El Curandero. Jaime Chavira Ornelas

Spread the love

Foto Pedro Chacón

El Curandero

 

 

Por Jaime Chavira Ornelas

 

 

Despertar es sumamente difícil, mis órganos y sistemas tardan para regresar del letargo; boca, cabeza, ojos y demás partes del rostro los siento como de plástico, no se diga las extremidades, reniegan por la pesada realidad.

Una vez consciente de mi existencia terrenal, agradezco por la nueva oportunidad de sentir la sangre, agua y oxigeno circulando por el cuerpo, me tomo mi porción de chobiate con perejil para dejar que sus propiedades me den fuerza espiritual para poder reconocer los diferentes males que aquejan a mis pacientes, me cocino mi desayuno (huevos con tocino, frijoles refritos y café), canto mis canciones favoritas cuando estoy comiendo (la cucaracha, Martina y chuchu train). Ya con la panza contenta y el ánimo al cien, prendo la tv para ver la noticias y entérame de lo bueno y lo malo de esto que llamamos el día a día. Salgo y la mañana está prometedora, el pueblo se ve más vivo que nunca, pronto llegarán con sus dolencias y males de toda clase, pero aquí estoy listo para ayudarlos a sentirse mejor, o por lo menos a disminuir el dolor.

Llega doña Prota Chaires con un dolor agudo en el costado derecho. Doña Prota es una mujer fea, más bien repugnante, además de oler a leche agria y sudor, pero muy buena paga y con una fe en mis pócimas que le curan todo. Le preparo un poco de istafiate con mora madura y ron, le digo que se tome tres tragos cada dos horas y sale muy contenta. Luego entra Eraclio Cepeda, el dueño de la cantina, y dice que ha estado muy deprimido por la muerte de su gato Trueno, que en realidad ni era de él, lo que pasó es que trueno llegaba a diario a la cantina y Eraclio le daba a beber tequila y con el tiempo el gato se hizo alcohólico y murió de cirrosis, un hecho muy bizarro pues creo que con este gato ya iban varios casos similares. Le preparé un tónico de azares con tila y orines de chivo (este solo para darle un sabor muy desagradable). Le dije que lo tomara tres veces al día por quince días y se seguro se le olvidara la depresión, espero que no busque nuevos animales porque al próximo le daré algo mucho peor. En la fila ya están cuatro personas y debo apurarme para poder comer a tiempo.

El siguiente es Melchor Flores, me dice que se ha sentido mal del estómago, tiene retorcijones y diarrea hace más de cuatro días; le toco la panzota y parece que hay juegos pirotécnicos adentro y no deja de expulsar gases que suenan como metralleta y huelen a una combinación de azufre con aguas negras, pide disculpas pero no son suficientes, pues ya estoy mareado y a punto de vomitar, tengo que alejarme por un rato, preparo carbonato, vinagre, pichicuate y sangre de víbora tigre, le digo que tome un sorbo tres veces al día por cuatro días y no debe comer nada, solo agua con sotol. La siguiente es Carmencita Lugo, una pobre anciana que nadie sabe cuántos años tiene, pero son muchos. Ella solo quiere que le regale algo de comer, pues sus hijos hace más de tres meses no le dan nada, será porque son cuatreros que han de estar en la cárcel de San Juanito. Extrañamente a ella nunca le duele nada, solo quiere atención, pues no le para la lengua, que el molino, que los perros, que doña Queta y don Jacinto y hace el cuento largo, le regalo harina, frijol y habas y sale muy girita rumbo a su jacal. Ahora solo quedan dos en la fila y les digo que tengo que comer para agarrar fuerzas, y se encogen de hombros y dicen que está bien.

Me preparo mi carne de vendado con chile colorado y una sopita de arroz, con una cerveza bien fría para la digestión, las tortillas me las trajo doña Cleo bien calientitas y recién hechas, canto mis canciones de la comida (la malagueña, allá en la fuente y popotitos), me dan ánimos, me recuesto un rato en el sillón, pero debo seguir curando a mis enfermitos y el  siguiente es Pánfilo le duele todo y nada pues nunca sabe exactamente qué o dónde le duele, lo acuesto en el suelo y le aplico tirones en todo el cuerpo frotando con aceite de marrano y saliva de vaca, siempre son muy efectivos, no se si por lo pegajoso o por el olor que no es nada agradable, pero a Jacinto después de la friega ya no le duele nada, y por ultimo pasa doña Placida, una señora como de cuarenta años que siempre tiene un dolor en el vientre, dice que han de ser las amibas o algún parásito que no quiere salir, su esposo la espera afuera, con una cara de fastidio y cansancio pues trabaja en la única mina del pueblo, y creo que es el único empleado, y que por cierto nunca han sacado ni medio gramo de ningún metal; le preparo de nueva cuenta la pócima para expulsión de bichos, orines de coyote, sangre de mapache y saliva de sapo, es uno de mis preparados más efectivos que hay para cualquier bicho alojado en el intestino, le digo que tome una cucharada antes de cada comida por tres días, pero creo que solo aguanta la primara cucharada, es por eso que no le ha hecho efecto, le insisto que debe seguir lo que le receto, a ver si esta vez lo hace.

Pues ya está cayendo el sol, saco mi silla y me quedo viendo el cielo que esta multicolor, el pueblo también se prepara para descansar, sentando aquí en mi vieja silla que me regaló doña Jovita por una cura de sarna, me pregunto cuándo podré viajar a la Capital y ver los edificios que he visto en postales, caminar por las plazas y comer en un restaurante grande y lujoso. Tal vez nunca, estoy ya viejo y este pequeño pueblo es todo lo que conozco, hay mañana será otro día.

 

 

 

 

Jaime Chavira Ornelas es un sobreviviente de la desintegración familiar; estudió comunicación y manejo de negocios en el Colegio Comunitario de Maricopa en Phx. Az USA; tiene diplomados en exportación, importación y manejo de aranceles por Bancomext, también varios cursos de inteligencia emocional y lingüística. Trabajo para empresas a nivel gerencial. Actualmente es pensionado por el IMSS. Escribe cuentos cortos y poemas ácidos.

2 comentarios en «El Curandero. Jaime Chavira Ornelas»

Deja un comentario