Hola, extraña
Por Ivan J. Rivera
Trabajábamos como peones en el último eslabón de la cadena corporativa, que en aquel entonces tanto criticábamos. Una de nuestras similitudes nos situaba en el mismo lugar, sin embargo, esperábamos el pago de cada quincena por motivos diametralmente opuestos: tú juntabas para irte, yo para cumplir con los deberes que cada vez me arraigaban más a esta ciudad.
Las noches de los viernes se nos presentaban como válvula de escape que pocas veces desaprovechábamos. Cualquier compañero enarbolaba un plan y la multitud lo seguía, empujada por una fuerza inconsciente, en busca del reencuentro con su humanidad.
Aquel día triunfó mi insistencia sobre tu recato, y decidimos apartarnos del rebaño para ser tú y yo los exclusivos protagonistas de la noche.
Caminábamos tomados de la mano, todo te interesaba, que si el arte barroco de la iglesia o la historia de la pareja que pasaba a nuestro lado, hasta unas hormigas articuladas que te parecían en pleno acto sexual. Luego el bar con temática inglesa en una esquina del centro histórico, dos sillas, una mesa, luz tenue en el rincón, aislados en nuestro propio espacio, mundo idílico que era interrumpido por la insistente pregunta de la mesera:
―¿Se les ofrece algo más, chicos?
Utilicé mis viejos estratagemas para acercarme y tocarte. Cuando sentimos juntos el encuentro de las manos, una chispita de gracia nos reunió con intensidad, penetramos varias barreras de una vez, esas que se interponían en mi timidez y en tu candor.
Nos reíamos de nuestra conspiración, sin que nadie la entendiera. Al calor de las copas, una vorágine de emociones me extenuaba, oscilando entre el placer y el temor. Al besarte, tu cara se transfiguraba, adquiría facciones sublimes, pero me esforzaba en vivir el momento y estoy seguro de que tú sentías lo mismo.
El siguiente día, cuando entregué las llaves de la habitación, noté tristeza en tu mirada. Pronto tenías que irte, impulsada por tu naturaleza vigorosa y el constante deseo de superación que te alentaba. Yo, aunque hubiera deseado seguirte, estaba seguro de que me quedaría.
Iván J. Rivera estudia el octavo semestre en la Facultad de Derecho de la UACH, desde 2007 escribe un blog en Facebook que tiene muchos lectores y lectoras.