Dintel de Almudena
Eternidad
Por Almudena Cosgaya
En lo más alto de una casa antigua y solitaria, Mónica contemplaba la noche a través de la ventana más alta. Su mirada se perdía en el abismo oscuro del cielo estrellado. Pero en realidad no veía las estrellas; solo veía el reflejo de su propia soledad.
Ella había vivido una vida llena de tormentos, en gran parte debido a un amor traicionero que había dejado un agujero en su corazón. El recuerdo de su antiguo amante, Julián, la atormentaba cada día. Su reflejo en el vidrio la hizo recordar aquel fatídico día, su mirada, sus palabras de amor no hacia ella sino a otra mujer, esa misma con quien lo encontró en sus brazos. Una lágrima resbaló por su mejilla trayéndola de vuelta a la realidad, aquella que dolió a muerte porque no le había quedado fuerzas para volver amar.
Pasaron años. Mónica construyó su mundo en esa casa, un refugio de soledad donde su vida pasaba lentamente, envuelta en sus propios tormentos, en su propio infierno. La traición de Julián había dejado un vacío que nadie más podría llenar.
En las noches solitarias, cuando la casa parecía hundirse en el silencio, Mónica se sentaba junto a la ventana. Miraba a las estrellas y a la luna preguntándose si Julián estaría mirando las mismas estrellas en algún lugar lejano y si aún guardaba algún recuerdo de ella. Sus manos frías sobre el pecho intentaban mitigar el eco de su dolor y su ausencia.
Un día vio algo inusual en el cielo estrellado. Un destello de luz, un resplandor cegador, parecía estar acercándose. Intrigada y asustada, siguió observando cómo el resplandor se hacía más brillante. La luz se acercaba rápidamente a la casa, pero no hubo miedo.
Cuando la luz finalmente llegó a la ventana, Mónica se vio envuelta en su brillo resplandeciente. Fue como si un remolino de energía la atrapara y la absorbiera. El mundo se volvió confuso y distorsionado, y Mónica se sintió arrastrada en una corriente de tiempo y espacio.
Cuando recuperó la conciencia se encontró en un lugar extraño y misterioso. Era un mundo lleno de luces parpadeantes, construcciones extrañas y seres que parecían estar hechos de pura energía. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado allí.
Con el tiempo, Mónica descubrió que había sido arrastrada a un reino entre la vida y la muerte. Los seres que la rodeaban eran almas perdidas, atrapadas en la eternidad por sus propios tormentos y deseos insatisfechos. Había llegado a un lugar donde el tiempo no tenía significado, el dolor y el amor traicionado eran inmortales.
Mónica vagó por este extraño reino, buscando respuestas sobre su existencia y la razón por la que había sido arrastrada a este lugar. Durante ese tiempo aprendió que un mal amor se olvida, se supera y se sigue y no había hecho mella. Finalmente, con la ayuda de otros espíritus errantes, descubrió la verdad.
Ella misma era un fantasma, una entidad atrapada en este reino entre la vida y la muerte debido a su dolor y su incapacidad para dejar ir a Julián. Había sido arrastrada aquí por su propio sufrimiento, condenada a revivir una y otra vez el momento de la traición de su amante.
Con esta revelación, Mónica finalmente comprendió que debía enfrentar su dolor y liberarse a sí misma. Debía aprender a perdonar y dejar ir a Julián, para encontrar la paz y la liberación que ahora anhelaba.
A lo largo de una eternidad que ya no podía medir, Mónica luchó por encontrar la fuerza para perdonar y liberarse. Fue un viaje lleno de lágrimas y agonía, pero finalmente, en lo más profundo de su ser, encontró la redención que necesitaba.
Cuando finalmente logró perdonar a Julián y liberarse de su dolor, la luz la envolvió una vez más, y Mónica sintió una paz profunda que nunca había experimentado en vida. Fue liberada de su existencia en un reino entre la vida y la muerte, y su espíritu encontró su camino hacia la eternidad.
Por fin había encontrado su propia redención, y en el proceso había descubierto que el amor y el dolor son dos caras de la misma moneda. El viaje de su espíritu la llevó a través de los rincones oscuros de su corazón, y al final, encontró la luz que la liberó de su sufrimiento y la llevó a un lugar de paz eterna.
La casa en la que había vivido ya no estaba en su mente, y el eco de su eternidad se desvaneció. Mónica, finalmente liberada ahora recorre los jardines colgantes y ama otra vez.
Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.
Excelente escrito. Muchas felicidades por hacer volar mi imaginación….