Mujer alabastrina: el azote del autocorrector. Rubén Rey

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Mujer alabastrina: el azote del autocorrector

 

 

Por Rubén Rey

 

 

El escritor y periodista Víctor Bartoli deposita cuidadosamente en nuestras manos a su primogénita: la primera novela escrita de su puño y letra (ganadora del Premio Chihuahua de Literatura 1985, por cierto). La década de los ochentas se escucha distante y ajena; ¿Mujer alabastrina (ya checamos y no, esta última no es una mala palabra) habrá envejecido tan bien como nos gustaría?

El protagonismo corre por parte de La Chuya, La Cata y La Güera, tres amigas y confidentes con anécdotas hasta para aventar pa’rriba. Colegas de maquiladora entre semana y damas galantes los fines. El lenguaje vivaz y soez del trío y del mundo que las rodea pica rico y, en ratos, enchila de verdad. Hablan con la puritita verdá, ¡se los juramos por nuestros conqueorinas, como dice la grafía de Bartoli!

¡Ay, comadres y compadres! Es que se siente retiharto gacho enterarse de las andanzas de La Chuya, quien desde jovencita ya era querida y procurada por un mazacote rabo verde aduanero, prieto, panzón y con un diente de oro. ¡Hace que le hierva el buche a uno! Luego, el relato de La Güera y El Nano, el cual regresó de El Chuco en planes de conquista ‒o unos buenos fajes por lo menos‒. ¿Y La Cata? Clavadota como tornillo mal puesto con un ingeniero de la fábrica donde chambeaba. Spoiler: sí se le hizo, pero… Spoiler del spoiler: la cortaron a los dos meses de andar.

Páginas más adelante, hablar del primer embarazo de cada una es meterse en camisa de once varas: la zozobra, la incertidumbre, la desesperación, el desprecio, la méndiga familia y el cabrón barrio. El drama en la maquila Acapulco Feishon no se detiene, como tampoco en la frontera misma de Chihuahua: campo de guerra donde La Chuya, La Cata y La Güera pelean por ganarse el derecho de vivir, de sobrevivir, y muchas de las veces de malvivir. En los brutales relatos, que bien podrían ser primos hermanos de la revista Alarma!, hay abortos, huelgas y hasta un condenado a la pena capital. ¡Cuánto arrebato y atrevimiento! ¡Qué degenere!

Pero bueno, ya estamos escuchándonos como señora católica escandalizada luego de leer el trabajo de Víctor Bartoli, y no va por ahí la cosa. De hecho, ¿qué tal si mejor checamos así rapidito lo bueno y malo que nos trae esta, tan suburbana obra literaria?

LO BUENO:

  • Si usted alguna vez ha estado en la parada del camión escuchando el más sabroso de los chismes y se quedó con ganas de más, ¡ya no le busque! Mujer alabastrina es la manifestación escrita de las delicias del rumor. Además, no se hagan: bien que nos encanta el argüende y somos bien chismosillos todos.
  • Siempre se agradece la reproducción narrativa de otros tiempos, unos donde Brooke Shields era un sex symbol, Travolta y Redford, galanazos; y el Noa Noa era el lugar de ambiente (¡donde todo es diferente!).

LO MALO:

  • Con todo el dolor de nuestro atribulado corazón, pero se torna cansino leer una novela escrita casi enteramente con lenguaje coloquial -florido- urbano. Las primeras páginas demuestran ser un deleite comparable con unos Flamin’ Hot con queso de nacho, pero ya después cae gordito, como una Maruchan fría (perdón, vengo del Oxxo).
  • Primera vez que hacemos esto en nuestras reseñas, pero sí: tenemos que repetir el defecto anterior, porque está bastante marcado. Imaginemos que vemos una película donde los protagonistas son franceses, pero, debido más que nada a caprichos del director, es doblada en ese acentito hispanofrancés tan arquetípico. ¿Qué se sentiría “escuchag” “dugante” toda la “dugación” de un “lagometgaje” esos “hablagues”? ¡Sacrebleu, mon ami!
  • Tilde en los pronombres demostrativos, así como altas luego de dos puntos y seguido, son algunos de los horrores gramaticales que notamos en la presente edición. Es la correspondiente a 1998, así que suponemos (¡rogamos!) que en las ediciones más actualizadas de Mujer alabastrina, hayan sido críticos y exactos en este aspecto tan delicado.

Quizás nos faltó algo de barrio durante la lectura de Mujer alabastrina, o simplemente y en respuesta a nuestra inquietud inicial no logró sobrevivir al estrago del paso de los años. Mejor tú dale una checada y nos dices qué te pareció, homie.

 

Bartoli, Víctor: Mujer alabastrina. Editorial Instituto Chihuahuense de la Cultura, México, 1998.

 

 

 

 

Rubén Rey es licenciado en ciencias de la comunicación, egresado de la Universidad Regional del Norte y tiene una maestría en comercio por el Tecnológico de Chihuahua. Es doctor en humanidades por la UACH. Escritor comercial y científico.

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