargarse en la cómoda mientras sacaba sus pastillas del cajón. Y yo no sabía por qué, hasta que un día me sorprendí a mí misma, algo cansada, apoyada en la cómoda mientras limpiaba la estufa y me acordé de ella… entonces entendí.

 

 

 

 

Aracely Sánchez Ruiz es licenciada en relaciones industriales egresada del Instituto Tecnológico de Chihuahua, trabajó 18 años en El Heraldo de Chihuahua, donde inició como correctora y los últimos doce años como reportera de la sección de espectáculos y cultura. Actualmente escribe notas y comentarios en Facebook.

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