La literatura también es para jugar. Comentarios al libro Zombies Letrantes Los muertos vivientes de la literatura, de José Antonio García Pérez. Jesús Chávez Marín

La literatura también es para jugar. Comentarios al libro Zombies Letrantes Los muertos vivientes de la literatura, de José Antonio García Pérez

 

 

Por Jesús Chávez Marín

 

 

Una conexión gozosa que de niños, de niñas, suelen tener las personas con la literatura son las rondas infantiles; se jugaban en las calles o en los patios de la casas con cantos y acciones lúdicas, porque en ellas el niño es protagonista del movimiento. De adultos, la memoria guarda relatos y poemas que allí se aprendieron para siempre.

Se suele decir que el primer contacto con esa aventura de imaginación la tuvieron en forma individual en canciones de cuna que sus madres les cantaban, y después en los cuentos que ellas mismas, a veces también los padres, les leían en voz alta en distintos momentos de la vida cotidiana, sobre todo en la noche a la hora de ir a la cama.

En las rondas, a cualquier edad, la persona es parte de la historia que se relata, de lo que sucede en la fabulación. Jugaremos en el bosque mientras el lobo no está; porque si el lobo aparece, enteros nos comerá, lobo ¿estás ahí? O esta otra: Campanita de oro déjame pasar con todos mis hijos menos el de atrás, tras, tras. ¿Las recuerdan?

El libro Zombies Letrantes Los muertos vivientes de la literatura, de José Antonio García Pérez, está compuesto de una manera semejante a esos juegos de iniciación.

El autor escoge a un selecto grupo de escritores de la literatura universal, de quienes ha investigado profusamente su biografía y su obra, y fusiona cada uno de esos personajes con las leyendas que giran en torno a los zombies, esa ficción cultural que en los años resientes se ha puesto de modo en el cine y en series de televisión.

Con esta estructura, el autor se dedica a contar sus propias historias usando como personajes a los autores ilustres que incluyen su libro y a darles una nueva vida de muertos mediante el humor como ingrediente principal y la ingeniosa escritura de un experimentado narrador. La premisa es que todos esos autores, que ya forman parte de la pléyade de los fieles difuntos, cobran vida de muchas maneras a través de las obras que dejaron escritas. José Antonio García Pérez lo explica de esta manera en la presentación que pone al inicio:

 

Si un muerto vuelve a la vida, cada vez que leemos a un autor fallecido, este vuelve a la vida, por lo tanto, es un zombi y en el vasto mundo de la literatura tenemos miríadas de muertos vivientes.

 

Solo un autor como José Antonio García Pérez podría haber hecho un libro como este, para el cual se requieren por lo menos dos ingredientes esenciales:

Una cultura literaria muy vasta, profesada a través de muchos años, información que no solo se concreta a los datos notables sino también a las minucias de toda una tradición.

El segundo ingrediente es un sentido del humor peculiar que este escritor ha utilizado como estrategia didáctica en su magisterio. Recuerdo que una vez dos de sus ex alumnos lo invitaron a que fuera presentador de un libro que ellos habían publicado recientemente; era un libro de poemas que se llamaba El destino de un sombrero. En vez de aparecer vestido con traje y corbata al acto cultural, nuestro autor apareció con un sombrero gigante como el que suele usarse en el El Mago de Oz y con ese atuendo, con toda seriedad, hizo un excelente discurso con plena teoría literaria y a la vez con cálido afecto para sus estudiantes.

Este libro inicia como todos los libros occidentales, a partir de los griegos, con el rápsoda zombi, que por supuesto se refiere a Homero:

 

¡Canta, odiosa, dama del hades, el orgullo en la persistencia del mito de Homero, hoy metamorfoseado en zombi, quien fuera orgulloso agorero que cantó infinitas hazañas de estos y aqueos…! (p.13).

 

Muy bien. Odiosa en lugar de Oh diosa.

De esta manera, desde la primera página hallamos no solo la fina ironía sino también los chistes bobos de jugar con las palabras y los conceptos. Esa mezcla singular de humor en todas sus escalas ha sido parte del estilo de este autor, no solo en su escritura sino también en su vida personal y, claro en las clases de literatura que imparte en la universidad desde hace más de treinta años.

Veamos como ejemplo otra cita en ese mismo cuento, que apunta hacia otro género de amable picardía.

 

… que se os permita devorar con honor los pingües muslos y los níveos brazos de diosas o mortales que deambulaban por doquier. (p.13).

 

Los simples mortales solo con miradas discretas podemos hacer lo mismo.

La concepción clásica de esta obra obliga a que el tema siguiente sea la Divina Comedia:

 

Por los sinuosos callejones de Florencia, la otrora capital del embeleso, trastabillando, como dominado por un gran peso, harapiento, agusanado, pestilente, lentamente, como un caracol humano, se desplaza el único zombi que visitó los infiernos: Dante, el poeta del purgatorio, infierno y paraíso. (p. 15).

 

Estos cuentos, compuestos muchas veces con acertadas parodias, se afinan hasta formas sutiles en su redacción, dejando caer como gotas de rocío construcciones como el de esta cita donde dice:

“harapiento, agusanado, pestilente, lentamente” donde mezcla de improviso en la enumeración de sustantivos el adverbio “lentamente” que nos hace de plano soltar la carcajada, por la rima interna de su sonido con la palabra anterior: “pestilente”.

Luego de esta región de literatura antigua se desplaza la lectura hasta el Continente Americano para mirar convertido en zombi al señor Edgar Allan Poe devorando cuanto hay, de quien se dice:

 

A los críticos solo los muerde en el cuello para matarlos, no le interesan sus cerebros, solo quiere quitarlos del camino. (p. 17).

 

Cuántos de nosotros, cada uno en las actividades en que ande metido, no quisimos alguna que otra vez hacer lo mismo con los críticos y con los traidores. No morderles el cuello ni matarlos, pero sí quitárnoslos de encima.

Leer este libro es muy divertido y también aleccionador, pero sobre todo una regocijante aventura intelectual. Muchas veces tenemos que devolvernos y releer páginas anteriores porque de pronto nos cae el veinte de lo que antes leímos. Y es que en cada página viene muy densa información, a la vez que guiños amables y también, como ya dijimos, chistes que parecen ingenuos. De Franz Kafka se indica: “antes era más escritor que insecto” aludiendo a su famosa novela breve La metamorfosis.

En otra parte Ray Bradbury es un zombi ilustrado, y en ese vivo retrato se da una estampa de los ya muy escasos señores que se apartan de la tecnología:

 

En su casa no había televisor, solo un destartalado radio de onda corta. No usaba teléfono, no le gustaba manejar automóviles y jamás en su larga vida viajó en aeroplano. No desconfiaba de las máquinas, sino del hombre que las manejaba. Ironías de la vida: se convirtió en uno de los más prolíficos escritores de ciencia ficción. Hoy se alimenta de los recuerdos que olfatea en los cerebros de los caminantes que tienen la mala hora de toparse con él. (p. 24).

 

En otra hoja García Pérez se da el lujo de escribir de su puño y letra un texto de Borges parodiando a Borges, o más bien un texto que podría haber firmado el mismo Borges pero que es de García Pérez:

 

Soy un zombi, simulacro de hombre, recuerdo podrido del ánimo, mis órbitas, menos de hombre que de noche, en abyecta pulsión, muerdo la carne. (p. 32).

 

En cada texto de los que componen este libro el lector hallará estímulos varios para leer, o para volver a leer, a los autores que aquí aparecen en su peripecia de muertos vivientes, sobre todo las obras señaladas en las ingeniosas parodias que en estas páginas se ofrecen con tanta generosidad. En muchas de ellas descubrimos ángulos insólitos y escenarios que no habíamos imaginado cuando las leímos, o que deseamos conocer cuando las leamos por primera vez a partir de esta guía sonriente y de amistosa sabiduría.

 

García Pérez, José Antonio: Zombies Letrantes Los muertos vivientes de la literatura. Editores UACH, México, 2020.

 

Enero 2022

 

 

 

 

Jesús Chávez Marín es editor de Estilo Mápula revista de literatura.

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