Una joya en un bazar
Por Ivan J. Rivera
Cuenta la historia que el joyero Vidal se dedicó con la totalidad de su ser a perfeccionar el oficio que practicaba. Las obras emanadas de su taller valían una fortuna, por lo sui generis de su diseño y la calidad con la que eran creadas. En el Chihuahua del siglo pasado, los integrantes de la clase social más favorecida eran sus clientes habituales, así amasó una gran fortuna que sus hijos se dedicaron gustosos a despilfarrar, mientras el joyero empeñaba su salud en pro de lo que él llamaba su arte.
El descuido de sus deberes paternos había traído como consecuencia que los hijos crecieran carentes de los valores que enarbola todo hombre de bien. Un infarto al miocardio terminó prematuramente con su vida, en el momento en que trabajaba en un encargo, una filigrana que le había encargado uno de sus clientes.
Ante la falta de sustento, sus vástagos mal vendieron algunas de las obras para sobrevivir por un tiempo.
Un coleccionista de la zona me contó que el trabajo del artesano Vidal es reconocido por un selecto grupo de joyeros a nivel nacional, y que la primera vez que tuvo contacto con su obra fue cuando llamo la atención a su ojo experto lo que se vendía como baratija en un bazar de la colonia San Jorge.
Según documentos dejados por el propio Vidal, alcanzó a realizar en vida lo que consideró su obra cumbre, la joya perfecta. Desconozco otros detalles que los entusiastas guardan con recelo y hermetismo, esperanzados en encontrarla entre la mercancía de un vendedor de segunda, en el bazar, de alguna colonia de las orillas.
Iván J. Rivera estudia el octavo semestre en la Facultad de Derecho de la UACH, desde 2007 escribe un blog en Facebook que tiene muchos lectores y lectoras.