De piedra ha de ser la cama. Jaime Chavira Ornelas

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De piedra ha de ser la cama

 

 

Por Jaime Chavira Ornelas

 

 

Según la historia que me contó mi padre, por mi cuerpo corren minerales volcánicos ancestrales. Mi padre ya se transformó en polvo para cimiento hace varios años. De mi madre no sé mucho, pues se fragmentó en un terremoto que sucedió cuando yo era pequeño. Ahora aquí, a la orilla de este arroyo, espero, como lo he hecho todo el tiempo, a transformarme o a engrandecerme.

Anteriormente forme parte de una montaña en la sierra Tarahumara, pero las tormentas del pasado verano me arrastraron en el caudal desde la cima hasta quedar en esta orilla, un lugar muy hermoso y tranquilo. Pasan turistas, rarámuris, vaqueros y diferentes razas de animals. Me he movido poco últimamente, tengo mucho tiempo para pensar y meditar sobre mi vida.

Como Piedra, mis probabilidades de conocer otros tipos de rocas o cristales es limitado, debo tener paciencia y que la naturaleza haga su labor para llevarme a donde ella desee. Ahora, en esta orilla, están muchas piedras de mi misma especie, somos sociables y conocemos nuestro tipo de existencia, sabemos que en la próxima crecida del arroyo caminaremos río abajo y veremos nuevos paisajes y posiblemente conoceremos otro tipo de seres. Por lo pronto hay que meditar y trabajar en dominar la paciencia.

Anoche nevó un poco, pero fue suficiente para cubrirme de blanco; el frío es intenso y tal parece que se pondrá peor. Recuerdo cuando era una pequeña piedra lisa: estaba en un terreno seco y polvoriento, me mantenía enterrada, solo un fuerte ventarrón descubría mi presencia. Un día llegó un camión de volteo y viajé por varios kilómetros a una construcción en obra negra, pasé por la criba y quedé en el montón de cascajo. Allí conocí a un grupo de piedras lisas que soñaban con ser parte de algún camino, alguna casa o escuela. Me platicaron que estuvieron cerca de cumplir su sueño, pero solo fueron un montón de escombro a un lado de la construcción, luego fueron retirados de allí y los llevaron de nuevo al viejo lote de escombros para pasar de nuevo varios meses allí; después regresaron de nuevo a la construcción ‒y yo junto con ellos‒, no saben si nos utilizarán para la barda, o el camino, o el vaciado del techo.

Todos los días los oía rezar para ser bien utilizados y no regresar al montón de escombro. Por mi parte lo veía hasta divertido, pues anduve de un lado a otro, hasta que un día un rarámuri me recogió y viajé en su morral no sé por cuánto tiempo. Un día me arrojó por los aires con tal fuerza que caí en la cima de una montaña, creo que trató de matar un pájaro, pero no dio en el blanco.

Sigue nevando y ahora no puedo ver a los vecinos, todo está cubierto de un manto blanco y ya no se siente tanto el frío, pues la misma nieve evita que nos dé el aire helado. Oigo pasos de humanos, risas y murmullos, me coge una mano y luego unos ojos color verde me miran con curiosidad, me inspecciona y dice algo como “esta piedra está preciosa”. Me introduce en su mochila, está cómoda y tibia. Por fin me duermo por un largo rato y permanezco en la mochila por varios días, continuamente escucho las risas y suaves murmullos que hasta me arrullan y hacen que me acurruque y duerma más plácidamente.

Por fin me sacan de la mochila y observo a mi alrededor, una casa acogedora con libros y lámparas que le dan un ambiente acogedor, suspiro y me siento tranquilo, me acomodan en un escritorio grande de madera, me ven, admiran y exclaman lo mismo “es una bonita piedra”.

Pasó el tiempo y he aprendido tantas cosas de los humanos, realmente su vida es más complicada que la mía. Los humanos son los seres más incomprendidos de la naturaleza, su evolución y adaptación al medio ha sido complicado; los diferentes sentimientos y emociones que sus cerebros crean los han llevado a utilizar la violencia y el odio a su máxima expresión y ellos sin saber controlar el por qué y el para qué. Sus cerebros crecen sin ninguna explicación y esto los arrastra a su egocentrismo desmedido, tienen sentimientos benévolos, pero también los utilizan para manipular despiadadamente a sus semejantes con intelectos débiles y mentalmente vulnerables.

Mi especie goza de varias ventajas en la existencia planetaria, somos más antiguos y eso nos ha blindado contra infinidad de cambios que han afectado a la mayoría de seres vivos, esa es una de las grandes ventajas de la cual gozamos y no ha ayudado a la adaptación perfecta en el cosmos; en cambio el ser bípedo con agua, hueso y sangre será alejado de este planeta y llevado a un mundo nuevo, pues su depredación ha sido tal que tendrá que cambiar su comportamiento para que nazca un raza nueva.

Por lo pronto aquí en el estudio de mi casa, en este acogedor ambiente seguiré aprendiendo a ser una mejor piedra y esperar a que sucedan los cambios pertinentes que me lleven a donde la naturaleza disponga. Estoy oyendo una canción que dice así “de piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera…”

 

 

 

 

Jaime Chavira Ornelas es un sobreviviente de la desintegración familiar; estudió comunicación y manejo de negocios en el Colegio Comunitario de Maricopa en Phx. Az USA; tiene diplomados en exportación, importación y manejo de aranceles por Bancomext, también varios cursos de inteligencia emocional y lingüística. Trabajo para empresas a nivel gerencial. Actualmente es pensionado por el IMSS. Escribe cuentos cortos y poemas ácidos.

3 comentarios en «De piedra ha de ser la cama. Jaime Chavira Ornelas»

    • Estoy de acuerdo con Horacio. Muy bien hermano, palabras muy elevadas. Nuestro hermano David cantaba esa cancion…por cierto muy espantoso! También tu narración me recordó un reportaje que hizo Jonathan acerca de las piedras en un lugar cerca de Sedona, lo puedes ver en YouTube. Esta muy muy interesante. Veelo

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