La pirámide de Maslow. Karly S. Aguirre y Jesús Chávez Marín

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Foto Pedro Chacón

Al alimón

La pirámide de Maslow

 

 

Por Karly S. Aguirre y Jesús Chávez Marín

 

 

—Ganas no me faltan de ponerle los cuernos para que se le quite, ahí donde me ves tengo mi pegue; pero a todos les digo que no: soy una mujer leal. Y además me dan miedo las enfermedades sexuales.

—¿Entonces no han tenido sexo durante tres meses? Ay, Olguita, tú sí que eres una santa. ¿Sabías que tener sexo es igual de importante que comer, dormir, beber agua, ir al baño?

—¿Cómo sabes eso?

—Se lo vi a Maribel en sus apuntes de la escuela de la clase de psicología, decía algo sobre una tal la Pirámide de Maslow, donde el sexo es una de nuestras necesidades primarias. Es como la pirámide alimenticia, pero de las necesidades del ser humano, necesidades de todo tipo; las más importantes son las fisiológicas.

 

*

 

Olga tenía tres meses de novia de Mauricio, a quien las amigas le decían don Mauri, porque era quince años mayor. Lo conoció en una de las diez mil entrevistas de trabajo que tuvo que hacer antes de conseguir empleo en Motorola, la planta que está en Las Américas. Mauricio era gerente de producción, como quien dice, el capataz de la Nave Tres: estaban a su cargo los cinco supervisores de línea, en una de las cuales la ocuparon a ella como jefa, pues es ingeniera egresada cum laude del Tecnológico de Chihuahua.

—Olgita, ¿vas a ir sola al baile del Primero de Mayo? —le preguntó él, cuando tenía apenas dos meses trabajando.

—No pienso ir, ingeniero —respondió Olga, a quien ya le habían llegado chismes de lo canijo de Mauricio, quien además de estar casado (decía él: divorciado), ya había salido, según dicen, con veinte de las muchachas de la planta, y embarazado a dos de ellas.

—Pero cómo, de la que te vas a perder. Los de Recursos Humanos contrataron ni más ni menos que a La Sonora Santanera, y el baile va a ser en el Lago Di Como.

—Ese no es mi ambiente, la verdad.

—Mira, ¿qué te parece si me acompañas, y si no te sientes a gusto, como dices, pues nos vamos a otro lado, a cenar?

—Ay no, Inge, ¿cómo cree? —dijo Olga apenada, mientras trataba de seguir caminando para salir, pero Mauricio la tomó suavemente del brazo y la giró hacía él, quedando cara a cara.

—Por favor, Olga no me hagas que te ruegue. Si te soy sincero, me siento atraído por ti desde la vez de las entrevistas. Y ahora esperaba que en el baile aceptaras ser mi pareja.

—Bueno pues, ingeniero, acepto —concluyó ella.

 

*

 

El Lago Di Combo tenía fama de ser un salón de lujo, pero la verdad no era más que un galerón magnificado, con una decoración modernista de gusto charro. Cuando llegaron, la Sonora tocaba Qué se cuiden todos, ahí viene el mudo. El ingeniero Mauricio Borja tenía una mesa reservada en la hilera donde acomodaron a los jefes. Una oleada de murmullos se levantó en sordina cuando lo vieron llegar con Olga.

—Mira nomás, este qué rápido. Viene con una de las ingenieras nuevas. No sabe lo que le espera, la pobre. Y la verdad se lo merece, por ser tan rapidita también ella —dijo Gladys, otra de las supervisoras de la Tres.

Olga no se sintió tan fuera de ambiente como pensaba; la música era de lujo, aunque a ella las cumbias nomás no, pero no importaba, porque La Sonora Santanera tocaba de todo, no en vano era una de las mejores orquestas del país. Además, venía acompañada de un hombre guapo, vestido de ropa exclusiva de buen gusto. Muéranse, envidiosas, pronunciaba quedito cuando miraba de reojo los gestos que hacían algunas. Lo de la famita de Mauricio la tenía sin cuidado, al contrario, qué bueno que le sabía todo el corrido, para irse con precaución… Pero ya me estoy adelantando mucho, pensaba, tranquila, si solo es una cita.

Después de unas copas, Olga se animó a bailar y se divirtió más de lo que ella misma esperaba; resultó que Mauricio era un excelente bailarín y, ya algo mareada, hasta comenzó a verle posibilidades. La manera en la que él la tomaba de la cintura poco a poco fue acelerándole el corazón. Para cuando el baile terminó y el ingeniero se disponía a llevarla a su casa, Olga estaba muy acalorada y lo primero que hizo fue plantarle un beso en el estacionamiento. Por supuesto que todos los compañeros de trabajo los vieron, si toda la noche fueron el foco de atención: eran un par de personas atractivas en una primera cita de primera que a todas luces habían hecho química. Gladys no pudo evitar imaginarlos en la danza sexual que se veía venir. Casi lo veía en pantalla: ella había sido una de las bailadoras en la larga lista de Mauricio.

 

*

 

Como era de esperarse Olga se enamoró de Mauricio y él se enamoró más de sí mismo, pues el hecho de haber conquistado una mujer quince años menor le elevaba el ego, así que, habiendo reforzado la confianza en sí mismo, volvió al ruedo, los coqueteos torpes que él percibía sutiles. Toda la planta lo notaba y pretendían no haber visto nada, para no desatar el ambiente incomodo que se expedía por los poros de Mauricio, quien se paseaba por los pasillos con una sonrisa estúpida y una irritante actitud de ganador.

 Por su edad, 45 años, comenzaba a declinar su ímpetu, por lo que, si tenía relaciones con alguien, complacer el mismo día a Olga era imposible. Pero a esas alturas le importaba más quedar bien con sus amoríos que con la pareja, pues prefería más cumplirle a varias que solo a una.

Se le fue el tiempo a Mauricio y, cuando menos pensaba, ya habían pasado tres meses sin tener relaciones con Olga, quien comenzaba a sospechar y a imaginar dos o tres situaciones.

 

*

 

—Tengo un sentimiento que no puedo ignorar, siento que estoy desperdiciando mi juventud —le dijo Olga a Maribel

—Hasta que despertaste, chula. Yo no sé qué haces con ese señor, Olga. Es muy mayor para ti, tú tienes la vida por delante; en cambio él, ya vivió. Consíguete a uno de tu edad, no seas pendeja.

—Pues sí, no creas que no lo he pensado, pero le he tomado cariño. Aunque, me esfuerzo controlando mis instintos animales con él, nomás no puedo. Bueno, por otro lado, ¿te acuerdas de Julio Esteban? Pues me sigue pretendiendo. Él me gusta, pero no es lo mismo.

—Pues no se diga más, amiga, haz lo que tengas que hacer. Acuérdate de la pirámide de Maslow, sin las principales necesidades físicas cubiertas es imposible que en los demás ámbitos de tu vida puedas sentirte satisfecha.

—Tienes razón. Voy a salir con Julio. Y también con Mauricio. A ver si entre los dos consigo completar la pirámide.

Así lo hizo. Y los tres fueron felices, no digo que para siempre, pero sí por algunos años, hasta que el tiempo volvió a poner las piezas en su lugar: Mauricio siguió emulando al Mauricio Garcés de las películas. Julio Esteban y Olga se casaron y tuvieron un bonito matrimonio. Olga llegó a ser alta ejecutiva de Motorola y Maribel puso un consultorio en el Distrito Uno, donde ganaba un dineral.

 

 

 

 

Karla Ivonne Sánchez Aguirre estudió en el bachillerato de artes y humanidades Cedart David Alfaro Siqueiros, donde estuvo en el especifico de literatura. Actualmente estudia letras españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH y publica cuentos en redes sociales.

Jesús Chávez Marín es editor de Estilo Mápula revista de literatura.

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