Dintel de Almudena
2.C. Segundos…
Por Almudena Cosgaya
Llegó el momento del día, sin aviso previo. Ese instante que muchos estudiantes esperan, pero para Paola significaba tener que interactuar con alguien más.
—Muy bien jóvenes, quiero equipos de tres —dijo el profesor Alonso—. Vamos, no se demoren.
Para Paola fue tarde. Erik ya formaba parte de otro equipo. Se quedó de pie mirando a su alrededor.
—No te quedes ahí, solo mirando —dijo una chica de cabello castaño, de nombre Elsa—. Ven con nosotras.
Paola dirigió una mirada a Erik, que estaba en el otro lado del salón.
—Ni lo pienses —le susurro Lía al oído—. Es mucho para ti.
—Ubícate chica —añadió Alba.
Lía y Alba eran las típicas alumnas que ante los profesores eran bien portadas y buenas estudiantes, pero en realidad tenían fama de mentirosas y problemáticas entre todos los alumnos. Miraban burlonamente a Paola, haciendo que algo dentro de ella se sintiera violenta; clavo sus uñas en su bolso. Siempre había odiado que la mirarán. El sentir repentinamente una mano sobre su hombro la hizo tranquilizarse.
—No les hagas caso —dijo Elsa—. Ven, vamos a trabajar antes de que logren que nos regañen.
La clase pasó sin más reparo, aunque Paola seguía preguntándose por aquella extraña sensación.
El último timbre del día sonó indicando a los alumnos que era tiempo de volver a casa. Paola salió de las instalaciones, el sol le dio la bienvenida, aunque en el fondo hubiera preferido las nubes. Todos los chicos gritaban mientras salían, otros corrían. Paola se sintió libre. Una sonrisa se dibujó en su rostro al recordar a Erik. Se preguntó sobre aquellas extrañas palabras.
… siento que puedes leer mi alma oscura.
Las palabras habían hecho eco y resonaban en su mente. En ese momento, una muchacha guapa y bien vestida pasó cerca de ella. Paola la miró de la cabeza a los pies y se preguntó por un instante si a Erik le gustaban las chicas como aquella.
Tan absorta estaba en sus pensamientos que no se percató de que había dado mal una vuelta. Observó a su alrededor; vio los autos abandonados, los muros graficados. Pronto comenzó a sentir miedo.
Apresuró sus pasos para llegar pronto a casa, aunque le parecía una eternidad. Anheló entonces la compañía de algún amigo o mejor aún, el de alguien a quien ella le importara.
¿Cuándo volvería a sentirse ella otra vez? ¿Cómo volvería a tener todas las piezas, el rompecabezas de su vida?
Un vidrio roto. Un golpe seco a lo lejos.
La respiración de Paola se aceleró y con ello su corazón. Escuchó gritos, maldiciones y más golpes. Tenía miedo, pero debía continuar. Era un grupo de cuatro o cinco muchachos que sujetaban a otro mientras le dejaban caer una lluvia de golpes.
Paola se detuvo.
Soltaron al muchacho y este cayó al suelo. Entonces comenzaron a patearlo. Iban a matarlo justo delante de ella. Estaba paralizada y se mordió el labio para no dejar escapar ningún grito. Pero entonces uno de ellos saco una navaja haciendo que los otros vitoreaban la acción.
—¡No! —gritó Paola.
Aterrada, se cubrió la boca con la mano.
—¿Erik?
Continuará…
Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó su novela La maldición del séptimo invierno.
Es lo k estoy pensando…? Me gusta mucho la intriga k usas.